“Cuando empecé a pedir órganos para donación me tachaban de bruja”

Entrevista a Charo Ortuño, coordinadora de la Unidad de Donación y Trasplantes durante 25 años

Charo Ortuño posa para el fotógrafo delante del mar, en Almadrabillas
Charo Ortuño posa para el fotógrafo delante del mar, en Almadrabillas Néstor Cánovas
Antonia Sánchez Villanueva
22:56 • 04 nov. 2018

Acaba de jubilarse después de 43 años de ejercicio, que inició nada más graduarse en la segunda promoción de Enfermería de Almería. Especializada en área quirúrgica, ha pasado por todos los escalafones profesionales de Torrecárdenas: supervisora, jefa de bloque subdirectora, directora de Enfermería. Pero, sobre todo, es conocida por haber puesto en pie junto a Francisco Guerrero, la Unidad de Coordinación de Trasplantes, que ha dirigido durante 24 años.  Enormemente vital, con una fuerza arrolladora, Charo Ortuño, almeriense de cuna, empezó en esto de la Enfermería cuando a los titulados se los rifaban, y empezaban a trabajar nada más salir de las aulas.



¿Por qué ahora se marchan fuera tantos enfermeros, no hay empleos o hay muchos titulados?



 No hay suficiente trabajo. Hay muchos campos en los que la Enfermería podría ser valiosísima, como es en los colegios. No sé si hay demasiados titulados, desde luego hay muchos huecos donde podrían estar. 



 ¿Y no están por falta de costumbre?



 Porque no se ve la necesidad. Yo espero que no se tengan que intoxicar tres clases en un colegio para que alguien diga que a lo mejor deberíamos tener enfermeros en los colegios, aparte de nutricionistas. En los colegios hay niños diabéticos, niños autistas, que podría llevar mejor una enfermera que una maestra en determinados campos. 



 ¿Falta perspectiva educativa de la salud?



 Yo creo que sí, lo están cubriendo y muy bien muchos profesionales desde atención primaria, pero tienen mil cosas más que hacer, los programas de hipertensión, las vacunaciones... Hay muchas enfermedades que se podrían diagnosticar precozmente si hubiera un profesional andando por el patio de un colegio o por las clases. 



 Quizá la prevención es la parte menos atendida en el sistema sanitario. 

 Es la que mejores resultados da pero a tan largo plazo que  no lo relacionas. Evidentemente la mejor forma de curar es que no se produzca la enfermedad. Y la más barata. 


 ¿Por qué cuando hablamos de Enfermería hablamos siempre de mujeres?

 Pues porque siempre fueron mujeres. También se habla de cuidadoras. Una profesión que se basa mayoritariamente en cuidados tiene nombre de mujer, sí. 


 ¿Su profesión se ha minusvalorado con respecto a los médicos?

 Se ha metido mucho detrás del papel del médico. Y sigue sucediendo. Evidentemente, una de nuestras funciones consiste en aplicar los tratamientos que haya recetado un médico. Pero hacemos cien mil cosas más. Y cada vez más se va notando lo que hacemos. Un médico no tendría la capacidad de ver todas las veces que una enfermera a un paciente. Y en labores educativas está más accesible. 


 Ha estado ejerciendo siempre en el ámbito hospitalario, conoce perfectamente Torrecárdenas…

 …. Conozco hasta los ratoncillos (risas). Empecé en la Bola Azul. Cuando yo empecé a trabajar no existía Torrecárdenas. Tres enfermeras de quirófano, entre ellas yo, fuimos las primeras que hicimos guardia la noche que se abría.


¿Y cómo fue aquella noche, la recuerda? 

 La recuerdo como si la estuviera viendo. El traslado empezó a las seis de la mañana, a esa hora empezaron a llevarse a los pacientes desde la Bola Azul. Nosotros estábamos allí desde las ocho de la noche, el teléfono de contacto nos lo habían habilitado en el despacho del administrador, y nos sentaron a las tres en el despacho por si sonaba el timbre de urgencias. El hospital estaba ya terminado y montado, las puertas estaban cerradas, y había dos doberman y dos guardas de seguridad dando vueltas. 


