“No hay que saber”
No es muy frecuente que un ingeniero areonáutico, presidente de una Peña flamenca con tanta fuerza y continuidad como la del Taranto diga en una entrevista que para gozar de este arte (está hablando del flamenco) “no hay que saber”. Sin duda don Rafael Morales se ha tomado demasiado en serio ir por la por la vida a pecho descubierto, pues, como él mismo repite, “se dicen muchas sandeces por ser políticamente correcto” Lo humilde y discreto no suele abundar en los cargos públicos. Otro en su lugar hubiera dicho tonterías como las del duende, los sones negros o la sensibilidad embrujada para referirse a ciertas situaciones del cante o del baile. A pesar de las llamadas fusiones, las mezclas de otras músicas étnicas y la evidente pericia profesional de lo nuevos instrumentistas, el flamenco se sigue aprendiendo como si fuera una ciencia infusa, o sea, por imitación de los modelos sin escuela. En el inicio de cualquier juerguecilla no es raro escuchar frases como “toque o cante usted por Antonio Mairena o por Camarón o por Paco Lucía”. Las conflictivas relaciones del flamenco con lo culto ha originado no pocos chistes que suelen alegrar algunas reuniones entre enterados y profanos. Por ejemplo véase esta anécdota: Un gitano toca a la guitarra una falseta interesante en un bar cercano. La oye el amigo y dice: “Eso que estás tocando, Marcelo, me parece que es de Bach”. “No me extraña nada”, contesta despóticamente el gitano. “Me la habrán copiado”. El flamenco no se enseña. Carece de profesionales de la enseñanza así como de academias. No obstante cada día hay más festivales, más reuniones de alto nivel donde se vienen a lucirse casi los mismos. Hay algunas Peñas donde se trabaja por la reivindicación y manutención de viejas figuras que hoy malviven al borde del hambre. Como no podía ser de otra manera, también aquí hemos entrado duramente en las complejidades de la competencia. A ciertos artistas que ese “saber no sabiendo” ya no les alcanza para gozar de un representante o de un gestor que se encargue de los contratos y viajes. ¿Quién iba a decir que aquí entraría también la publicidad en su más descarnada crueldad ? Por otro lado, los encargados de programas no suelen ser grandes músicos, sino a lo sumo directores de Peñas, esas asociaciones enigmáticas donde las relaciones humanas se endurecen como el granito por culpa de la pasta. Pero, en fin, pese a todo, el flamenco nos está dando grandes noches de feria. Muchas más, sin duda , que la música clásica.