El fabuloso grifo que se llevaron de Almería a Pisa

Esta pieza única y casi desconocida brilla en la exposición sobre Al-Andalus en Madrid

La escultura mide más de un metro y representa una figura alada, mitad aguila y león.
La escultura mide más de un metro y representa una figura alada, mitad aguila y león.
Manuel León
07:00 • 20 dic. 2019

Un día del año 1089, naves pisanas que se vieron llegar por el horizonte marino,  saquearon Almería, entonces una taifa rica e instruida, donde corría la plata y la seda y donde sonaba el laúd, pero  gobernada por el inofensivo Almutasim, más poeta que guerrero. 



Al-Maryya era entonces uno de los primeros reinos resultantes de la descomposición del Califato de Córdoba y había tenido una gran notoriedad y engrandecimiento en esas décadas de independencia, con Jairán como sonoro soberano. 



Pero estaba desgastada hasta la médula por las luchas fratricidas con taifas vecinas, como la de Denia, y fue el momento en el que la República de Pisa aprovechó para vengarse  de esa taifa  por los continuos ataques de los piratas musulmanes en el Mar Tirreno, como Hitler se vengó de la República española bombardeando Almería casi novecientos años después. 



Entraron los marineros pisanos en la ciudad, probablemente quemaron viviendas y edificios públicos y se llevaron joyas y tesoros. Entre ese botín de guerra -está documentado por los autores Monneret de Villard, Anna Contadini y Leopoldo Torres Balbás- la flota pisana arrambló con la mayor escultura en bronce del mundo islámico medieval en ese momento -mitad león, mitad águila- que se llevaron a bordo hasta su entonces emergente Puerto. Hasta 1928, el ‘grifo almeriense’ estuvo en la cumbre del tímpano oriental de la catedral de Pisa y desde 1928 está expuesto en la cabecera del Museo de la catedral de esa ciudad célebre por su torre inclinada (Museo dell’ Opera del Duomo). 



La existencia de esta legendaria pieza, cuyo emplazamiento medieval dada su fastuosidad y tamaño (más de un metro de alto) podría ser La Alcazaba medieval que mandara construir Abderramán III en 955 -aunque es enigmática su función originaria- es hoy casi desconocida para la ciudad de la que salió y se ha convertido estos días en uno de los principales reclamos publicitarios para visitar la exposición que se acaba de inaugurar en el Museo Arqueológico Nacional en Madrid con el título de Las artes del metal en Al-Ándalus. 



Fue inaugurada el pasado martes por un almeriense, el ministro de Cultura, José Guirao, quien posó al lado del Grifo, como estandarte de la muestra, y quien probablemente no fuera sabedor del origen ‘almeriense’ del fabuloso bronce. Junto al grifo alado, se muestran estos días en el Arqueológico madrileño la espada damasquina que Boabdil perdió en 1492, un globo metálico con estrellas fechado en 1085, un bronce procedente de Ciudad Real o un surtidor de fuente.



 En total la muestra reúne piezas islámicas únicas procedentes de treinta museos del mundo.



El conde que se llevó la Puerta de Pechina
La Almería medieval, como tantas ciudades costeras de la época, fue objeto de continuas invasiones, saqueos y asedios y también de flotas que venían en son de paz a reparar sus embarcaciones de vela y remo en sus famosas atarazanas o a realizar el avituallamiento tras una larga travesía. Uno de los asedios más furibundo fue el del rey Jaime II de Aragón en el año 1309 que con una catapulta intentó acabar con los muro de La Alcazaba a fuerza de lanzar bolaños. 


Pero la cesura más importante del dominio musulmán durante la época medieval en Almería fue la conquista y dominio durante una década de los reinos cristianos de León y Aragón, desde 1147 a 1157, en lo que se denominó La Conquista de Almería con cantar de gesta incluido. En esa invasión contra los almorávides almerienses, acaudillada por Alfonso VII y Ramón Berenguer IV, participaron también navíos pisanos y genoveses. El botín de guerra fue la propia Puerta de Pechina, además de labradas vajillas, estofas de seda y lámparas de la Mezquita.



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