Lo que más hace soñar a los almerienses
Las voces infantiles que se colarán en los hogares el lunes; la abuela que sujetará el décimo con manos temblorosas y lo besará como a un nieto; el murmullo de los bares; la radio en los mercados, la ilusión imbatible de un número compartido

Décimo de lotería que juega desde hace años sin suerte el Grupo Ecologista Mediterráneo de Almería.
Ayer mañana, a la Administración del Rostrico, la más antigua de la ciudad, llegó una mujer ya anciana y cuando le tocó turno ante el mostrador donde ya la conocen exclamó con tono imperioso: “El mismo de todos los años, nena, el 2345, que fue el día que nació mi primer nieto”. Lleva así 20 años, aunque no le ha tocado ni el reintegro, dice; como al Grupo Ecologista Mediterráneo, que juega el 36.901 desde hace décadas y tampoco ha pescado nada en todo ese tiempo (¿quizá el lunes?)
En las vísperas del día 22 la ciudad se llena de números, de sueños compartidos, de supersticiones que se repiten cada año: hay quien pasa el décimo por la barriga de una embarazada o quien lo coloca bajo el niño Jesús del belén familiar. Los números impresos huelen a promesa estos días, viajan de mano en mano como pequeños talismanes. En las carteras, los números reposan como semillas de lo que podría ser, aunque casi nunca es. En los bares, entre el aroma del café, se habla del Gordo con el brillo en los ojos. Porque aquí, en esta tierra de luz y desierto, como en el anuncio de la tele, la esperanza también se comparte.
El día del sorteo, Almería se detendrá un instante. Las voces infantiles que cantan los números atravesarán las casas como campanillas de otro tiempo. Y cuando la suerte no llegue -porque (casi) nunca llega- nadie se entristecerá demasiado: la verdadera magia estuvo en soñar juntos, en ese hilo invisible, que une a vecinos, familias y desconocidos bajo la misma ilusión. Porque en Almería, la lotería no es solo azar, es también el azahar de la ilusión.
No hay rincón en la provincia donde no se hable del sorteo más esperado del año. En los cafés del nuevo Paseo -ese que empieza a renacer con la vuelta del ilustre alhameño- en los mercados de barrio, en los pueblos de la Alpujarra o junto al mar del Cabo de Gata, todos comparten la misma promesa: que este año la suerte toque cerca.
En Aguadulce, los bares del Paseo Marítimo se llenan de conversaciones sobre terminaciones y corazonadas; en el Mercado Central de Almería, entre las voces de los pescaderos, alguien comentará que este año el Gordo toca que toque. Y en Níjar, en Canjáyar o en Serón, los décimos se venden en tiendas, compartidos entre amigos y vecinos, junto a los turrones artesanos y la sidra El Gaitero.
Los niños de San Ildefonso inundarán el lunes con sus voces cantarinas, desde el Teatro Real de Madrid, las cocinas familiares, mientras se prepara el puchero del día. En Pescadería, una abuela sujetará su décimo con las manos temblorosas mientras amasa roscos de vino; en Adra, por ejemplo, los vecinos se reunirán en algún bar del Puerto para seguir el sorteo en grupo con café y tostadas. A veces toca un pellizco, otras, la suerte pasa de largo, pero en cada rincón quedará, una vez más, la misma sensación: la de haber compartido un sueño común por los 400.000 euros del Gordo.
Este año Loterías y Apuestas del Estado ha consignado para Almería 59,1 millones de euros en décimos, lo que supone un gasto medio por habitante de 77 euros, 3 más que el año pasado. La primera vez que tocó el Gordo en Almería fue en 1896 cuando llovieron 12 millones de reales.
La última vez en Roquetas en 2023, con algunas series también vendidas en la capital, Campohermoso, Adra, Pulpí, Vera y Vícar. El lunes volverá a pasar: se volverá a levantar en cada casa un altar a la ilusión, porque nada une más a los almerienses que la magia de un décimo compartido.