Almería en los tiempos del covid-19 (XXXIV): Los de Villarriba y Villabajo

Un niño de Almería jugando el pasado domingo con la estatua de Nicolás Salmerón en la Puerta de Purchena, después de 40 días de confinamiento.
Un niño de Almería jugando el pasado domingo con la estatua de Nicolás Salmerón en la Puerta de Purchena, después de 40 días de confinamiento.
Manuel León
07:00 • 28 abr. 2020

Ya está Almería -España entera- dividida una vez más. Ya es oficial. Como cuando eras carlista o isabelino, como cuando eras del Poli o del CF, de Ruiz Manuel o de Torres Jerez, de Mónsul o de Genoveses, de La Dulce Alianza o del Once de Septiembre; ya están los almerienses -como el resto de ibéricos- pleiteando en las redes, como tirios y troyanos, como capuletos y montescos, sobre la conveniencia de que salgan los padres con los hijos: los hay que se posicionan a favor de un confinamiento casi perpetuo, los partidarios de la cadena, ‘los Filoconfinados’, que se indignaron de ver por los balcones a las huestes familiares caminando por el Paseo Marítimo o por La Rambla, parándose a saludar, sin mascarilla y sin guantes, a otras familias de padres, madres y hasta alguna abuela, viendo cómo se montaban partidos de pelota entre infantes en el anchurón de Las Almadrabillas o junto al bronce de Nicolás Salmerón. “Solo les falta el vinito blanco y la tapa de calamares”, decían desde el rincón de los precavidos. No llevar mascarilla ahora por la calle, es como llevar minifalda en los años 50: todo el mundo te mira; y la otra mitad son ‘los Filolibertarios’, los que viven la situación de forma más relajada, los que piensan que un anciano o un niño que no sale puede que en vez de morir del virus se muera de pena, que también es otra forma de morir. 



Uno se imagina a estas dos ramas del saber, del cuñadismo más genuinamente almeriense, interactuando a lo largo de los próximos días: mientras que los de Villa Abajo pasean comiendo pipas con niños y patinetes por la calle, los de Villa Arriba gastarán gritos desaforados desde los balcones “Ya está bien de cháchara, sinvergüenzas, nos vais a matar a todos, tirad ya para casa”. 



Así está el ambiente en algunos casos, no en todos. Afortunadamente uno intuye que en la ciudad sigue habitando más el sentido común que el sin sentido. Ese patio de vecinas que son las redes sociales, en el que hay muchos que se escudan en el anonimato para insultar y amenazar,  no puede ser representativo del estado mental de Almería en este tiempo tan duro de roer. Lo único que sabemos es que no sabemos nada sobre esta marimorena en la que andamos metidos, sobre este escenario inédito de nuestra historia reciente en el que hasta los expertos parecen dudar cuando les preguntan en el Telediario, pero cuanto más dudan los que saben, más saben los cuñados de guardia en este 'coronatiempo'. 



Todo es matizable según donde se ponga la lupa, cómo se enfoque la foto, según el prisma como se miren las cosas. Por eso, hubo una imagen que hizo arder las redes sociales en la tarde del domingo en la que se veía a gente caminando por el Paseo Marítimo. Una foto aérea desde una terraza que abrió un debate ciudadano, elevando la anécdota a categoría, en las que casi todos los intervinientes actuaban como jueces, sin acordarse de aquella ejemplarizante escena entre la adúltera y los fariseos rabiosos del evangelio de San Juan: “Quien esté libre de pecado que lance la primera piedra”. En este sentido, el obispo Adolfo, por su cuenta y riesgo, exculpó a Dios el otro día de estar detrás de este drama cósmico: “Dios no es el responsable de esta pandemia, porque Dios nos ama”. 








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