La Voz de Almeria

Opinión

Las cosas perdidas

“En unas cuantas semanas, cientos de papelillos forraban el muro sin ventanas del convento”

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No era el lugar adecuado, pero quizás las gafas graduadas y el estuche se le perdieron allí mismo y por eso puso cuatro palabras apresuradas, también su número de teléfono, en una hoja cuadriculada de una libreta pequeña que pegó al muro del convento.
Pase todo el día pensando en aquel cartel, no sé si fue la ingenuidad de aquel cartelillo con la esperanza tonta de recuperar las gafas, quien sabe si la caligrafía o la forma de los números o porque esto pudiera ocurrir en una  calle olvidada, por la que no pasa nadie que no tenga más remedio que pasar y que el muro recorre de principio a fin y de fin a principio. Al otro lado solo una casa sigue habitada, las demás llevan muchos años con las puertas cerradas.
A la mañana siguiente, alguien puso otro cartel al lado del primero, aseguraba su autor que recompensaría a quien le devolviera a su gata persa, aquella misma tarde apareció una pequeña cartulina azul:” Sonia, si vuelves a Almería que sepas que aún sigo aquí. Calixto”.O el que le sucedió: “ No tengo nada que ver con la muerte de nuestra tortuga. Vuelve, no puedo seguir así.”  En unas cuantas semanas, cientos de papelillos forraban el muro sin ventanas del convento y miles de números flotaban entre hojas de todos los colores y formas , la gente paseaba y leía aquellas palabras tristes y a veces de una cursilería ridícula, pero también las había que emocionaban y hacían un nudo en la garganta.
Otros con menos pudor hasta se atrevían a dejar allí un trozo de sus sentimientos sin importarle que lo vieran afanado en buscar un espacio libre para su mensaje. No faltaban las fotos de gente desaparecida, muchas de perros y la de un camaleón verde que ya habría cambiado de color. Llovía esta noche y los papeles se deshacían por el suelo como una masa pegajosa y sucia que se pegaba en la suela de mis zapatos. Levante el izquierdo para despegar un papel con fiso y terminé con un número de móvil en mi mano, llamo y cuento como ha llegado hasta mi su número, ella me da la gracias y le pido que vuelve a poner otro cartel, pero dice que ya no hace falta,  que ha olvidado aquel capullo que le importaba más la tortuga que ella. Ahora tiene otro novio que conoció gracias aquel mensaje que puso sobre la pared del convento.


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