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Cultura

La almeriense Annët Batlles gana el campeonato de España de poesía oral

La artista, reconocida también con el Premio Nacional de Poesía Viva, se consolida como una de las voces más potentes de la neojuglaría

Annët Batlles en XIV Campeonato Estatal Poetry Slam en Lleida

Annët Batlles en XIV Campeonato Estatal Poetry Slam en LleidaFotografía cedida a LA VOZ

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La poesía no siempre se escribe con tinta. A veces queda grabada en un día gris, en el eco de una ausencia, en la mesa de una cocina o en esas palabras que nunca dijimos. Habita en lo invisible: en la herida y en la ternura, en lo que duele y en lo que salva. No es un lujo ni un adorno. Es una forma de estar en el mundo, con la piel abierta y la voz dispuesta a nombrar lo que otros callan.

En ese lugar se mueve Annët Batlles, la almeriense que ha hecho de la poesía refugio y altavoz. Artista multidisciplinar, su camino la ha llevado del Museo del Prado —donde ganó en 2024 el Premio Nacional de Poesía Viva— a Lleida, donde hace poco se ha proclamado campeona de España de Poetry Slam. Entre la denuncia social y la intimidad cotidiana, Batlles ha convertido su voz en un acto de resistencia compartida: una forma de incomodar, de abrazar y de recordar que la poesía, cuando se levanta del papel, puede cambiar la mirada del mundo.

Orígenes y primeras palabras 

Nacida en Almería en 1991, descubrió la poesía a través del teatro, disciplina que le permitió experimentar con el lenguaje desde un lugar más amplio y multidisciplinar. “Como he hecho teatro desde hace tiempo, fue a través de él como llegué a la poesía. Eso me ha permitido tener una visión y una experimentación desde un ámbito más global”, explica en una charla con LA VOZ.

El primer poema que escribió, sin embargo, no nació en un escenario, sino en un aula marcada por la tragedia. La muerte de su hermano mayor en un accidente de tráfico la empujó a coger un bolígrafo en un día gris y lluvioso. “Yo estaba en clase, acababa de suceder lo de mi hermano, y de repente empecé a escribir. Algo dentro de mí entró en catarsis”, recuerda. Aquella experiencia le mostró que la escritura podía ser un refugio, un modo de atravesar el dolor y transformarlo en palabra. Así lo cuenta también en el prólogo de su libro, 'Hacerse el vivo no cuenta como vivo, señora'.

Libro 'Hacerse el vivo no cuenta como vivo, señora'

Libro 'Hacerse el vivo no cuenta como vivo, señora'Annët Batlles

Influencias y raíces familiares

Batlles no se reconoce como una creadora solitaria. En su memoria late la huella de un profesor que le enseñó que el arte podía estar en cualquier cosa. “Era mi tutor y, cuando tocaba plástica, no hacíamos cuadernos: hacíamos muñecas de trapo, cosíamos, preparábamos galletas y pan”, recuerda con una sonrisa. Aquel gesto sencillo le dejó una lección que aún hoy la acompaña: “Ahora de mayor he asimilado cosas de ese profesor: hacer lo ilimitado”.

Pero si hay una influencia decisiva, esa es su madre. Ama de casa y profesional en su campo, ejemplo de disciplina y entrega, se convirtió en referente. “Estudiaba hasta altas horas de la noche, con una fuerza de voluntad enorme. Por eso menciono a las amas de casa en mis poemas: son muy poéticas, teatrales y admirables”, afirma. Esa mezcla de lucha y ternura, tan presente en su familia, impregna también sus versos. “Hablo de cosas que hay en una cocina, en una mesa, en una casa”, añade. En lo cotidiano encuentra su metáfora más poderosa.

Annët Batlles

Annët BatllesMenorca al Día

¿Qué es el Poetry Slam?

El campeonato que ha coronado a Batlles no es un certamen de poesía al uso. El Poetry Slam es una competición internacional de poesía oral: cada autor recita un texto propio en un máximo de tres minutos y es el público quien decide con sus votos. La mezcla de palabra y performance convierte cada encuentro en un espacio vibrante, participativo y cercano.

