Araceli, un barrio de comparsas, torneos y sillas en las puertas

Relato de un vecindario sencillo con un pasado de intensa actividad colectiva

Area de paseo entre la calle Nuestra Señora de Araceli y la carretera de Granada
Area de paseo entre la calle Nuestra Señora de Araceli y la carretera de Granada La Voz
Cristina Da Silva
00:00 • 02 abr. 2018

Araceli es un barrio de relativa vejez, que ha alcanzado la tercera edad modernizándose discretamente. Y lo cierto es que “no ha crecido mucho en sí”. Se trata de un espacio que apenas ha ampliado su extensión. Podría definirse como un lugar que en el pasado fue hogar de comparsas carnavalescas, pero que ha perdido brío con los años.



Así lo describe Emilio, de la farmacia María del Mar Torres García: la farmacia de Araceli. Vive desde hace 46 años en el barrio. En ese tiempo, ha visto cómo se construyeron los dúplex que se hallan frente a la farmacia, en rúas colindantes a la calle Nuestra Señora de Araceli. También vio edificar varios bloques de pisos destinados a personas de bajos recursos económicos, situados muy cerca de esas casas de dos plantas y de la propia farmacia. Lo último que se instaló en la zona fue el supermercado Día. 



“El vecindario ha crecido un poco, como subiendo por la calle Nuestra Señora de Araceli, y ahora se junta con Piedras Redondas por la parte de arriba”, explica Emilio. En ese área que menciona, por el norte del barrio, se construyeron unos 300 dúplex más, años después de la creación de los primeros.



‘El cortijo de Lucas’



Bien que el barrio recibió el nombre Araceli hace décadas, en honor a la virgen homónima, antiguamente esta zona se confundía con la que ocupaba ‘El cortijo de Lucas’, una finca cercana de proporciones considerables que “daba de comer a mucha gente de por aquí”, detalla Emilio.



Así, “en la parte primitiva, hoy hay unas cuantas casas vacías de aquellos que trabajaban en ese y otros cortijos similares, que ya han muerto. Las han heredado sus hijos, pero viven en otras zonas. Los que quedan por esa parte ahora son bastante mayores”. 



La geografía del barrio se distribuye, de este modo, agrupando a las primeras personas que llegaron al vecindario –hoy jubiladas– en la parte sur y a los más jóvenes en la parte norte. 



“Araceli está poblado por personas de clase trabajadora y es un barrio bastante tranquilo. La policía no lo tiene punteado como zona de conflicto”, detalla Emilio.


Pasado carnavalesco “Antes había aquí varias comparsas conocidas y un cuarteto que dirigía el hijo del cristalero. Hoy sólo queda una de aquellas comparsas y creo que todavía la lleva el tío de David Bisbal”, señala Emilio. “Este ha sido un barrio muy carnavalesco. Curiosamente, estaba mucho más animado antes, cuando era más pequeño”, analiza. Emilio sospecha que el crecimiento atrajo a vecinos nuevos entre los que no se llegó a crear la misma unión que reinaba anteriormente. “Supongo que aquel espíritu se fue perdiendo y hoy el ambiente no es igual, como ha ocurrido en tantas otras zonas”.


Actividades variadas

La asociación de vecinos, que ya no existe, también gozaba de reconocimiento. “Tenía incluso su propia caseta en la feria de Almería. Yo iba a ayudarlos de jovencillo. En agosto, como estaba de vacaciones, me iba con ellos a montar la caseta, a atenderla y luego a desmontarla. Como me he criado aquí, era uno más”, recuerda el farmacéutico.

“Organizaban fiestas, campeonatos de fútbol, campeonatos de cartas... También planeaban muchas actividades para los niños”, continúa.


Las fiestas del barrio tenían lugar en verano. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en otros sitios, Araceli no contaba con atracciones de feria. Sus festejos se basaban, más bien, en juegos para los niños y actividades deportivas y de ocio para los adultos. Así, además de los campeonatos de fútbol y de cartas, había competiciones de dominó y de billar. Emilio, por cierto, ganó dos premios por su participación en los torneos de estas dos últimas disciplinas.


“Las fiestas se siguen celebrando, aunque hoy están más enfocadas a los niños”. Cuentan con “cacharritos de feria” y algunos juegos destinados exclusivamente a ellos, como las carreras de sacos.

“Para ser un barrio pequeño, había mucho movimiento y tenías con qué entretenerte”, apunta el farmacéutico.


Piensa que “ahora los vecinos se conocen menos entre sí y guardan una mayor distancia entre ellos”. Sostiene que cada uno busca su propio ocio, sin que soplen ya aquellos aires comunitarios cuyas ráfagas hacían vibrar al barrio. “Es una cosa normal; la propia evolución de las costumbres. Llega gente joven, que vive de otra manera, que se divierte de distinta forma. Y toca renovarse”, esgrime.


Las comparsas de carnaval, la caseta de la asociación de vecinos en la feria de Almería o las actividades y torneos que tenían lugar durante las fiestas no eran los únicos alicientes de Araceli. También contaba con su propio equipo de fútbol sala homónimo, el cual participó en unos cuantos campeonatos. Como prácticamente todo lo demás, el equipo de fútbol desapareció

“Lo que sí se mantiene”, anota Emilio, “es una cofradía que sale en procesión en Semana Santa y recorre las calles durante 4 o 5 horas”.


Esencia de pueblo

“Yo, antes de venir aquí, estuve trabajando en Chirivel. El ambiente de Araceli me recuerda bastante al de allí. Esto es totalmente como un pueblo. El trato con los clientes es muy distinto al que hay en las farmacias del centro”, opina Rosa, compañera de trabajo de Emilio desde hace 7 meses.

“Aunque ahora se vea menos que antes, a mí me parece que todavía queda un poco de esa esencia, por la que los vecinos se conocen y se saludan a diario”, sostiene Rosa.

“Como son casi todo casas de planta baja, la gente sigue saliéndose con la silla a la puerta en verano ”, corrobora Emilio. “Hoy no ves a todo el mundo hacer eso”, matiza, aunque asegura que algunos conservan tal costumbre. 


La propia farmacia ha cambiado sus hábitos, como el horario de apertura. “Ahora cerramos a las 8 u 8 y media. Antes una farmacia de barrio como esta permanecía abierta toda la noche. No era raro que los vecinos se quedaran en las puertas de las casas hasta las 3 o las 4 de la mañana. Venía gente a comprar de madrugada. Ahora, a esas horas, sólo está abierta la farmacia a la que le toque hacer guardia”, especifica Emilio. 


Con un tono que rezuma nostalgia por lo que Araceli fue y ya no es, el farmacéutico del barrio se despide de su relato, llevando a la práctica las palabras del párrafo precedente: se dispone a cerrar. 


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