El mayor monumento del planeta que tiene Almería y que muchos desconocen

Carta del director

Invernaderos de Almería.
Invernaderos de Almería. La Voz
Pedro Manuel de La Cruz
20:00 • 02 dic. 2023

"Almería cuenta con el mayor monumento a la producción de alimentos del planeta”. Lola Goméz Ferrón, la mayor activista en defensa de la sostenibilidad del modelo Almería, lo dijo con la vehemencia que da disparar cada frase desde la pasión razonante de los argumentos. La frase no era suya- o sí, porque ya la ha hecho suya-; la escuchó una tarde al periodista británico Dallas Campbell mientras grababa en su invernadero didáctico de El Ejido un equipo de la BBC One, especializado en documentales sobre temas de futuro realizados en los cinco continentes. Aquella frase a Lola le sonó como un disparo y fue la conclusión a que Campbell llegó tras ver la realidad de la provincia de Almería y de su paisaje en 2012.



Once años después Lola Clisol volvió a disparar la frase en el Foro HorizontLei en el que asistía como invitado Javier Aureliano García, presidente de la Diputación. El sector agroalimentario de la provincia, tan desconocido para tantos almerienses, causa un asombro formidable entre los que nos miran desde fuera. Es la ley de la distancia: la importancia con que valoramos lo que vemos es directamente proporcional a la distancia que nos separa de lo que estamos viendo. Solo así se entiende que los astronautas afirmen que el mar de plástico de la provincia supera en impacto visual desde el espacio a la Gran Muralla China y a las Pirámides de Egipto y entre nosotros haya decenas de miles de almerienses que miren hacia nuestros invernaderos como un territorio lleno de interrogantes artificiales o, lo que es peor, desde el desconocimiento y el desinterés.



El desconocimiento de nuestra propia realidad. Ese es uno de los mayores pecados de quienes habitamos en esta periferia andaluza que tanto sorprende cuando se conoce por quienes solo se habían acercado a ella a través del mapa del tiempo de los telediarios.



Una prueba de ese desconocimiento la viví hace unos días en Madrid. Intervenía ante más de cien empresarios de toda España recorriendo lo que ha sido la historia de la provincia en los últimos sesenta años. Hablaba de lo apasionante que ha sido y es contar cada día la revolución que nos ha convertido en un referente mundial en el uso del agua, la conversión del mayor desierto de la Europa comunitaria en su mayor fabrica hortofrutícola, en el modelo espléndido de una entidad financiera- Cajamar- creada por un visionario Juan del Aguila, la conquista de las cocinas de los cinco continentes por Cosentino o en el ejemplo de la sostenibilidad económica, medioambiental y social, cuando, de forma espontánea, comenzaron a aplaudir. Fue entonces, durante los segundos que duró aquella interrupción inesperada, cuando me di cuenta que lo que aplaudían no era mi intervención, sino el descubrimiento, entre la sorpresa y el asombro, de una revolución que ha cambiado el destino de una provincia.



Dice Javier Aureliano- y así lo repitió en el HorizontLei-, que Almería no ha vivido estos años una revolución, que ha vivido ya cuatro: La primera fue la del cultivo bajo plástico; después vino el riego por goteo, le siguió la lucha integrada o control biológico y, la digitalización y la innovación aplicada la última.



La última en llegar, claro. Porque en el horizonte ya se avista una nueva fase que puede ampliar de forma extraordinaria nuestra capacidad productiva y tecnológica de los invernaderos: La implementación de la energía fotovoltaica. De ese reto que ya está llamando a la puerta hablaron el miércoles cuatro expertos en las Jornadas Agrícolas organizadas por este periódico en Vícar. La llegada de la energía solar a los invernaderos puede suponer un aliado de potencial extraordinario, no solo en la reducción de costes bajo el plástico o en los almacenes mediante el autoabastecimiento, sino aumentando la producción o el ahorro de agua. 



Ahora pude parecer una quimera. Pero más lo pareció aquella mañana en que Paco el piloto después de cultivar la arena de la playa levantó el primer invernadero en el desierto. Han pasado solo sesenta años desde entonces y fíjense donde hemos llegado: a construir el mayor monumento de la producción de alimentos del planeta.   





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