“Funciona como una liga de fútbol”, resume. “A lo largo del año hay varias semifinales y en cada una gana una persona. Todas esas personas se presentan a la final. En el nacional, que fue en Lleida, fuimos 18 poetas y se iba compitiendo por grupos”. La norma es clara: textos originales, tiempo limitado y un jurado popular que marca el ritmo.

Aunque reconoce que los nervios siempre están ahí, ella prefiere centrarse en disfrutar. “Sinceramente, intento no pensarlo, porque si lo pensara no lo haría. Yo ya sé de antemano qué textos voy a usar, pero los ordeno en 'crescendo': tienes que ir aumentando la creatividad. Me preparo mucho psicológicamente para no dejarme llevar por las luces, los focos o el show”, confiesa. Lo vive más como un objetivo de disfrutar.

Annët Batlles ganando el Poetry Slam en Lleida

Annët Batlles ganando el Poetry Slam en LleidaFotografía cedida a LA VOZ

La tierra como voz

Aunque ahora viva en Menorca, Batlles lleva a Almería tatuada en su manera de escribir. “Para mí, Almería es un lugar lleno de honestidad, de gente llana, campechana, a mucha honra”, dice con orgullo. Esa raíz se cuela en su poesía como un eco familiar y cercano. “Lo familiar y lo cotidiano están en mi poesía. Esa cercanía con lo íntimo y lo hogareño es una metáfora de cómo entiendo a los almerienses: no dejamos de ser como somos”.

La nostalgia se enciende en lo más sencillo: salir de casa sin plan, encontrarse a alguien en la calle, tapear con amigos. “Echo de menos salir a la hora que sea, decirle a cualquier amiga de ir a la calle de las tiendas o al Zapillo. Esa simpleza de salir, ver lo que encuentro y saber que va a estar bien”, confiesa. Menorca, con su ritmo turístico, le ofrece otra vida, pero es esa memoria almeriense —tan cotidiana como poética— la que sigue marcando el pulso de su voz.

La incomodidad como motor 

Para ella, la poesía no puede ser adorno ni simple entretenimiento. “No puedo concebir el arte sin un elemento incómodo, porque no me resulta útil como ser humano”, afirma. Sus versos nacen de esa tensión entre lo íntimo y lo social, entre la angustia existencial y la ternura cotidiana. “El último poema con el que gané hablaba de no encontrarle sentido a la vida y querer huir a la infancia, cuando no entendíamos lo que era la vida pero no teníamos responsabilidades”. Incomodar, insiste, es empujar al público más allá de la comodidad de su silla, provocarle un movimiento interno, una reflexión.

A pesar de los premios, no entiende el arte como una meta, sino como un camino en constante construcción. Prepara su primera obra de teatro —que espera estrenar a finales de primavera— y un proyecto musical, con un deseo firme: “Amo mi trabajo, lo siento como un servicio a la comunidad y espero poder vivir de ello. Todavía no es así, pero espero conseguirlo”.

La sensibilidad

Cuando se le pide una definición de poesía, recurre a Lorca: “Siempre pienso en lo que él decía: que la poesía es lo que se levanta del papel. No sé decirte mejor qué es”. Y al mirar atrás, se dirige a aquella niña que empezó a escribir tras la muerte de su hermano mayor: “Le diría que en ocasiones la vida se siente muy grande y abrumadora, porque tiene una gran sensibilidad y lo sabe porque lo sufre. Pero que no se preocupe: su adulta lo que ha pretendido es mantenerla viva siempre. Esa sensibilidad es el motor de nuestra vida”.

Esa sensibilidad, que un día fue herida, hoy se ha transformado en fuerza creadora. En la voz de Annët Batlles, la poesía ya no es solo palabra: es memoria y presente, herida y cura, denuncia y abrazo. Un territorio donde lo íntimo se hace colectivo y donde lo cotidiano se convierte en revelación. Allí, entre la ternura y la incomodidad, su obra nos recuerda que la poesía no se lee: se vive, se comparte, se levanta del papel y se queda latiendo en quienes la escuchan.

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