Todos fuimos náufragos

Carola Rodriguez
07:00 • 29 jul. 2020

Puntual como un tren suizo llegaba a la hora del desayuno un nuevo relato. Una historia pandémica, una verdad confinada que yo consumía junto al café con leche y mi pastilla. Eran días de miedo al miedo, de tragedia colectiva y de silencio. Sobre todo de silencio.


El exterior entraba en mi cocina mediante la lectura del “Diario de una cuarentena”, una serie de cuarenta artículos escritos por Marta Rodríguez en este periódico durante la peor crisis sanitaria vivida en este país. En aquellos cortos pero intensos relatos del confinamiento almeriense, Marta colaba en mi casa otras realidades que se entrelazaban con la mía. Me han gustado leerlos porque han representado la autenticidad de una  época de forma sencilla y amena.

 



Por aquellos artículos pasaron divas, ciclistas en garajes y otros animales fantásticos que pusieron luz y color a días oscuros, grises, infinitos… Marta traía las vidas de los terraos, los recuerdos de los trasteros, y las citas obligadas del aperitivo de uno de sus personajes reales que gracias a los excesos del carpe diem afrontaba esta distopía hecha realidad con buen ánimo. He ahí la magia de sus diarios: la verdad representada sin adornos ni excesos.  Entre la profundidad y la cotidianeidad de nuestros días. 


Marta supo captar la gracia, el arrojo, y hasta el abismo en las diferentes historias que le ocurrían a los protagonistas de su diario. ¡Y es que siempre les pasaban cosas! Sus artículos, reflejo de un cuerpo colectivo confinado, encierran los días compartimentados de esta pandemia: la hora de la compra, la comida, el paseo al perro, la subida al terrao y tantas vivencias que convirtió su columna en un diario sentimental. 



Recuerdo aquel articulo en el que Marta contaba la historia de Miguel, el hombre de 92 años que cada día salía al balcón, como si de un Romeo se tratara, para saludar a la fotógrafa y amiga Marina del Mar. Decía: “A veces pienso en la cuarentena como una especie de casting en el estamos seleccionando la mejor compañía para vivir el fin del mundo”. Y era verdad.  Así nos sentíamos muchos lectores.

A lo largo de la historia, el periodismo, la literatura, las artes en general, han reflejado las catástrofes y experiencias más traumáticas que ha vivido la humanidad. Esta crisis sanitaria ha puesto de manifiesto que no iba a ser diferente a otros trances vividos. Así lo hemos visto, por ejemplo, en la fotografía. El “Diario de una cuarentena” se convirtió en una vacuna contra el miedo, el silencio o la soledad: todos vivíamos en sus personajes y nos sentíamos acompañados.



 

Hubo días de todo tipo: melancólicos, pesimistas pero tanbien confortados y esperanzados. Conforme esos días pasaban, cada uno de nosotros fue escogiendo su kit de supervivencia personal. Los cuarenta artículos del “Diario de una cuarentena” recogidos ahora en el libro: “Cuando fui náufraga” de Marta Rodríguez, publicado por la UAL,  formó parte del mío. 


Hemos necesitado mucha energía para no salirnos de nuestra órbita durante el confinamiento y poder llegar a puerto. Todos fuimos náufragos.


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