La Voz de Almeria

Opinión

Antonio Heras Fernández

El universitario eterno

En las palabras de Alejandro Reyes siempre había verdad, amor por lo que hacía y por quien le acompañaba, y honestidad

Alejandro Reyes, fundador del Club de Música y Jazz San Juan Evangelista.

Alejandro Reyes, fundador del Club de Música y Jazz San Juan Evangelista.Eduardo Santana

Creado:

Actualizado:

En:

Mucho antes de tener la suerte de conocerlo en persona, y sin tener consciencia aún de ello, Alejandro Reyes formaba ya parte importante de mi vida. Llegar con dieciocho años a Madrid y encontrar a pocos metros de mi residencia un templo de la cultura como fue el Johnny (Colegio Mayor Universitario San Juan Evangelista) fue más que un golpe de fortuna. Representó una oportunidad para desarrollar mi vida universitaria en toda su amplitud y con todo su sentido. Y el artífice máximo de ello era Alejandro. Gracias a él pude disfrutar el último concierto de Camarón, o músicas tan dispares como el klezmer de Kroke, Malevaje, Wim Mertens… Una programación que llevaba el sello de Alejandro: multicultural, atemporal, curiosa, abierta.

A los años, nuestro común amigo Rubén Gutiérrez nos reunió y comprobé que las grandes obras, como fue el Club de Jazz y Música del San Juan, no surgen espontáneamente; para que haya buena materia en la base siempre ha de haber esencia. Conocí a una persona dotada de una inteligencia generosa, dedicada por completo a los demás, como todo el cariño que regalaba. Daba gusto estar con él. A partir de aquel día, he tenido la suerte de disfrutar de memorables encuentros con él, tanto en Madrid como en Almería.

Aunque lo conocí ya acabada mi época de estudios en la universidad, Alejandro siempre me evocó mi época universitaria. Charlar con él era hablar con una persona imbuida de los valores más nobles que conforman el espíritu de esa antigua institución. Abordaba cualquier cuestión desde la humildad, el rigor intelectual y el respeto máximo a lo que se trataba. Nunca le escuché un reproche ni una crítica a la ligera, ni una mala palabra o desconsideración hacia nada ni nadie. En sus palabras siempre había verdad, amor por lo que hacía y por quien le acompañaba, y honestidad. He encontrado a pocas personas con el temple y la bonhomía de Alejandro. También en eso era ejemplar.

En un ámbito como el cultural, y en particular el musical, cada vez más sumido en la vanalidad, el egoísmo, la falsedad, el mercantilismo como escondite de la avaricia, y tantas otras formas de perfidia, la pérdida de Alejandro se antoja aún más grave y profunda.

Ojalá nuestra ciudad garantice el recuerdo que su memoria merece. Su faceta de embajador y mentor del arte de nuestra tierra ha sido encomiable como pocas. El actual cine Katiuska bien luciría como un eminente centro cultural almeriense con el nombre de Alejandro. A quienes tuvimos la suerte de gozar de su amistad, siempre nos acompañará, estoy seguro.

tracking