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Adra

"Lo más importante en política es que no se vea como un puesto de trabajo"

Ignacio Jinés, el concejal que más años ha estado en activo en el pueblo de Adra se jubiló a los 66 años

Ignacio Ginés en una de las ventanas del Ayuntamiento.

Ignacio Jinés en una de las ventanas del Ayuntamiento.La Voz

Marina Ginés
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“Siempre he dicho que lo más importante de la política es que no se vea como un puesto de trabajo”, este a sido el mantra que ha seguido a rajatabla Ignacio Jinés, el concejal que ha estado más tiempo en activo en la política abderitana.

 A sus 67 años, Ignacio puede sentirse orgulloso de una carrera que comenzó en 1990 y que lo mantuvo en la vida política local durante casi tres décadas. En todo este tiempo, ha sido testigo de transformaciones importantes en Adra, tanto a nivel físico como social.

Con un apellido conocido por todos los abderitanos, Ignacio es parte de la familia Jinés (con G o con J), recordada especialmente por su bar, ‘El Ginés’, un referente en la ciudad, famoso por sus pollos asados y su comida tradicional. Este lugar fue, durante años, un espacio donde los abderitanos celebraban sus momentos más importantes, desde bautizos hasta comuniones. El Ginés era el lugar donde todo el mundo se reunía. Los domingos, decenas de familias hacían cola y hacen para llevarse uno de esos pollos asados tan característicos.

Aunque muchos reconocen al apellido por su vínculo con la restauración, Ignacio decidió tomar un camino distinto y fue en 1990 cuando, junto a un grupo de amigos, se unió al Partido Popular. La situación en Adra, a su juicio, pedía un cambio. “Todo empezó como una rebelión juvenil. Adra estaba quedándose atrás, necesitaba infraestructura, modernización. Queríamos un cambio, una visión diferente”, relata Ignacio. En 1990, tras un largo período de gobierno socialista, él junto a un grupo de amigos se sintió motivado a dar ese giro, impulsado por la necesidad de modernizar la ciudad.

Así es como Ignacio estuvo ocho años como concejal en la oposición y pasó a formar parte del Gobierno Local en 2003, tras la llegada de Mari Carmen Crespo a la alcaldía. “Me llamó personalmente, me dijo que había seguido mi trabajo en la oposición y quería contar conmigo. Le respondí: ¡Aquí estoy!”, recuerda con humildad. 

Fue entonces cuando asumió el cargo de concejal de Servicios, una posición que desempeñó durante dos legislaturas. Sin embargo, fue tras el fallecimiento de José María Díaz, hasta entonces edil de Obras Públicas, que Ignacio pasó a ocupar ese puesto, el cual mantuvo hasta su jubilación en 2023.

A lo largo de estos años, Ignacio ha estado marcado por una visión muy clara de la política. “Ser concejal no es un trabajo, es una pasión. En un pueblo, no puedes mirar para otro lado. Sales a la calle y tu vecino te aborda, el panadero, el barrendero… La política no debe ser para ganar dinero, tiene que nacer del corazón. Lo que más te refuerza es ayudar a las personas de tu pueblo”, afirma con la sinceridad que le ha caracterizado siempre.

Obras que supusieron un antes y un después para Adra

Entre sus logros, Ignacio recuerda algunas de las obras que marcaron la diferencia en la vida de los vecinos. Una de las más significativas fue la eliminación del semáforo en el Paseo de los Tristes, un punto negro de accidentes. “Era un lugar peligroso para los peatones, especialmente para las personas con carrito de bebé o de la compra, que tenían que bajar a la carretera. Lo primero que hice fue quitar el semáforo y agrandar la acera”, explica. Esta obra, que fue celebrada por muchos, fue incluso recogida por los medios de comunicación de la época, destacando la decisión como una mejora significativa para la seguridad de la ciudad.

Otro de los proyectos que Ignacio destaca fue la rehabilitación del cementerio, que tenía grandes barreras arquitectónicas. "El acceso era muy difícil, especialmente para las personas mayores o con movilidad reducida. Añadimos marquesinas en la puerta para proteger a quienes daban el pésame, y unimos el cementerio viejo con el nuevo", explica. Además, también impulsó la creación de nichos dobles, lo que permitió que matrimonios que fallecían poco tiempo después pudieran ser enterrados juntos, una mejora significativa para muchas familias.

La mejora de la infraestructura urbana también fue una de sus prioridades. A lo largo de su carrera, Ignacio impulsó la creación de varias rotondas, como la de las Velas, la del Pescador y la última, la rotonda ‘de la Moto’. Esta última, a pesar de la controversia inicial por el espacio limitado y el temor a que causara retenciones de tráfico, resultó ser una de las intervenciones más importantes para la seguridad vial en un punto muy conflictivo de la ciudad. “Habían ocurrido varios accidentes, y era necesario encontrar una solución. Lo hicimos pensando en mejorar la seguridad de los vecinos”, afirma con satisfacción.

Otra obra que generó debate fue la reubicación del mercadillo, trasladado a las instalaciones del recinto ferial. Aunque fue una decisión polémica en su momento, Ignacio defiende que fue una acción necesaria para mejorar la organización y la accesibilidad de los puestos. “A veces, las decisiones difíciles son las que mejoran la calidad de vida de los ciudadanos”, sostiene.

No fueron grandes obras monumentales, pero estos pequeños cambios, según Ignacio, son los que verdaderamente hacen la diferencia en la vida cotidiana de los vecinos. “La política local es así, de cerca, de escuchar a la gente y trabajar para mejorar el día a día”, asegura.

Una nueva vida lejos de la Política

En 2023, tras 20 años en el Gobierno Local y 8 en la oposición, Ignacio decidió dar un paso al costado y jubilarse. “La política hoy no es lo que era. Ya no hay respeto por la clase política, se ha vuelto sucia y llena de mentiras”, afirma con una mirada seria. Para él, fue este cambio lo que lo llevó a tomar la decisión, unido también a que consideraba que era tiempo de dar paso a los jóvenes. “La mentira es algo que odio. Si no se puede hacer algo, no te voy a mentir. Hay que reconocer cuándo las cosas no pueden salir. Esa no ha sido mi política”, aclara.

Ahora, Ignacio disfruta de una vida tranquila, más cercana a su hogar y a sus nietos. “Les dedico el tiempo que no pude darles a mis hijos”, dice con una sonrisa. Recuerda sus primeros días en el Ayuntamiento, cuando el cambio político fue recibido con temor por muchos. “Después de más de 20 años de socialismo en Adra, la gente tenía miedo al cambio. Pensaban que echaríamos a los trabajadores del Ayuntamiento, pero poco a poco se dieron cuenta de que nuestro objetivo era mejorar la ciudad”, explica.

A lo largo de sus casi 30 años de servicio, Ignacio se ha ganado el cariño y amistad de muchos abderitanos, "todavía hay gente que me para por la calle para decirme que me echan de menos en política, me preguntan porqué me fui, me siento querido por mis vecinos", y es que no hay mayor orgullo que este para un hombre que no tuvo más pretensiones que mejorar la vida de quienes le rodeaban.

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