Luces y sombras del ser humano

José Luis Masegosa
07:00 • 18 feb. 2019

No hace mucho tiempo que  la agencia Pingdon publicó un estudio según el cual cada día se envían casi cuatrocientos millones de e-mails, en gran parte, en torno a un 90 por ciento, no deseado. ¿Quién no conoce a alguien que constantemente envía mensajes y espera respuesta, cuya ausencia le puede provocar un innecesario estrés?. ¿Quién, pese a disponer de todos los filtros y un buen sistema antivirus en sus ordenadores, no encuentra, a veces, su correo saturado de mensajes basura o destrozado por esos “bichos” tan dañinos que nadie ha visto.


¿Cuántas veces en un tiempo relativamente prudente, de dos o tres horas, no accede a su cuenta de correo, o a alguna de las redes sociales como Facebook o Twitter?. Si las cuenta y reflexiona acerca de la necesidad real de ese acceso se encontrará con inusitadas sorpresas, aunque en el ámbito de las tecnologías es difícil  hallar algo sorprendente. Además de ese saludable ejercicio de sumar y meditar, no está de más reparar en el tiempo que empleamos ante la pantalla para responder a los correos o a los mensajes de las plataformas sociales.


Tal vez la rutina diaria impida que recapacitemos en que todo ese tiempo lo podríamos haber empleado en tomar un café y departir con alguna vieja amistad a la que desde hace años ignoramos, en visitar a algún familiar alejado, en descubrir los misteriosos diálogos de los piares de la fauna avícola de nuestro entorno, en aliviar con nuestra conversación la eterna soledad de cualquier anciano que deambula por un parque  o en vivir más con la lectura del capítulo de alguna novela a cuyo autor dimos vacaciones inmerecidas .



Pese a la existencia de las redes más al uso como Facebook, Twitter o Tuenti, nos comunicamos vía correo electrónico. ¿Quién, pese a disponer de un buen sistema antivirus, no encuentra, a veces, su correo saturado de mensajes basura?. Sé de muchos conocidos que se exasperan ente el colapso de sus cuentas de correo o que se ponen de los nervios cuando no saben por donde comenzar a responder los emails recibidos.


La tecnología ha acelerado el ritmo de nuestras vidas, de tal forma que las ideas van detrás de los hechos y lo que aprendimos no hace demasiado tiempo ya no sirve para nada. 



El vértigo tecnológico, si bien representa un acicate innegable para el progreso y el desarrollo, tiene un reverso nocivo que ataca sin piedad a la condición humana, por lo que se impone un uso racional de los prodigios tecnológicos. Es cierto que las ventajas que aportan las tecnologías proporcionan numerosos beneficios para el ser humano, pero no es menos cierto que un uso indebido y, sobre todo, un abuso desproporcionado de las mismas puede alterar el ritmo normal de la vida de los ciudadanos. La pérdida del aprendizaje de muchos conocimientos y habilidades está directamente relacionada con la mala utilización de los medios tecnológicos. 


Quienes hemos crecido al calor de medios más primitivos sentimos mucho respeto por los nuevos medios, si bien nadie puede dejar de reconocer cuanto representan para nuestro bienestar. No obstante, no debemos de olvidar cuán efímera es la vida, pues el calendario es implacable.  



Tal vez no estaría de más  reflexionar acerca de  la necesidad de vivir  con otros ritmos, con otras ambiciones y con una perspectiva más humana de nuestros actos, pues nadie va a evitar que seamos seres humanos, iluminados por nuestras luces y eclipsados por nuestras sombras.


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