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Las fresas más dulces de Almería las cultivan Manoli y Paco en las faldas de Sierra Nevada

En 2019 estos almerienses decidieron cambiar su vida por completo y pasar de la ciudad al mundo rural

Paco y Manoli con sus dos hijos.

Paco y Manoli con sus dos hijos.La Voz

Marina Ginés
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Francisco Aguilera y Manuela Fernández, más conocidos por todos como Paco y Manoli, los de las fresas de Abrucena, son los protagonistas de una historia de esas que tocan el corazón. Hace seis años, tomaron una decisión que cambiaría su vida para siempre: dejar atrás el ajetreo de la ciudad y apostar por una vida sencilla, en contacto con la naturaleza y en familia. Una historia de valentía, amor y agricultura.

En Abrucena, un pequeño pueblo almeriense enclavado en la falda norte de Sierra Nevada, en plena Sierra de los Filabres, viven poco más de 1.000 personas. Y entre ellas, esta pareja que lo dejó todo para empezar de cero y sembrar, literalmente, un nuevo futuro.

De la ciudad al campo: una decisión que lo cambió todo

Ella peluquera, él comercial de coches. Vivían en la ciudad atrapados en una rutina agotadora, desconectados incluso de sus hijos. “Como tantas familias, tirábamos de los abuelos para todo: llevarlos al cole, recogerlos, cuidarlos por las tardes...”, recuerda Manoli.

La familia trabajando en la fresa.

La familia trabajando en la fresa.La Voz

Paco tenía raíces en Abrucena, el pueblo de su padre. Siempre aprovechaban para escaparse los fines de semana y los veranos, y con el tiempo, ese lugar dejó de ser solo una vía de escape. Empezó a convertirse en una idea. Un sueño. Y un día se lo preguntaron: ¿Y si nos vamos a vivir al pueblo… pero esta vez, para siempre?

Manoli fue la primera en dar el paso: se apuntó a un curso de empleo en el pueblo y comenzó a instalarse allí. Paco intentó compaginar su trabajo con idas y venidas. Los niños seguían en su colegio de siempre… pero algo faltaba.

Hasta que un día, los hijos de Paco y Manoli dieron el paso. “Queremos vivir en el pueblo. Queremos apuntarnos al cole de aquí”. Manoli no se lo podía creer. “¿De verdad queréis dejar vuestro colegio de toda la vida?”, les preguntó. Pero ellos lo tenían clarísimo.

Y ahí fue cuando todo cambió. La familia entera decidió echar raíces en Abrucena. Y no volver a mirar atrás.

Libertad, naturaleza… y una fresa inesperada

Desde entonces, los niños disfrutan de algo que en la ciudad no tenían: libertad. “Salen del cole, cogen la bici, se van al campo, juegan con los amigos… allí no podían salir solos, aquí sí”, explica Manoli. Y añade riendo: “En época de fiestas no paran. Cada semana hay fiestas en un pueblo distinto y no se pierden una”.

La familia trabajando en la fresa.

La familia trabajando en la fresa.La Voz

Pero había que buscar un sustento. Y así surgió lo impensable: cultivar fresas. En un pueblo conocido por sus cerezas, ellos apostaron por una fruta distinta, delicada y difícil, pero que ofrecía algo muy necesario: una producción rápida. “Habíamos invertido todos nuestros ahorros y necesitábamos recuperar cuanto antes. Pero no teníamos ni idea de agricultura”, reconoce Paco.

Internet fue clave o así lo recuerda Paco. “Tutoriales, vídeos… lo fuimos haciendo todo poco a poco”. En 2019, se lanzaron a lo grande: plantaron 25.000 plantas de fresa. Contrataron a cuatro trabajadores y lo dieron todo.

Hoy cultivan 7.000 plantas, las justas para poder trabajarlas solo en familia. “La falta de mano de obra nos limita mucho, pero así podemos seguir adelante”. También tienen olivos, almendros y azufaifos, pero el corazón del proyecto sigue siendo la fresa.

Una fresa 100% natural, sin productos químicos, sin cámaras frigoríficas, cultivada al aire libre y recolectada a mano. “Todo lo hacemos nosotros. Todo es artesano, todo lo tocamos con nuestras manos”.

El sabor de lo auténtico

En esta época del año, justo cuando termina la campaña de la fresa de Huelva, las de Abrucena están en su punto. ¿Por qué? Porque las de aquí se cultivan al sol, sin invernadero. Es su momento natural.

Y ese respeto al ritmo de la tierra se nota en el sabor. “Nuestras fresas tienen un dulzor y una intensidad únicos. Las cortamos justo cuando están listas. Del campo a la caja. Del campo a la boca”, dicen orgullosos.

La familia trabajando en la fresa.

La familia trabajando en la fresa.La Voz

No todo fue fácil. Al principio, sus padres —los abuelos— no entendían esa decisión. “Nos decían: ¿pero qué se os ha perdido en Abrucena?”. Estaban acostumbrados a ver a sus nietos a diario. Pero ahora, verlos felices y realizados ha cambiado su visión por completo. “Hoy están muy orgullosos de nosotros”, aseguran.

Porque Paco y Manoli no solo cultivan fruta. Han cultivado un nuevo estilo de vida, más libre, más presente, más consciente. Una historia que habla de tierra, pero sobre todo, de personas.

Las fresas de Manoli y Paco se pueden encontrar en el Mercado Central de Almería, en algunas tiendas locales de Huércal de Almería, y a través de la alhóndiga. Pero más allá de dónde comprarlas, lo que importa es saber que detrás de cada una hay una historia de amor, coraje y familia.

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