La madre del cura

Carmela Pérez Iglesias es la madre del párroco de Los Ángeles

Dios está aquí
Dios está aquí

Tony Fernández

Tony Fernández
19:52 • 30 mar. 2024

He vuelto a mi Iglesia de Los Ángeles porque a mis nietos Dany y Paula le gusta la misa que dice don Alejandro Moreno, y allí estamos los jueves y los viernes antes de las siete. Siempre miramos la foto del barrio de 1970 y les cuento historias de los descampados y de las balsas de riego a los pies de La Molineta cuando yo era niño y se lo pasan bomba.



Bajando las escaleras al entrar a la izquierda están las feligresas ‘cantoras’ que hacen las lecturas y a mi derecha el sacristán de cuyo nombre me he enterado por correo electrónico. Jerónimo Aracil Moreno. Tuvo mucha culpa de que volviera, don Alejandro, que un día me echó el alto en la calle Marchales y me recordó que siendo del barrio tengo que ir a misa a mi iglesia. Le dije que era por el horario que me levanto muy temprano y con el cambio de hora: puntual.



Siempre me siento en el mismo lugar con mi Virgen de Los Ángeles a la izquierda y la Virgen de Belén a la derecha. En el altar la tecnología punta de la tablet del cura, con música que te pone en situación. Y delante de mí: la madre.



María Cassinello



Siempre me ha llamado la atención verla con el bastón en el suelo sentada en su sillón junto a tres vecinas que nunca faltan y me ponen en las manos desinfectante gratis: qué ‘bonicas’. La señora de la que les hablo se llama Carmela Pérez Iglesias y me enteré de rebote que era la madre del cura. Un día le pregunté a su nieta si el apellido de su abuela era Cassinello, y me dijo que era la madre de don Alejandro. Hacía poco que había muerto María Cassinello y pensaba que era hermana suya, y le iba a dar el pésame cuando me encontré con la madre del cura. No le dije nada, pero desde ese día me iba fijando en sus movimientos durante la misa y en esa forma de dar la paz con una sonrisa y una cara de virgen que me recordaba a mi madre Carmela. Se llaman igual, pero la mía ya no me conoce y solo me dice: “mi hijo el de la radio” y luego se calla. Algo ha tenido que ver en esta historia María Cassinello que donó los terrenos de la parroquia creo recordar. Otra Santa.



Mi madre



A las puertas de la Semana Santa y con el cambio de hora vuelvo a San Ildefonso que la misa es una hora antes, y le pedía a la madre de don Alejandro que se pusiera en su sillón para hacerle una foto. Luego otra con el sacristán y, ahora, la historia. Le dije que me dijera la edad “86 años y tengo una hija y don Alejandro. Mi vida no ha sido fácil porque me quedé viuda muy joven”. Le dije que hay que luchar y no rendirse y me sorprendió con esta frase: “mi medicina me llega del Señor que cada día me da fuerzas para luchar y seguir con la misma ilusión de cuando era niña”. Me preguntó mi nombre y a renglón seguido exponía que: “mi Iglesia es la de San Pedro y mi cura don Eduardo. Yo soy de aquella parroquia”. Le dije que conocía bien a don Eduardo, “ya murió y no está con nosotros”, pero le recordé que en 1983 me casó para toda la vida un día del Pilar a las 6 de la tarde. Los ojos le brillaban, se notaba que tenía fe en don Eduardo y me habló de su hija y de sus nietos con una enorme ilusión. Yo no le dije el por qué me fijaba tanto en ella, y ahora cuando lo lea se va a enterar. Tiene un enorme parecido con mi madre que vive muy cerca de la Iglesia y se llama Carmela. Mi madre mira con la misma bondad que ella y la he notado feliz en cada misa viendo como su hijo parte el pan de Cristo, y nos regala unas homilías sencillas y directas que nos hacen reflexionar camino de casa.



Carmela es también madre de Tamara que tiene 11 hijos (nietos maravillosos) y forma una familia misionera junto a su esposo Javier, y fueron enviados como familia misionera a Taiwán por el Papa Juan Pablo II.


Mis gentes

En esa Iglesia he despedido a mi padre y a muchos vecinos queridos. Vi nacer la parroquia en un local comercial y las obras de la iglesia. Esto antes no lo entendía, pero ahora tengo claro que aquello era lo material y lo que vale, es entrar cada jueves o viernes a la Iglesia  de Los Ángeles y buscar a la madre del cura que lo mismo está de rodillas rezando en soledad que en su sillón esperando al párroco (su hijo) del que está muy orgullosa. Los Ángeles siempre ha sido un crisol de culturas pero seguimos al pie del cañón con la misma fe. Las ‘beatas’ de siempre y bautizando y despidiendo a vecinos. Carmela, un día se irá al Cielo pero se merece salir en LA VOZ para que vea su hijo, el cura, lo que vale una madre y la suerte que tiene Carmela con la medicina del Señor que le da la vida.



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