El laberinto catalán Reflexiones sobre Cataluña (I)
El laberinto catalán Reflexiones sobre Cataluña (I)
El 23 de octubre de 1977 Tarradellas se dirigía a las personas concentradas en la Plaza de Sant Jaume con aquel histórico mensaje integrador de “ciudadanos de Cataluña” que se convertiría en una de las fotos fijas de la Transición. El papel relevante que jugo la sociedad catalana en la llegada de la democracia con su discurso persuasivo e integrador se ha ido diluyendo por causas diversas y ello nos concierne a todos. Parte de los males, diversos y complejos, podrían estar en los orígenes de nuestra arquitectura constitucional, una de cuyas preocupaciones “fallidas” habría estado en la manera de integrar los nacionalismos en la España democrática.
La reforma del Estado
La multitudinaria manifestación de la Diada ha servido para constatar el cansancio cuando no el hartazgo de un discurso político en Cataluña que parece liberarse con las demandas de Independencia.
Ante el oportunista giro estratégico de CiU, ahora podría ser la ocasión para salir del paradigma absorbente del pleito identitario que en el País Vasco y Cataluña se ha vivido con fortísima presión y dramatismo. Desde luego terminar con una dialéctica que está dejando secuelas patológicas para la convivencia democrática pondría a España en la senda de la tradición humanista y liberal.
Sin embargo, abrir un periodo de reformas constitucionales que dé mayor estabilidad al sistema requiere, para empezar, recuperar el espíritu político de la transición que la hizo posible. Un nuevo impulso reformista, alejado de fatalismos y pesimismos antropológicos, pero también de victimismos, expolios fiscales e identidades cerradas, como señala Álvarez Junco. La idea es la de una mayor corresponsabilidad fiscal y política en los asuntos de Estado que salga de la actual inercia disgregadora, lo que implicaría introducir una mentalidad federal en nuestra cultura política. Porque no hay unión, sea federal o como se quiera llamar, sin lealtad a la casa común y compartida.
Democracia de consenso
Desde luego, no es momento de apelar ni a heroísmos ni a sacrificios ni tampoco a miedos atávicos y menos a descalificaciones verbales, sino al diálogo y a la negociación sin eufemismos ni ambigüedades. Una propuesta de reformar el marco de convivencia debería hacerse por consenso, y no por una simple aritmética mayoritaria, y más cuando se trata de integrar identidades diversas en sociedades plurales. Como decía uno de los padres de la Constitución, la democracia en España está construida no sólo para el consenso sino también desde el consenso.
Pero cierta verbosidad secesionista y unanimidad coactiva como la que se vive en estos momentos en Cataluña parece ir en la dirección de la división y fractura social. Si además, se utilizan todos los resortes del poder para imponer su hegemonía política, como se está viendo, estaríamos no solo lejos de lo que se entiende por cultura democrática sino también del propio reconocimiento de la pluralidad de la sociedad catalana. Cómo escribió Lord Acton, “la libertad inspira la diversidad, y la diversidad conserva la libertad”
Voluntad de arreglo
En el actual escenario político, debería abrirse paso un discurso más racional y pragmático que se aleje de las retóricas emocionales tan abundantes estos días.
Un discurso que apueste por añadir carga cívica al debate, y que sea capaz de explorar nueva