“Esto no puede quedar impune porque ya no hay nada que investigar”

El País ha localizado al pistolero confeso que acabó con la vida del estudiante Arturo Ruiz

Arturo Ruiz, estudiante asesinado por los ultras de extrema derecha en 1977.
Arturo Ruiz, estudiante asesinado por los ultras de extrema derecha en 1977. Cadena SER
Antonio Torres
19:59 • 05 nov. 2023

Desde LA VOZ DE ALMERÍA me puse en contacto con Manuel Ruiz García (Granada, 1956), hermano del estudiante asesinado, tras la publicación de la exclusiva, se reunió en la mañana del jueves, en Madrid, con Dolores Delgado de la Fiscalía de Derechos Humanos y Memoria Democrática. “Esto no puede quedar impune porque ya no hay nada que investigar porque ha confesado el criminal, aunque es cierto que es una trama complicada porque el Estado de esa época y las autoridades de Argentina y Paraguay han estado colaborando. Yo he viajado varias veces a Argentina y ya lo tenía localizado desde marzo al pistolero que acabó con la vida de mi hermano”.



 



Los curtidos periodistas José María Irujo y Joaquín Gil han localizado en Buenos Aires al pistolero ultra José Ignacio Fernández Guaza, autor de la muerte del estudiante Arturo Ruiz, durante una manifestación en 1977, un crimen que marcó la Transición. Nunca fue juzgado y ha vivido con impunidad 46 años gracias a una identidad falsa. José Ignacio Fernández Guaza niega al teléfono tres veces ser quien es. Rechaza tajante ser el ultraderechista que descerrajó los dos tiros a bocajarro que segaron la vida el 23 de enero de 1977 del estudiante granadino de 19 años Arturo Ruiz García. El crimen sucedió en el corazón de Madrid durante una manifestación a favor de la amnistía de los presos políticos, la víspera de la matanza de los abogados laboralistas de Atocha. España se asomaba entonces a una semana sangrienta de alto voltaje político en la que milicias de extrema derecha maniobraban para cortocircuitar la democracia.



La fuga al extranjero del principal acusado del asesinato para esquivar el juicio, la prisión y una condena segura y sus conexiones con las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado abonaron las sombras de un enigma que ha durado 46 años. El pistolero, tras ser localizado se dirigió a los dos periodistas despacio y con un inusual aplomo. Tiene 76 años. Pide con un grito seco que nadie se le acerque.



—Me sorprende que ustedes hayan dado conmigo. Hay algo dentro de mi seguridad que ha fallado. Es imposible que me hayan localizado porque yo no tengo ninguna vinculación con España. Alguien habló. ¿Cómo han dado conmigo?



Fernández Guaza reconoce sin titubeos y mirando a los ojos ser el hombre que disparó a Arturo Ruiz en aquella manifestación de enero de 1977 en la que el escuadrón fascista irrumpió al grito de “¡Viva Cristo Rey!”.



La muerte del joven estudiante se saldó solo con la condena de Jorge Cesarsky, un argentino vinculado a la Triple A que fue sentenciado a seis años de prisión por terrorismo y tenencia ilícita de armas y que solo cumplió un año de cárcel. Fernández Guaza nunca se sentó en el banquillo. Se esfumó de España tras el crimen y ha gozado de impunidad más de cuatro décadas. El Código Penal español, al contrario que en Francia o Italia, impide juzgar en ausencia.



Los intentos de la familia de Arturo Ruiz para desempolvar la causa en España resultaron inútiles. Hace semanas que la Audiencia Nacional rechazó reabrir el caso, con dos votos a favor y uno en contra, con el argumento de que no puede aplicarse la Ley de Memoria Histórica, que obliga a investigar el Franquismo. El domingo 23 de enero de 1977 fue una aciaga jornada para la familia Ruiz. Cuando el patriarca, Eduardo, familia de Antonio Torres Alonso, toda una institución en Bédar por su comercio y estanco en Bédar, comía en Gargantilla de Lozoya (Madrid), donde trabajaba como secretario municipal, se topó de sopetón con la noticia más amarga de su vida. El telediario abría con el asesinato de uno de sus ocho hijos, entre ellos Juan Manuel Ruiz, exdirector del Centro Penitenciario Acebuche de Almería, entre otros establecimientos penitenciarios.  


Al grito de “¡viva Cristo Rey!”, una jauría fascista desembarcó en el tumulto. Ruiz, según los testimonios del sumario, se encaró a un ultra corpulento de 1,80 de estatura que amenazaba a una chica con una manopla metálica con puntas y una cadena. “Saca tu pistola y mátame a mí”, retó envalentonado al agresor con dos piedras en las manos. Ignacio Fernández Guaza retrocedió unos pasos y arrebató a su cómplice, Jorge Cesarsky, una pequeña arma semiautomática, que algunos manifestantes llegaron a pensar que era de juguete…Conocido en los cenáculos ultras de la Transición como el Posturas o el Frutero, el pistolero que segó la vida de Ruiz se ganaba la vida coordinando clubs nocturnos como el Mogambo en el Madrid de los años de plomo.


La familia de Arturo Ruiz se siente abandonada. “Ningún partido político, ni de derecha, izquierda o centro se interesó por nosotros. Seguimos insistiendo para que se haga justicia con mi hermano, que está considerado víctima del terrorismo”. El asesinato de Ruiz inauguró la semana negra de la Transición. Manuel Ruiz reside en Granada y todos los veranos los pasa con su familia de Almería y en su casa de Roquetas de Mar. Lo que más recuerda de los días siguientes a la muerte de su hermano es la solidaridad de los vecinos y amigos de Arturo, que pasaron la noche en vela con la familia. Incluso llegó gente desde Granada, la provincia de la cual los Ruiz habían migrado cuando Arturo tenía 15 años. “Mi hermano era un líder nato y se hubiera convertido en un magnífico abogado si no lo hubieran asesinado”, asegura Manuel. Arturo Ruiz era muy inquieto, con mucha energía, implicado en los temas sociales, sin estar adscrito a ningún partido. Un joven de 19 años que trabajaba de albañil por la mañana y estudiaba para acabar el bachillerato por la tarde. “Una vez, en el pueblo, regaló nuestra bicicleta a otra persona, porque decía que la necesitaba más que nosotros”, recuerda Manuel. “Arturo era así, por eso lo quería todo el mundo”.


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