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Los tres almerienses que salvaron a la 'Pequeñica' y terminaron condenados por Franco

El grupo de socialistas albojenses que salvaron la imagen fue condenado por el régimen franquista a 20 años de cárcel 

La Virgen del Saliente, patrona de Albox.

La Virgen del Saliente, patrona de Albox.La Voz

Elena Ortuño
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Hay un lugar, una imagen y una tradición en el Valle del Almanzora capaces de transformar hasta al más incrédulo. Una presencia que hizo que, incluso en tiempos de guerra, la humanidad se impusiera a la barbarie. Una devoción tan honda que llevó a tres republicanos socialistas a jugarse la vida en mitad de un conflicto fratricida.

La 'Pequeñica' es todo eso y mucho más. La representación de la Virgen del Saliente, de origen incierto, envuelta en un halo de misterios y prodigios que bien podrían llenar un libro. Y, de hecho, lo llenan. Hace más de una década, los hermanos Pedro María y Antonio Fernández Ortega pusieron negro sobre blanco una historia que el tiempo no ha conseguido borrar; una historia que sigue latiendo en la memoria colectiva y en el corazón de los albojenses.

El día de la salvación

Era el 8 de agosto de 1936 cuando, al calor de la Guerra Civil y del furor anticatólico que se extendía como un incendio imparable, tres almerienses decidieron desafiar al miedo. Dos mujeres y un hombre, sin más armas que una camioneta y la certeza de estar cumpliendo una complicada misión, echaron monte arriba hacia el Santuario de Nuestra Señora del Saliente. 

La Virgen del Saliente salió de su santuario en la noche del 24 de junio.

La Virgen del Saliente salió de su santuario en la noche del 24 de junio.

Allí, en el silencio solemne de la sierra, la imagen de la 'Pequeñica' reposaba, ignorante aún de que, de no ser por aquel grupo, las llamas podían ser su destino. No eran beatos ni clérigos. Eran socialistas; y, en concreto, eran el secretario del PSOE de Albox, Luis Sánchez Soto -conocido como 'Luis el de la Vega'-, Rosario Berbel, 'La Garrancha', y Remedios Jiménez Teruel, 'La Cañamona'. 

Una cuadrilla insólita, de esas que solo engendra la historia cuando la vida se pone del revés. Y allá fueron, con el alma encogida, pero la voluntad más firme que el granito de la montaña. Ese mismo lunes subieron y bajaron con la Virgen en la camioneta, y decidieron ocultarla en el único convento que había entonces en Albox -hoy convertido en Ayuntamiento-. 

Fue una solución improvisada, provisional, porque pronto el edificio sería transformado en un hospital en manos republicanas, y allí la Virgen tampoco estaría a salvo. Por si no fuese poco, en aquel momento todo el pueblo sabía de su paradero. Y aunque un albojense jamás levantaría la mano contra ella, no podían arriesgarse a que algún 'extranjero' la descubriera

Por eso, al día siguiente, un martes de mercado, la imagen cambió de escondite. Nadie lo sospechó, entre el bullicio de la venta de sandías y melones, el ir y venir de las mujeres con los capazos llenos de verduras, y los niños que corrían alrededor de las bestias de carga. Oculta en un saco, la Virgen atravesó la marabunta hasta llegar a una casa del Barrio Alto. 

La casa de las hermanas Fernández, en Albox.

La casa de las hermanas Fernández, en Albox.Guillermo Mirón

Allí vivían tres hermanas, maestras republicanas de nombre Concha, Flora y Marina, que compartían otra paradoja aún más curiosa: una era ciega y otra padecía estrabismo. Ellas, sin pestañear, se convirtieron en cómplices de aquel gesto casi misional. 

La escondieron en un arcón, bajo el hueco de una escalera. Levantaron una hornacina y la tapiaron con esmero, como quien custodia no solo una imagen, sino la fe y la memoria de todo un pueblo. Y allí permaneció la Virgen, en la oscuridad de aquella guarida improvisada, durante los tres años que duró la guerra. 

Todavía hoy, algunos albojenses recuerdan haber recibido lecciones en aquella casa. Los pupitres de su niñez miraban de frente al hueco vacío que había dejado la 'Pequeñica' tras su rescate y su regreso al Santuario. Y en ese vacío, como una cicatriz secreta, quedó la huella del miedo y del coraje, la prueba de que incluso en los tiempos más oscuros, la historia también sabe escribir capítulos de esperanza.

Hoy por ti, mañana por mí

Que la Virgen del Saliente se librara de ser pasto de las llamas no fue la única consecuencia de aquella aventura insólita que un grupo de albojenses protagonizó en un lunes cualquiera de agosto del 36. Detrás de la operación estuvo Antonio Cuesta, sacerdote y rector del Santuario, que desde la complicidad silenciosa ayudó a diseñar la estrategia. 

"Si vosotros salváis a la Virgen, la Virgen os salvará a vosotros"Antonio Cuesta

Y fue él, con la voz henchida de emoción y fe, quien pronunció unas palabras que se grabaron a fuego en la memoria de los presentes: "Si vosotros salváis a la Virgen, la Virgen os salvará a vosotros". Nadie podía imaginar hasta qué punto aquella promesa, casi un vaticinio, acabaría cumpliéndose. 

Letrero colgado en la casa donde se ocultó la Virgen entre 1936 y 1939.

Letrero colgado en la casa donde se ocultó la Virgen entre 1936 y 1939.Guillermo Mirón

Tras la guerra, a 'La Cañamona' le cayeron catorce años de cárcel y a 'Luis de la Vega', cerca de veinte. Un cautiverio que parecía eterno, pero que se acortó en quince años gracias a la intervención decisiva del propio sacerdote. Él mismo se encargó de contar, a quien quisiera escucharle, la misericordia que ambos habían tenido con la 'Pequeñica' en los días más oscuros. 

Quizá fue el destino, quizá la fe, quizá la terquedad humana de seguir creyendo cuando todo se derrumba. Pero lo cierto es que aquel rescate, además de salvar una talla, sembró un ejemplo de perdón y de alianza improbable, en medio de un mundo partido en dos. 

Sirva esta historia para que, cuando en la madrugada del domingo al lunes 8 de septiembre cientos de fieles recorran, con la Virgen del Saliente como meta, nuestro particular Camino de Santiago almeriense, con las promesas en los labios y el corazón desbordado, recuerden también que aquella imagen, la misma que hoy acompaña su caminar, fue un puente en medio del abismo, un símbolo de unión frente al odio y frente al acero.

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