La plebe en el Salón de Actos municipal
En agosto de 1966 nos visitó el alcalde de Barcelona para hermanar a las dos ciudades
Entre Almería y Barcelona había algo más que una simple amistad de dos ciudades que compartían el mismo mapa. Estábamos unidos por ese cordón umbilical que se había ido gestando con cada una de las familias de obreros de nuestra tierra que desde los años de la posguerra habían emigrado a Cataluña.
Barcelona tenía también acento almeriense, barrios donde se hablaba, se pensaba y se sentía como si estuviéramos en el Zapillo o en el Quemadero. Había una bandera sentimental colgada en el balcón del Ayuntamiento de Barcelona, una bandera que no necesitaba ningún viento que la moviera porque allí donde estuviera un almeriense ondeaba como un heraldo orgulloso.
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