 ¿Hubo alguna urgencia esa noche previa?

 No. Si hubo alguna se dirigió a la Bola Azul. 




¿Torrecárdenas es para sentirse orgulloso?

Muchísimo. Yo he trabajado en trasplantes con equipos que venían del Hospital 12 de Octubre, del Gregorio Marañón, y ellos mismos decían, en Torrecárdenas sois magníficos. Yo creo que sí es para sentirnos orgullosos del hospital que tenemos, no solo por los profesionales, también por las técnicas que se realizan. 


¿La sociedad almeriense aprecia lo que tiene?

 En las encuestas nos ponen muy bien. Cuando estuve en la dirección manejaba las estadísticas y creo que la gente sabe apreciarlo. 


¿Socialmente se ha perdido  el respeto en  los servicios públicos? Me refiero a los episodios de agresiones. 

Eso ha existido toda la vida. Te encuentras con gente de todo tipo, y además pasando un mal trago. Quizá haya más, pero es que si antes había quince urgencias al día, ahora podemos tener 1.500. Yo creo que la incidencia es pequeña. Que no debería existir ninguna, también lo creo. Pero no lo considero alarmante.


 ¿Sabemos utilizar las urgencias los ciudadanos? 

Le hemos pillado el truquillo. Si llego, me hacen la radiografía, la analítica, y no tengo que ir siete veces, después voy al médico y ya lo tengo todo. Las pillerías existen. Por eso viene muy bien la figura de la clasificación. Aquí no lo hacemos, pero en la comunidad catalana te dicen, según su gravedad, a usted le vamos a ver en tres horas o cuatro. Si quiere, salga y dése una vuelta. 


¿Ese dicho de que la sanidad en Andalucía está peor, tiene fundamento?

Virgen Santa, ¿quién ha dicho eso? En absoluto. La sanidad andaluza se puede medir con cualquier sanidad de este país, e incluso ganarle. 


Puso en marcha y ha estado al frente del programa de donaciones de Torrecárdenas ¿es la joya del trabajo que ha desarrollado?

 Yo no lo considero así. Yo entré por una relación personal, tenía un amigo al que tuvieron que trasplantar de corazón. Estábamos en la Bola Azul y yo organizaba la parte quirúrgica. Me fui metiendo, y cuando se creó la ONP [Organización Nacional de Transplantes] y las coordinaciones hospitalarias, me la ofrecieron. He estado 25 años. Los resultados desde luego son magníficos, pero yo si lo considero una joya es en el sentido de cómo las familias son capaces de olvidar por lo que están pasando por evitar que otra familia pase por eso mismo. Hablar con una familia que te atienda,  que sean capaces de entender lo que les estás diciendo en un momento así… Si se pudieran pedir los órganos tres días después de enterrar a alguien, no habría nadie que dijera que no. Ese momento es muy duro. 


¿Cómo fueron esos primeros años? ¿cómo reaccionaban las familias al pedirle los órganos de su familiar muerto?

Te miraban como si te hubieras vuelto loca. Te miraban y te decían, de qué está usted hablando, aquello era una cosa como de brujería o magia, había gente que no había oído en su vida hablar de la palabra trasplante. Y te decían, eso es imposible. Cuando se empezó a trasplantar, y a salir gente de los programas de diálisis, trasplantada y perfectamente bien, eso ha ido concienciando a la gente. Al principio decían, eso será cosa de gente rica. Me lo han dicho muchas veces. 


¿Pensaban que se compraban los órganos?

Decían que a eso no podías aspirar más que si tenías mucho dinero. 


¿Se enfrentaron a muchas negativas?

Sí. Además, estamos al sur, aquí el culto a la muerte es muy diferente a los países nórdicos, y, sin embargo, el milagro español ha sido haber dado la vuelta a esa tortilla. 


