La vida trepidante del primer periodista almeriense

Mariano Alvarez (1815-1908) fue director de cinco periódicos y murió en la absoluta miseria

Retrato a plumilla del impresor, periodista y editor almeriense, que fue también alcalde en 1868.
Retrato a plumilla del impresor, periodista y editor almeriense, que fue también alcalde en 1868.
Manuel León
07:00 • 19 sept. 2021

El escenario intacto de una de las viejas imprentas de Almería sigue ahí, en la casona más antigua de la calle de Las Tiendas número 17; sigue ahí el sótano semioculto, la bóveda del techo y la arcada, la estrecha escalera de caracol por donde subían y bajaban los redactores, los vanos de las ventanas; siguen ahí los tinteros ya secos, el latón de las regletas y hasta los tipos fijos del abecedario, con restos del plomo centenario con el que don Mariano Alvarez y sus secuaces confeccionaban La Campana de la Vela; sigue ahí en espíritu esa fábrica de la palabra escrita, en esa soledad sonora, donde no llega siquiera el rumor de las tiendas de bragas y sujetadores de arriba; y sigue también ahí el rincón donde Carmen de Burgos ejerció de cajista de La Almería Bufa, antes de que su marido, el hijo del dueño, el que había sido su amor, la maltratara tras noches de prostíbulos y licor. 



Sigue todo eso ahí, ahora propiedad de una señora ajena al negocio original, como un testigo mudo de lo que fue el preámbulo de la primera actividad informativa almeriense y de su principal personaje, el primer periodista profesional de la historia de Almería, protagonista de una vida trepidante llena de dientes de sierra. Cuando Mariano Alvarez Robles editó su primer periódico, El Pensil, en 1835, Francisco Rueda, el considerado como el padre del periodismo almeriense moderno, acababa de nacer.



Mariano Alvarez Robles vino al mundo en Almería en 1815 y desde muy niño se interesó por la lectura y la escritura aprendiendo en la imprenta de Santamaría.



En una oficina de la Plaza Vieja editó su primer periódico -El Pensil- más orientado a la literatura que a las noticias. Después le siguieron  El Cascajar, El Caridemo, El Progreso y La Campana de la Vela, que se convirtió en 1854 -aun no se editaba La Crónica Meridional que nació en 1860- en el primer periódico diario de la historia de Almería del que se conservan ejemplares.



Don Mariano fue en toda regla un caballero almeriense urdidor de causas nobles.  Militó en el Partido Radical, bajo el patronazgo de Ramón Orozco y su hijo Manuel, y formó parte de la Junta Revolucionaria de Almería de 1868. Ese mismo año fue alcalde y diputado provincial. Fue un renombrado declamador que impulsó el Liceo y el Ateneo y escribió varias obras de poesía como La Leyenda de la flor marchita y piezas escénicas como Vengar con sangre una ofensa y una opereta titulada Al sol de Sevilla.



No solo fue director de cinco periódicos, sino que fue también el editor por excelencia de la segunda mitad del siglo XIX, junto con la imprenta de la familia Cordero.



En ese sótano de la calle Las Tiendas estaba el taller de tipografía, en la planta baja la librería donde Mariano y sus hijos -Arturo, Augusto, Adolfo y Hortensia- despachaban novelitas por entregas, almanaques y tarjetas de visita. Encima estaba la casa donde vivía la familia incluida Colombine, cuando aún no era Colombine.



Mariano llegó a imprimir en ese obrador algunos años del Boletín de la Provincia -se publicitaba como Impresor de su Majestad (él, que era más republicano que Salmerón)- además de los periódicos que iba alumbrando el mordaz de su hijo: La Almería Bufa, La Almería Cómica, El Cáustico, una prensa punzante e irónica que lindaba con lo chabacano que tantos disgustos causó al bueno de don Mariano.


Si el hijo era más o menos un 'pirata del Caribe', el padre fue un periodista vocacional, exquisito y al mismo tiempo combativo. Él fue el que enseñó a su nuera Carmen los secretos de la escritura, de la redacción de textos, con los que luego triunfó en Madrid.


Entre sus redactores estaban Manuel Malo de Molina, Francisco Ledesma, Esteban Góngora, José Manuel Espadas y sobre todo Juan Antonio Gutiérrez de Tovar, un todoterreno del periodismo de la época que tenía la inaudita costumbre de retarse a duelo con quien lo vilipendiara.


Mariano Alvarez fue el primer gran periodista almeriense, un caballero de las letras del XIX, que supo dar el salto de la prensa literaria al periodismo de actualidad. Tuvo también un papel relevante en la historia de Los Coloraos. Él vio con sus propios ojos de niño cómo fusilaron por la espalda a esos liberales inspirados en la Constitución de Cádiz. Y él fue quien en 1847 escribió los versos esculpidos con letras doradas en la base del Pingucho junto a los nombres de las víctimas. Promovió en 1869 el primer cementerio para protestantes que no llegó a cuajar y participó en la fundación de la Cruz Roja de la que fue su primer tesorero.


Don Mariano, casado con Dolores Bustos que falleció en 1893, fue comendador de la Orden de Carlos III y caballero de la Beneficencia. Y a pesar de todos esos méritos, a pesar de toda ese rol crucial que tuvo  en la Almería decimonónica, don Mariano Alvarez Robles, el vate que maravillaba en las noches del Liceo, el periodista ecuánime, el gentilhombre amigo de las causas imposibles, murió  con 93 años en 1908, solo como la una y en la más completa miseria. Tanto que el Ayuntamiento presidido por Eduardo Pérez Ibáñez tuvo que costear el entierro como a los pobres de solemnidad. 


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