Donde se habla de un tipo de redundancia y se dan ejemplos

Luis Cortés Rodríguez
07:00 • 10 abr. 2020

Tras conocer que la peste bubónica iniciada en Sevilla ensanchaba sus límites, don Quijote se vio en el cargo de volver, como caballero andante que era, a los caminos para socorrer a necesitados y menesterosos. Tal cometido era mayor al pensar, en su enajenación, que la enfermedad solo atacaba a la gente pobre y mísera y dejaba libres a la de regalo y buenos mantenimientos. Esto lo tenía alejado de la plática con Sancho, quien lo miraba sin saber cómo iniciar el diálogo, hasta que, tras un tiempo de caminar en silencio, díjole ansí:


—Mi señor don Quijote, aproximadamente en unas dos leguas podremos encontrar una venta donde entretener nuestros estómagos, pues desde que salimos de casa del maese estamos en ayuno. Nada tengo en deseo más que comer  algo caliente, aunque sea fiambre recalentado.

—Cómo se nota, Sancho que no sois caballero, sino un destripaterrones desagradecido. Os he prometido que seréis el futuro gobernador de una ínsula y correspondéis a tan buena obra diciendo lo que os hace sufrir quien obrará tal milagro. 



—Eso que me dice vuestra merced se asemeja –respondió Sancho– a quien tiene una futura y lejana herencia pero que nunca disfrutará porque antes es muerto de hambre.  


—Sancho, cuéstame trabajo pensar que seas tan desapegado de las cosas nobles. Recordarás que ha unos días te dije con encarecimiento que en tus discursos no emplearas un habla redundante y dijísteme que todo lo habías entendido. Sin embargo, al empezar esta plática, te he oído decir: «Aproximadamente en unas dos leguas», que es un ejemplo de lo que habrías de evitar, pues la observancia de dos vocablos,  aproximadamente  y unas, nos hace ver que comparten y aportan la misma idea de proximidad, por lo que su uso conjunto es redundante y, por tanto, innecesario. 



—Señor, nunca oí esa palabra redondante o remundante.




A lo que don Quijote, alterado como siempre que oía a su escudero errar con sus vocablos, respondió:


Redundante has de decir, Sancho, que no redondante o remundante. Témome que mi noble y desinteresado interés por enseñarte no parezca tener mejor fin que el del mulo que no deja de «dar coces contra el aguijón».


—Vuestra merced –contestó Sancho– podría no decir esos dichos os refranes, que tanto molestan a mi señor cuando soy yo quien los menciona. Es como si vuestra merced se regocijara con humillar mi ignorancia zahiriendo mis dichos.


A lo que respondió don Quijote:


—Mira, Sancho, lenguaje redundante, en el sentido en el que yo te corregí, significa la repetición de la información contenida en un mensaje. A veces se usa como un arma más de lo que se podría denominar solemnidad fatua, aunque no sea tu caso, pues en ti solo nace de la ignorancia. Ansí, cuando el encuentro con los galeotes, dijiste que le romperías a uno las narices con el «puño cerrado», pero puño, amigo, ya significa ‘mano cerrada’. Por tanto, redundante resulta el vocablo cerrado.


—Cosas extrañas dice mi señor –respondió Sancho–. ¿Y hay algunos otros casos que existan de ese nombre que no recuerdo cómo decir?


—El nombre que no recuerdas es redundante, lenguaje redundante, que no solo se da entre necios, sino entre personas importantes. Así, no ha sido una, sino más las veces que entre los caballeros andantes, y son caballeros, he oído que uno decía a otro que yacía mal herido por una lanzada o porque había caído enfermo, que deseaba vivamente que tuviera una «recuperación favorable». Y es redundante porque recuperarse ya implica mejora en el estado del lesionado o enfermo. 


—¡Válame Dios! –dijo Sancho–, ¿a qué viene eso de que en alguna ocasión vuestra merced me platicara de tales cuestiones si jamás las he oído?


—Sí, amigo, te hablé de ello, pero sucede que el desagradecido no se deleita en el don más que cuando lo recibe, pues luego lo olvida. Y es lo que te pasa a ti con mis consejos. Pero volviendo a la cuestión que nos atañe, también has de evitar expresiones como «convivir juntos», pues el significado del verbo convivir, ‘vivir en compañía de otro u otros’, ya incluye el sentido que añade el término juntos. Igualmente sucede con expresiones como «aterido de frío», porque aterido siempre se refiere al frío, o «intermediar entre caballeros», pues lo acertado será «mediar entre caballeros» o «intermediar en algo». Sancho, amigo, no emplees jamás «conlleva consigo» y sí «lleva consigo» o, simplemente, «conlleva». Y es que has de saber que el vocablo conllevar ya incluye la preposición con y significa ‘implicar, suponer, acarrear’, es decir, ‘llevar consigo’. Y termino con ese maldito uso de expresiones redundantes como  «colaboración mutua», «autoatribuirse algo», «crespón negro», «cuartel militar» o «multa económica», todas por motivos que hasta tú comprenderás. Consiguientemente, no deberás emplearlas, máxime cuando hables como gobernador.


Así lo haré. Y ya me cuidaré yo de apartarme de lo que mi señor, aun diciendo que soy desagradecido,  me indica para cuando hable con mis insulanos –dijo Sancho-. 


Hay  otro tipo de redundancia, la redundancia discursiva, que emplean los gobernadores para mantener el discurso sin decir nada nuevo y repitiendo machaconamente lo mismo, pero de esa, pensó don Quijote, no era ocasión de platicar en ese momento, aunque sí en otro. 


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