 En esos tiempos, decirle a la gente de enterrar a su difunto sin una parte era como...

 ...Como si lo estuvieras profanando. En los primeros tiempos alguien me decía: “¿pero no se está dando cuenta de que me está pidiendo profanar el cadáver de mi padre?…


 Qué duro. ¿Cómo se convence a esa persona?

 Aquí no se trata nunca de convencer. Yo he intentado explicarle lo que sucedería si ellos donaran, y lo que sucedería si no donaran. Esa ha sido siempre mi forma de hablar con las familias. Yo creo que para poder elegir, y al fin y al cabo esto es una elección, tienes que tener todos los conocimientos. Yo he intentado darle esos conocimientos. 


 Imagino que tuvo que explorar su propia psicología. 

 Bueno, en eso nos han ayudado muchísimo. A mí muchas veces me han preguntado qué he recibido yo del programa de trasplantes. Evidentemente, muchísimas satisfacciones. Y una formación impecable. Se cuidan todos los detalles para formar a una persona que va a ser coordinadora de trasplantes. El aspecto psicológico, el aspecto de comunicación…. A lo mejor tienes delante a una familia entera que te está diciendo que sí, y ves a una persona al fondo que no dice nada, y piensas, en cuanto salgamos este les va a decir que no. Lo único que puedes hacer es no dejar nunca que se vaya una persona sin que haya terminado de ver claro.

Cada cual tiene su ritmo y esas cosas las tienes que manejar muy bien. 


 Y muy rápido. 

 Evidentemente, lo tienes que manejar muy rápido y no dar jamás la sensación de que tienes prisa. Tú no puedes llegar a una familia que acaba de sufrir una pérdida de ese calibre, y decirle, “dese usted prisa que yo tengo mucha prisa”, porque mi prisa le trae al pairo. Tienes que hacerle ver  que en ese momento lo más importante que tengo que hacer es estar hablando con ellos. O soy capaz de transmitírselo, o lo llevo mal.  


 ¿Recuerda algún caso de manera especial?

Recuerdo la mayor metedura de pata que tuvimos mi compañero y yo en una petición de órganos. Nos llamaron de Reanimación, habían operado a un chico de un tumor cerebral y estaba en muerte encefálica. Fuimos a hablar con los padres y les explicamos que el cerebro de su hijo había dejado de funcionar, le hablamos de la posibilidad de donar algunos órganos. Y, de repente, la madre me abrazó y me dijo. “señorita, ¿y dónde vamos nosotros ahora a por un cerebro para nuestro hijo?”. Me cayeron los siete pisos de Torrecárdenas encima. Le había dado una esperanza a esa mujer, pero no sé cómo lo hice. Hemos analizado esa entrevista diez mil veces, estamos seguros de que en ningún momento lo dijimos, pero fue lo que ella entendió. Y, en comunicación, lo único que existe es lo que entiende el otro. Está claro que de alguna manera le dimos a entender que podíamos trasplantar a su hijo de cerebro. No entendió que su hijo ya estaba muerto, sino que con un cerebro nuevo su hijo podría vivir. 




 ¿Era para lo único que no tenían respuesta?

No. Jamás. Yo me decía, pero cómo nos hemos podido equivocar, dónde he metido la pata. No me lo podía creer. 


¿Y en la parte de las familias receptoras, ahí todo son buenas noticias?

 Yo no tengo el gusto de compartirlas. Nosotros no implantamos. Lo que no quiere decir que no hayan venido receptores al hospital a preguntar por la coordinación de trasplantes, y a darnos las gracias por haberle dado la vida. 


 ¿Jamás hay contactos entre las familias de los donantes y los receptores?

 Está prohibido por ley, pero si hay alguien que quiere salir y decir ‘yo estoy trasplantado’, o ‘yo he donado los órganos de un familiar’, tampoco se lo puedes prohibir. Lo que se intenta es que no pueda haber ningún tipo de chantaje ni emocional, ni económico. Los órganos viajan todos con un código y los únicos que pueden descifrar y reconvertir ese código a un nombre con apellidos somos los coordinadores. Por eso todos los protocolos de donación tienen que estar guardados bajo llave. 


