La Voz de Almeria

Cartas al Director

¿Molestan más las obras de la ciudad y el puerto de Almería porque están lideradas por María del Mar, Rosario y Eloísa?

Carta del Director

María del Mar Vázquez, Rosario Soto y Eloísa Cabrera

María del Mar Vázquez, Rosario Soto y Eloísa CabreraARCHIV0

Creado:

Actualizado:

De toda la oleada de opiniones críticas que está generando la tormenta de obras en la capital (y no estoy aludiendo a las urgencias de última hora del viernes, que eso es harina de otro costal), las que más me están sorprendiendo son las que hacen a la alcaldesa, a la concejala de Urbanismo y a la presidenta del Puerto algunos de sus compañeros de partido y sus caladeros electorales más fervientes. Las que escucho, que también las hay, de votantes de la izquierda, de los repartidores de suministros o de los taxistas, gremios siempre sensibles a cualquier cambio que se produzca en su particular orden natural de las cosas, son, casi siempre, menos ácidas que las que provienen de las filas conservadoras. Parece una contradicción, pero, si buscamos más allá de las razones estéticas del acierto o desacierto en la elección de la solería del Paseo y otras estéticas, o de los retrasos y quejas (muchas veces justificadas) que siempre provocan las obras en una ciudad acomodada por la mañana a la indolencia de no hacer nada y airada por la tarde porque nada se hace, si miramos más allá de esa bipolaridad de si haces algo, malo, y, si no haces nada, peor, podemos encontrar alguna razón en la que, hasta ahora, no hemos reflexionado. Vayamos con ella.

En el documental sobre “Los Cincuenta años que lo cambiaron todo” realizado por Elena Ortuño y Sara Ruiz, dos magníficas periodistas, editado por este periódico con la colaboración del Gobierno de España, hay una frase que resume una forma de pensar que, aunque alude a aquel tiempo de grisura, todavía continúa presente, a veces de forma inconsciente, en el tejido humano de la ciudad.

La dice María Rosa Granados desde la experiencia de sus 88 años, primera mujer que dirigió una emisora de radio en Andalucía, concejal que fue por el PP, y en la que se lamentaba de que, a lo largo de la historia “la mujer, fuera del hogar, no pintaba nada”. Incluso, recuerda ahora, “cuando llegó la primera oftalmóloga y las primeras ginecólogas a la ciudad, las propias mujeres preferían ser atendidas por hombres porque se les presuponía que las mujeres estaban menos preparadas”.

Con estos antecedentes no sorprende que, en las primeras elecciones municipales democráticas de 1979, de los 972 concejales que fueron elegidos, solo 21 fueron mujeres. 97,4 por ciento de hombres y 2,6 por ciento de mujeres. Si ni los hombres ni las mujeres confiaban en las capacidades profesiones de aquellas médicas que fueron pioneras, no es extraño que tampoco confiaran en la mujer para gestionar los ayuntamientos.

Desde entonces todo ha cambiado. Hoy son más del 40 por ciento el número de concejalas y en ayuntamientos como el de la capital el número de mujeres (14) supera ya al de hombres (13). Afortunadamente el dato mata el relato. Ya no existe aquella insoportable discriminación hacia la mujer.

Lo que todavía no ha matado la realidad es el 'fondo' en el que se asentaba aquella discriminación: todavía no son pocos los que ponen en duda la capacidad de tomar decisiones de la mujer y muchas son las formas en las que lo verbalizan en las barras de los bares o en los vomitorios machistas de las redes sociales. Siempre por la forma se llega al fondo.

En los elogios o en las críticas de algunos ciudadanos a la gestión de Maria Vázquez, Rosario Soto y Eloísa Cabrera en relación con el desarrollo de las obras en la ciudad y el Puerto hay, sin duda, argumentos de peso en uno u otro sentido. Pero lo que también hay en algunos (y no pocos) es la premeditada intención de imputarles un poso de presunta (y falsa) incapacidad por ser mujeres. Es una valoración, quizá inconsciente, fruto de una concepción histórica sustentada en la estupidez supremacista de un machismo obsceno que todavía sigue pensando, como la Iglesia hasta el siglo VI, que las mujeres no tenían alma o, como el franquismo hasta la muerte del dictador, que la mujer donde debe estar es en su casa.

Y que tres mujeres estén dirigiendo (con acierto o sin el, el tiempo lo dirá) la casa de todos los almerienses que es la ciudad les resulta insoportable.

tracking