Al maestro Carlos

Azarosamente complicado resulta hablar de Pérez Siquier en estos momentos, al tiempo de lo absurdo que supone glosar aquí su figura y trayectoria. Sin embargo, me gustaría reseñar una circunstancia en la que creo no se ha ahondado los suficiente: su vinculación con Almería. Parece una obviedad pero no lo es que el artista plástico más importante que ha dado esta ciudad esté estrechamente relacionado con ella. Me explico. No solo la proyección de Carlos le habría permitido, como han hecho tantos artistas, cambiar de residencia y vivir, como se suele decir, cerca del cotarro, sino que la inmensa mayoría de su obra está realizada en un segmento de terreno relativamente pequeño. Almería, la Chanca, Roquetas, el Cabo y poco más.

Mientras que la mayoría de los grandes fotógrafos han alcanzado su prestigio a base de viajes por todo lo largo y ancho de este mundo, como diría el Capitán Tan, a Carlos le bastó salir a la puerta de su casa para figurar entre ellos. Este hecho tiene una reciprocidad, la presencia de la luz y los colores de Almería en la mayoría de su obra. Si Sergio Leone contribuyó con sus películas a fijar la imagen del desierto de Tabernas en el imaginario colectivo, Carlos Pérez Siquier lo ha hecho con el Parque Natural Cabo de Gata-Níjar.

Personalmente, si hay algo que he admirado del Maestro Carlos, frente a otros fotógrafos que a una edad determinada obstaron por colgar la cámara, ha sido su capacidad para ilusionarse y seguir haciendo fotografías hasta prácticamente el último momento. Si hace unas pocas fechas, al lamentar la pérdida de Charlie Watts, era calificado como la elegancia del rock, que duda cabe Carlos, con esa melena blanca y su saber estar, lo era de la fotografía. Gracias Maestro.