En el vestuario en cueros vivos: ¿A qué huelen los futbolistas?
Olor a Reflex y verdad: el periodismo sin filtros cuando la prensa entraba hasta la cocina

Yo no fui el primero que lo hizo. José Miguel Fernández en sus buenos tiempos de Radio Juventud ya lo hacía. Hasta fumándose un Ducados se metía en el vestuario del Almería y sacaba los mejores sonidos. Tuvo la misma suerte que yo: era de la edad de los futbolistas y eso es jugar con ventaja. Cuando me tocó ir solo por los campos de la Regional Preferente, por prudencia me quedaba a la puerta y con el tiempo me solté el pelo, y puedo contar haber hecho entrevistas en el campo de Pescadería en ese vestuario de bloques de cemento sin pintar. Recuerdo los olores de los vestuarios que pisé y el aroma antes y después de los partidos. Hoy eso queda solo para las televisiones que pagan, pero me gustaría que sepan de aquellos tiempos cuando la prensa entraba hasta la cocina.
Siempre he sido muy descarado en la radio y tímido por la vida. Me da vergüenza todo. Me gusta pasar inadvertido pero el micrófono me transforma. Sirva de ejemplo que me da pavor leer o hablar en público y cuando he tenido que presentar en el Cervantes o el Padilla el primer minuto era caótico. Y leer en Misa ni se te ocurra. A lo que vamos. Un día me preguntaba el director de Radiocadena por los sonidos de los futbolistas y me dijo que parecía que: “estabas dentro del vestuario”. Yo no inventé nada, me lo enseñó José Miguel y José Ángel Pérez me iba puliendo, porque llegue a hacer directos desde el Franco Navarro tras los partidos. Siempre pedía permiso y me ponían una condición los jugadores: “Hasta que no salga el míster no entres”.
Eran tiempos de conquistas
- El fútbol de los 80 como toda la década era de experimentos
- Los futbolistas eran almerienses en su mayoría y gente sana
- Había entrenadores raros que iban 'tragando' jornada a jornada
- Lo que decían en caliente no tenía precio y la audiencia se entregaba
- El utillero, Pepe Morales, me ayudaba en la conquista del vestuario
No tuve la oportunidad de pisar el de la AD Almería pero me subía a los barrotes de la calle y me asomaba cuando daba la charla Ben Barek o Enrique Alés en el Estadio de La Falange. Debuté en El Seminario en un Pavía-Olula y luego Poli Almería, Roquetas, Poli Ejido, Mármol Macael, Almería Ceefe… Hasta me colé en el de la Selección Española, pero era un entrenamiento y eso no vale: porque me había ganado en el Hotel Torreluz la confianza de Javi Clemente y Andoni Goikoetxea. He celebrado ascensos con ellos. Me bañaron con cava, perdí un reloj para siempre, un micrófono roto que dijo Antonio Sánchez ‘Marconi’, tenía que pagar de mi bolsillo, y muchas veces vetado por algunos capitanes que llevaban mal mis críticas.
Antes de los partidos
Llegaba de los primeros a los campos. Dentro y fuera (yo viajaba en mi coche) y los utilleros me abrían la puerta y me daban la ‘botellica’ de agua y me ‘chivaban’ la alineación antes de que la pusieran en la pizarra. Fuera era todo más fácil porque mientras el entrenador y los jugadores iban a ver el terreno de juego yo hacía mi trabajo.

La negativa era una constante a las primeras de cambio pero luego se arreglaba todo.
Nunca pedí una camiseta y tenía mis jugadores afines que me contaban esos secretos de alcoba que solo nos contamos los que somos de la misma edad. No había distancias, y cuando me vetaban siempre contaba con aliados para que llegara el perdón. No crean que solo los equipos de la capital me cerraron las puertas. Tuve una en Macael que ni te cuento, y el mismo que organizó la rebelión acabó defendiendo mi presencia en el vestuario.
Una vez finalizado el encuentro
Lo mejor de todo era cuando pitaba el árbitro y devolvía la comunicación o iba a cañón a por el entrenador si estaba en casa. Yo radiaba a pie de campo y pasaban delante todos los jugadores locales y visitantes y los colegiados. Un día tiré de boca a un árbitro de Melilla porque al estirar el cable que era gris no se veía y como iba corriendo tras un partido caliente: se la pegó. Me disculpé y Román evitó que lo pusiera en el acta porque podían echarme de aquel paraíso.

Unos iban directos a la ducha y otros se sentaban junto a la taquilla rotos.
No tenía que ir a la sala de prensa porque ‘pillaba’ el primero al entrenador y cuando este iba a atender a la prensa me metía en el vestuario y los pillaba a todos en cueros vivos. Era el momento de grabar y dar rienda suelta. Me gastaban bromas y aguantaba mecha porque era un lujo estar allí y verlos enjabonados en ‘pelota picá’. No faltaba que me dieran con el bote de champú en la cabeza y algunos se ponían la toalla en la cintura, pero solo las primera jornadas. Luego todos en carne viva como la canción de Raphael: cada uno a lo suyo.
El olor entre linimento, zotal y Heno de Pravia
Nada que ver con lo que se imaginan. Un vestuario es un escenario limpio. Los de fuera de casa olían a alcanfor o ‘zotal’ y los de Almería gracias a unos utilleros maravillosos: se podía comer en el suelo. Antes de los partidos el aroma a Linimento Sloan de toda la vida y luego el moderno Reflex, y después entre el Heno de Pravia del jabón y el champú de colores: todos de marca. Los más jóvenes, los que estaban solteros, llevaban su bote de colonia en la bolsa de deporte y se daban por el cuello y la nuca.

Pepe Cayuela no era muy amigo de visitas a su vestuario y cerró el grifo.
Otros se echaban en la cabeza y el desodorante no faltaba. A uno lo apodaban el ‘Rexona’ porque se echaba medio bote en las axilas. Ni olía a botas ni nada. Toda la ropa sucia se ponía en el centro en una cesta de pita y aquello estaba limpio y en perfecto estado de revista.
Valor para desafiar al entrenador
Mi último vestuario conquistado fue el del Almería de Blanes, como se decía en aquel tiempo, pero al subir a Segunda (que era LaLiga) se me acabó el rollo y hacía mis pinitos cuando iba a Pechina a los entrenamientos que las distancias eran más cortas. Me enteraba de todo. Para mí los vestuarios nunca tuvieron secretos, hasta que se cerraron y solo las televisiones a día de hoy pueden meter una cámara, pero ya no se mueven en cueros vivos. Ahora se cortan más. Yo le doy mucho valor a aquellas grabaciones que hice en los vestuarios. Me las tuve tiesas con los entrenadores y los jugadores más veteranos, pero acababa entrando y saliendo.

Antonio Oviedo llora en el vestuario del Mármol Macael tras ascenderlo a Segunda B.
Hoy que ha pasado tanto tiempo me acuerdo perfectamente de aquellos que me abrieron el Santuario y me hicieron crecer como profesional. Mi agradecimiento por todo lo que aportaron a la comunicación. Uno de los que más me criticó públicamente se portó como un señor conmigo y nunca me negó una entrevista. Uli Stielike estuvo de ‘chapó’ siempre con la Cadena SER y LA VOZ DE ALMERÍA.
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Tony Fernández