‘Petaqueros’ venden en alta mar garrafas de gasolina a 500€

El transporte ilegal de combustible en el mar se ha convertido en un gran negocio

Una lancha cargada con garrafas de gasolina.
Una lancha cargada con garrafas de gasolina. La Voz
Javier Pajarón
07:00 • 06 sept. 2021

Abandonado por la mecánica y la suerte, el marinero afloró entre la espuma de las olas a pocos kilómetros del núcleo urbano de la capital. En la embarcación, un cargamento generoso de bidones. En la orilla, la patrulla de la Policía Nacional.



El navegante lucía una embarcación de fibra de unos seis metros de eslora libre del cualquier rastro de droga, aunque la acumulación de los botes de plástico sobre la cubierta presentaba a los testigos los restos de un reparto sospechoso en alta mar.



Según confesó, el marinero había partido desde algún punto de la costa murciana y descendido las calas de Cabo de Gata para repartir ‘a domicilio’ la gasolina demandada más allá, lejos de los radares del SIVE, donde se cuecen el narco y el tráfico de seres humanos.



Y aunque la maniobra roza los límites del Código Penal, se trata de una práctica que se extiende con cierta impunidad en primer línea de costa y que se salda simplemente con multas económicas. 



La escena se repite desde hace meses en el litoral de la provincia de Almería. Los llamados ‘petaqueros’ se han convertido en parte del escenario marítimo, algo así como una gran gasolinera acuática, atomizada en multitud de pequeños envíos pactados sobre la marcha. Unas coordenadas, un pequeño bote y decenas de garrafas.



Sanciones 



“El transporte de gasolina es un negocio. Las embarcaciones necesitan combustible y ellos pagan las garrafas de 25 litros entre 350 y 500 euros, depende de cada caso”, explica una fuente vinculada a esta actividad, radicada en el Poniente y a la que ha tenido acceso LA VOZ DE ALMERÍA. “Lo único que hacen es llevar las garrafas y no queremos saber nada más, lo que hagan con ella no es nuestro problema”.





La Guardia Civil y el Servicio de Vigilancia Aduanera en Almería se han topado en los últimos meses con multitud de cargamentos de estas características que, por sí solos, no constituyen un delito contra la salud pública. 


El problema radica en la dificultad de conectar cada aprehensión de gasolina con un alijo de hachís concreto. Tres fuentes policiales de la provincia consultadas confirman que los asuntos se resuelven, de manera general, con una propuesta de sanción administrativa por el transporte ilegal de gasolina (no significa que no se abran investigaciones para conocer si un ‘petaquero’ pertenece a la estructura de un grupo organizado de narcotráfico).


El Real Decreto 339/2021 de 18 de mayo, por el que se regula el equipo de seguridad y de prevención de la contaminación de las embarcaciones de recreo, contempla un catálogo de sanciones por infracciones en la custodia del combustible, si bien las cantidades son muy inferiores a las plusvalías que podrían obtener por la venta de las petacas mar adentro.


También se imputan sanciones por la venta clandestina de combustible y, en los casos más extremos, un delito contra el medio ambiente, siempre que se acrediten vertidos o práctica similares que afecten al entorno natural.


Nuevo fenómeno

La Fiscalía General del Estado ya ha valorado la incidencia de este nuevo fenómeno para sugerir modificaciones legales. Ya se hizo, por ejemplo, con la prohibición de las narcolanchas (un Real Decreto de 2018 sobre contrabando).


 Y en el Estrecho, el Gobierno de Gibraltar anunció a principios de 2021 el endurecimiento de penas y multas para perseguir el transporte de gasolina a los traficantes ante la proliferación de estas prácticas en un punto estratégico para la lucha contra el hachís.


En Almería, la mancha se ha propagado de manera significativa. Los ejemplos se multiplican. Un informe del grupo OCON Sur de la Guardia Civil, aportado a unas diligencias del Juzgado de Instrucción número Uno de Roquetas de Mar, narra un episodio detectado en una gasolinera a la entrada de la localidad de Vícar el 27 de enero de 2021.




Repostar 

Un dispositivo de vigilancia detectó un repostaje muy peculiar en una estación de autoservicio. Una joven almeriense de 31 años echaba gasolina en una furgoneta. Dentro. “Los agentes observaron que tenía la puerta lateral corredera abierta y una mujer estaba introduciendo la manguera en el interior, no en el depósito”, narra el atestado al que ha tenido acceso LA VOZ DE ALMERÍA. 


“Mientras la mujer realizaba uno de los múltiples recorridos entre la furgoneta y la zona de cajas de la estación de servicio, los agentes se aproximaron de forma discreta al vehículo y pudieron observar cómo tenía la parte trasera llena de garrafas de plástico de las utilizadas para el repostaje de embarcaciones de alta velocidad, de unos 25 litros de capacidad”, añade el relato de la vigilancia.


Aquel descubrimiento se vinculó poco después a una red internacional  dedicada al transporte de resina de hachís en embarcaciones recreativas fletadas desde el puerto deportivo de Aguadulce. La organización, según los indicios, ofrecía cobertura logística a otras bandas. Cayó en abril de 2021.


La amenaza Almería sufre un resurgimiento del tráfico de resina de hachís en los dos últimos años. La presión en el Estrecho de Gibraltar ha empujado a los narcos hacia rutas alternativas y la provincia aparece en el centro de la diana. Unas imágenes grabadas por un avión del Servicio de Vigilancia Aduanera el pasado mes de diciembre mostraron por primera vez una reunión de ocho narcolanchas en el Mar Alborán cargadas de fardos, listas para entregar una mercancía millonaria.


Miles de kilos de hachís

El despliegue de Aduanas acabó con la captura de 4.500 kilos de hachís y la captura de dos planeadoras, transportadas por una patrullera hasta el Puerto de Almería. El caso ponía el foco sobre la auténtica dimensión de este mercado clandestino, de la droga y el dinero. 


Fuentes policiales apuntan a que la capacidad de estas embarcaciones hace que pretendan dar varios viajes hasta ser detenidos o queden inutilizadas. Para ser efectivas requieren de repostajes constantes. Es, en cierto modo, una parada en boxes, donde la gasolina se paga a precio de oro.


No en vano, en los últimos dos años han aparecido lanchas abandonadas en alta mar o en la costa del Poniente, por ejemplo. No son pateras. Son las ascuas de un fuego que no se  ve, pero que quema lejos de los ojos de los ciudadanos, el calor  del narcotráfico  a  gran  escala.


Policía Nacional y Guardia Civil acreditan este fenómeno en sus operaciones antidroga. En las naves industriales y los almacenes donde se localizan las lanchas y los alijos aparecen con frecuencia decenas de bidones de gasolina.


Además, la actividad de los ‘petaqueros’ ofrece pasajes oscuros de la historia más reciente, como la desaparición de dos jóvenes durante una travesía a finales del año pasado en algún punto entre San José y la costa del Poniente. El suceso no fue esclarecido, pero dibujan el riesgo que crece detrás de una práctica clandestina, en el alero de las leyes.


Otras zonas ya tienen sus propios episodios trágicos. El pasado mes de mayo, en la Línea de la Concepción (Cádiz), dos marineros de la barriada pesquera de La Atunara murieron ahogados cuando presuntamente trataban de realizar una entrega de gasolina. El suceso provocó manifestaciones ciudadanas que justificaban el “trapicheo” de gasolina en una tierra sin oportunidades.


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