De la patera a la máquina de coser: mujeres en Almería que buscan volver a sentirse en casa
La asociación almeriense Huellas Migrantes organiza diferentes talleres para facilitar la inserción laboral de las mujeres refugiadas

El taller de Huellas Migrantes de textil es un intento de ampliar las oportunidades de inserción laboral de las mujeres inmigrantes en Almería.
Antes de embarcarse en una patera y luchar contra las corrientes y el oleaje de un embravecido Mar Mediterráneo, Zahia [nombre ficticio] pasaba los días entre agujas, hilo y el sonido continuo y monótono de la máquina de coser. Seguía la tradición con la que su madre y su abuela se habían ganado la vida antes de ella: el textil y la costura se encuentran arraigadas en su familia durante generaciones; y, como tal, desde bien pequeña se manejó con las puntadas y los hilos.
Aunque no tuvo elección, terminó "cogiéndole cariño, e incluso amor" a la artesanía. Tal fue su sorpresa, pues, cuando, una vez en España -en El Ejido, para ser exactos-, un conocido le comentó que existía un lugar donde se impartía un taller de costura abierto y sin prejuicios, pensado para mujeres migrantes beneficiarias de programas de atención humanitaria y de acogida; en otras palabras, mujeres que estaban atravesando su misma situación.
Allí conoció a Nadira [nombre ficticio], también originaria de Argelia, quien se desenvolvía con la máquina de coser con gran destreza, como si hubiese nacido para ello. A diferencia de Zahia, Nadira llegó al oficio por vocación, y no por herencia familiar. Tanto es así, que recuerda haber creado diseños inspirados en sueños: "Yo soñaba con ropa y luego la hacía", cuenta.

Omaira Villareal durante una de las clases, rodeada de sus alumnas.
"Al ver la máquina nos ha traído muy buenos recuerdos...", suspiran risueñas. Ambas hablan en árabe, cediéndose el turno de palabra la una a la otra, con timidez, educación... y una ilusión palpable. A su alrededor, más de una decena de mujeres atienden atentas a las palabras de la profesora y de una intérprete.
Se trata de uno de los talleres organizados en el marco del proyecto 'Ser Mujeres está bien' de la Asociación Huellas Migrantes, financiado por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados ACNUR. Hoy, día internacional de las personas migrantes en Almería, nos adentramos en el grupo para conocer sus impresiones.
Inserción laboral y empoderamiento
"Empoderarlas para que no dependan de sus maridos, fortalecer su salud mental y prepararlas con algunos oficios domésticos para que ellas puedan tener más oportunidades a la hora de insertarse en el mundo laboral". Estos son los objetivos de los talleres organizados por la asociación almeriense Huellas Migrantes, entre los que se imparten clases de español, baile, cocina y el que nos ocupa en el presente artículo: costura.
"Jamás nos imaginábamos que estos talleres iban a ser tan significativos para ellas", reconoce Nohemy Saer, presidenta de la asociación. Al igual que Omaira Villareal, la profesora del curso, nació al otro lado del océano, a miles de kilómetros. Ambas, como mujeres migrantes, saben las problemáticas que te puedes encontrar por ser mujer y migrante. En el caso de las usuarias a las que atienden, se les suma el idioma; una traba a la que Omaira y Nohemy no han tenido que hacer frente.

Algunos de los retales de tela utilizados en el taller.
Según reconocen ambas, no se trata de un simple acto de solidaridad, sino de un intercambio mutuo: "Trabajar con estas mujeres nos da una dosis de humildad y de empatía increíble... Ellas nos necesitan y nosotras las necesitamos a ellas", afirma la presidenta.
La voz cantante tras el taller
En el momento de esta entrevista, Omaira Villareal cumplía un año desde que emigró. La crisis multifacética -económica, humanitaria y de derechos humanos- que sufre Venezuela desde hace años y la ausencia de sus hijos, quienes emigraron antes que ella, la impulsaron a venir a España, donde, a veces, la golpea la nostalgia.
Frente a estos, el taller actúa de medicina: "Aquí se me quita toda la tristeza. Las personas desocupadas sienten angustia y estrés, pero en estos espacios uno se ríe, escucha música, baila, cose...". Como profesora, Omaira no manda, propone. No levanta la voz ni dicta órdenes: deja que la creatividad corra como un caballo desbocado.
La idea inicial era coser tote bags, pero Nadira pidió con decisión hacer delantales, útiles y con diseño propio. Omaira sonrió. Le gusta ese rebeldía creativa porque ella misma la conoce: la sintió cuando, recién llegada, se metió de cabeza en una feria a ayudar a coser vestidos flamencos. Descubrió volantes imposibles, telas que parecían bailar y un mundo nuevo de costura cultural. Ahora le pasa lo mismo a sus alumnas: aprenden a coser como se cose en España, puntada a puntada, mientras recuerdan lo que dejaron atrás.
Si bien les gustaría disponer de más recursos (solo hay una máquina de coser para todas y a veces hay tardes en las que se las pasan esperando su turno), las usuarias están tan satisfechas con los talleres como apenadas por su finalización: "La financiación del Alto Comisionado de las Naciones Unidas termina este diciembre. Necesitamos buscar nuevas vías de financiación, porque no queremos dejarlas en la estocada. Cualquiera que quiera participar con alguna donación o a través del voluntariado será bien recibido", concluye Saer, mientras una luz de esperanza ilumina su mirada y sonríe.