La última sesión del cine Roma

En el verano de 1979 cerró la gran sala de la calle de la Reina tras veinte años de historia

El antiguo cine Roma.
El antiguo cine Roma. La Voz
Eduardo de Vicente
19:12 • 29 nov. 2022

Un cine abandonado es una tragedia sentimental, el anuncio de una derrota, el crepúsculo de un tiempo que se acaba, el tiempo de las películas de los domingos, el de las salas abarrotadas, el de la ilusión de varias generaciones de niños que en la oscuridad de un patio de butacas nos enamorábamos locamente de la protagonista.



Una mañana, en la fachada del cine Roma, en la calle de la Reina, apareció un cartel de una inmobiliaria que anunciaba el inminente derribo del edificio y la construcción de un piso moderno. Hacía tiempo que aquel gran salón se había quedado vacío, sin otra señal de su pasado glorioso que los anuncios, hechos jirones, de las últimas películas que allí se proyectaron. Eran los restos de un naufragio que se llevó por delante veinte años de historia. Veinte años reducidos a una fachada moribunda donde toda la dignidad de aquel escenario había quedado resumida en el gran cartel con letras blancas y fondo verde donde aún se podía leer desde la esquina de la calle el nombre de Roma. En aquel contexto decadente, aquel letrero nos evocaba de verdad la caída de un imperio.



Tal vez, lo más triste fue el discurrir de los últimos días en los que el cine permaneció abierto. Fueron semanas de angustia, de una soledad hiriente donde sus únicos inquilinos eran la mujer de la taquilla y el portero, que sin ninguna esperanza aguardaba como un centinela la llegada de algún cliente perdido al que cortarle la entrada. El cine Roma se despidió con una película de Karate ‘La serpiente a la sombra del Águila’ y con ‘Cacique Bandeira’, una espantosa producción española que acabó por rematar las escasas expectativas de vida del negocio. 



Atrás quedaban veinte años de historia, desde que en la primavera de 1959 el cine Roma se presentara ante los almerienses como la gran sala del futuro. Nació como cine de barrio pero siempre tuvo vocación de gran sala del centro que con sus aires de grandeza llegó a competir con los mejores establecimientos cinematográficos de su época. 



El cine Roma se levantó sobre el solar de dos casas antiguas situado en la parte baja de la calle de la Reina. No parecía un lugar apropiado para montar un cine porque las salas importantes estaban en las inmediaciones del Paseo, donde corría la vida social de la ciudad. Pero su modernidad, acentuada por la calidad de las instalaciones, no tardó en convertirlo en un lugar de referencia. Contaba con una hermosa fachada de mármol con techo rematada con vistosas cristaleras, donde aparecían las ventanas de la taquilla, las puertas de entrada y de salida, y un amplio espacio donde cada día se instalaban las carteleras con los fotogramas de la película. 



Al entrar destacaba un vestíbulo espectacular con un pasillo donde se accedía al bar, a los servicios, a la sala de cine y a las escaleras que llevaban a los pisos de arriba, donde se encontraban el anfiteatro y el terrado que en los meses de verano se transformaba en terraza.



El cine Roma fue inaugurado el diez de abril de 1959 con la proyección de la película ‘Anastasia’, protagonizada por Yul Brynner e Ingrid Bergman. La primera función tuvo carácter benéfico destinándose la recaudación a la lucha contra el cáncer. En aquellos tiempos una entrada costaba siete pesetas con cincuenta céntimos y el cine era un buen negocio porque todavía no se había instalado la televisión en los hogares y la gente en Almería no tenía otras diversiones  que salir a dar vueltas por el Parque, el Puerto y el Paseo, ver los escaparates de las tiendas y meterse después en el cine. 



Los sábados de invierno eran los días grandes del cine Roma, cuando se formaban grandes colas delante de la taquilla y cuando toda la calle de la Reina y las cercanas se llenaban de coches. Del éxito del establecimiento se benefició directamente otro negocio, el carrillo de Adolfo Ruiz Segado y de su mujer Dolores Pérez Vizcaíno, que se instalaron frente al cine. Todas las tardes, una hora antes de que empezara la primera sesión, colocaban su carro junto a la acera y desplegaban su cargamento de caramelos, regaliz, chicles y tabaco suelto en un tiempo en el que una peseta era un tesoro.


El cine se abrió en abril de 1959 y en el mes de julio inauguró su terraza de verano, que en aquella época era la más alta de la manzana, tanto destacaba que era más espectacular pagar la entrada para ver las vistas de las murallas, de la Alcazaba, de la Catedral y del Parque, que para disfrutar de la propia película. 


En los años setenta, el cine Roma introdujo una gran novedad. Cambió las carteleras habituales donde se exhibían algunos fotogramas, por un mural gigante que ocupaba una de las paredes principales de la fachada. Aquellos lienzos inmensos estaban pintados a mano y eran verdaderas obras de arte que se encargaba de  ejecutar el pintor almeriense Robles Cabrera, que con su pincel resumía el sentido de la película en aquellos espléndidos anuncios.



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