De los invernaderos al paraíso rural: los almerienses que viven un sueño entre cerezos en flor
"Me veo jubilada en Abrucena, rodeada de cerezos y rosales, es un paraíso"

Sorina y Ovidio paseando en su finca: 'La bonita'.
Hace más de 25 años, Sorina y Ovidiu tomaron una de las decisiones más importantes de su vida: dejar atrás su país, Rumanía, en busca de un futuro mejor. Querían una vida estable, trabajo, y un lugar donde formar una familia. Ese viaje los llevó hasta Almería.
Se instalaron en Roquetas de Mar, donde comenzaron a trabajar en la agricultura, en los invernaderos que hacen de Almería la famosa “huerta de Europa”. A base de esfuerzo, constancia y muchos madrugones, esta pareja logró echar raíces. Hoy pueden decir a boca llena que su hija es roquetera. La de esta pareja es una historia de sacrificio, pero también de sueños cumplidos. Y cuando parecía que su camino estaba trazado, la vida volvió a sorprenderles.
La búsqueda de aire puro… y un nuevo comienzo
Tras la pandemia, como a muchos, les llegó el momento de parar y reflexionar. “Sentíamos que necesitábamos aire, naturaleza, desconectar un poco del ritmo diario”, cuenta Sorina. Así comenzó su búsqueda de una finca en el interior de la provincia.
La encontraron en Abrucena, un pueblo en la comarca de Los Filabres-Tabernas, muy cerca de la provincia de Granada. Rodeada de montañas, tranquilidad y vistas que invitan a quedarse, la finca tenía viñas, olivos… y algo que les atrapó desde el primer momento.
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“Decidimos llamarla Finca La Bonita, porque eso es justo lo que sentimos al verla: que era un sitio precioso. Y queríamos rendir homenaje a esa belleza.” Lo que no esperaban era que este rincón idílico se transformaría en su nuevo proyecto de vida.
6.000 cerezos y un vecino que les cambió el rumbo
Fue un vecino de Abrucena quien les habló de la tradición de los cerezos en la zona, y quien les animó a plantar en su propia finca.
Les enseñó cómo cuidarlos, cuándo recoger la fruta, y les transmitió su pasión. “Gracias a él dimos el paso. Le estamos muy agradecidos”, dice Sorina.
A día de hoy, Finca La Bonita cuenta con más de 6.000 cerezos. Este ha sido su primer año de cosecha, y aunque aún combinan su tiempo con el trabajo en los invernaderos de Roquetas, ya ven claro hacia dónde quieren ir.

Las cerezas de 'La Bonita'.
“Esto lo vivimos como una aventura familiar. Tenemos muchas ideas, y sobre todo mucha ilusión. Poco a poco queremos que este proyecto nos permita vivir solo de la finca.”
De grabar recuerdos a recibir visitas
A Sorina siempre le ha gustado el mundo audiovisual. Empezó grabando vídeos y haciendo fotos de la finca, simplemente como recuerdos. Los subió a redes sociales, sin grandes pretensiones… y la respuesta fue inesperada.

Ovidiu recogiendo cerezas.
“La gente empezó a escribirme, a preguntar si podían venir a ver la finca, recoger cerezas, pasear entre los árboles.”
Así que decidieron abrir Finca La Bonita a visitas turísticas. Organizan pequeñas jornadas para que la gente venga, recoja su propia fruta y disfrute de la naturaleza. También han plantado rosales de todos los colores, que cuando están en flor convierten el lugar en un auténtico jardín.
“En marzo, con los cerezos en flor, todo el pueblo se llena de rutas senderistas. Es una pasada. La finca se transforma, es muy especial.”
Roquetas como base, Abrucena como destino
Hoy por hoy, la familia sigue residiendo en Roquetas de Mar, pero pasan casi todos los días del verano en Abrucena. “Mi marido está allí casi siempre, hay muchísimo trabajo. Pero lo vivimos con mucha ilusión. Esto es nuestro.”

Ovidiu y Sorina en su nueva finca: La Bonita.
El objetivo es que, el año que viene, puedan vivir completamente de la finca. “Nos queda por aprender, claro, pero creemos mucho en lo que estamos haciendo. Le ponemos alma, esfuerzo y muchas ganas.”
Y Sorina lo tiene claro: “Yo me veo jubilándome allí, en Abrucena. El pueblo nos encanta, es tranquilo, la gente es muy cercana. Es un lugar para vivir bien, para respirar.”
Hoy, esa tierra que guarda historia milenaria, es también el presente y el futuro de esta familia que llegó desde Rumanía con las manos vacías… y ha terminado rodeada de cerezos, flores y sueños por cumplir.