 ¿Alguna vez cuando han codificado órganos, han cerrado las neveras y lo han mandado, se le ha ocurrido pensar, ahí va lo que realmente somos, ricos, pobres, altos, bajos, guapos, feos..?

 Sí. Piensas, lo que va ahí es la vida para alguien. 


 ¿Le ha quedado la frustración de no haber estado en un hospital que implantara órganos, no haber asistido a completar el ciclo?

 Siempre te queda ese decir ‘a mi me gustaría también ver la otra parte’. Tenemos la oportunidad de verlos en congresos, a los que vienen trasplantados, y familias de donantes, incluso a dar charlas de cómo lo han vivido, qué les hubiera gustado que fuera de otra manera, dónde lo hicimos mejor o peor… 


 ¿Qué es lo que creen que han hecho bien para ser un referente a nivel nacional?

 Durante muchos años hemos estado prácticamente a la cabeza de España. Ahora hemos bajado un poco porque ha crecido mucho la población de personas de fuera de España, con otros condicionamientos, lo que no quiere decir que no donen. Hubo un año en que a todas las personas que fallecieron de los países del Este, y se les pidieron los órganos, ninguna dijo que no. Los musulmanes no suelen donar. Más que por religión es por tradición. Ellos están viviendo como se vivía en España en los años 40. Y, si a mi, que empecé pidiendo órganos en los años 80 casi 90, me tachaban casi de bruja, imagínate si lo hubiera pedido en los  40. 


 Almería lideró las donaciones, ¿era porque eran vanguardistas o porque comunicaban bien?

 Eso es imposible de saber. Almería era un hospital que no tenía programa de trasplantes. Dentro de nuestro nivel llegamos a ser los primeros del país. La gente respondió. Ahora mismo tenemos menos. ¿Por qué? No lo sé. Pero, por ejemplo, el 061, y hay que darle cien mil agradecimientos, está evitando muertes como no te puedes imaginar. Y el programa de puntos de conducir hizo que cayeran los donantes porque no se producían accidentes. Yo creo que la unión de esas dos cosas hizo que bajaran mucho las muertes cerebrales en Almería. Y, por supuesto, el tener un servicio de Neurocirugía, evidentemente. 


 ¿Ha calculado alguna vez cuántas vidas han podido salvar gracias al programa de donaciones?

 No, y lo podría hacer porque tenemos la estadística desde que empezamos. Pero no lo he hecho nunca. 


 ¿Serán cientos?

 Miles.


 ¿Eso cómo se vive?

 A mí me parece que es lo que hay que hacer, y no me llama la atención. 


 Pero se lo habrán reconocido muchas veces. 

 Paco y yo podemos ser las caras del programa. Pero si aquí hay héroes, son los donantes y sus familias. 


 ¿Hay mucha hipocresía con la eutanasia?

Para empezar, creo que estar vivo no es respirar, comer y tener las funciones, para mí vivir es estar contemplando ese sol, ver el reflejo en el mar... Si yo no soy capaz de vivir en el sentido en que yo considero vivir, no quiero estar viva. Y me gustaría que alguien me ayudara si yo no pudiera hacerlo. Estoy absolutamente a favor. ¿Por qué me tienen que condenar a seguir sufriendo?  Creo en la libertad de las personas y creo que tú tienes que tomar la decisión con el conocimiento de todo. Yo la eutanasia la veo liberarte. 


 ¿Cómo le gustaría ver Torrecárdenas dentro de unos años?

 Como me gustaría ver todos los hospitales, vacíos. (Risas). Excepto el Materno. Bueno, me gustaría que siguiera con las líneas de investigación y las líneas de mejora que lleva emprendidas. Yo creo que si hay algo que nos hace sentirnos tranquilos es saber que tienes ahí un hospital que si te pasa algo va a responderte, eso tranquiliza muchísimo.



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