La Voz de Almeria

Opinión

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Los comentaristas políticos se han hecho  eco alguna vez de esa especie de atontamiento que le entra a nuestros presidentes del Gobierno luego de llevar   algún tiempo sentados en el sillón de la Moncloa. Las razones de este apagón intelectual pueden ser  varias. Tal vez el disfrute del poder que aleja de la realidad; tal vez la soberbia ancestral, tal vez la continua adulación o  la alabanza engañosa de los que se mueven en las alturas lejos de lo que piensa la ciudadanía. No lo sé exactamente, habría que investigar más sobre el asunto, pero es cierto que nuestros presidentes se creen grandes estadistas a la altura de un Churchill o un Adenauer tan pronto cruzan la frontera y se las ven con sus homónimos europeos. Pasó con Aznar quien no dudó en medirse con Bush en la célebre foto de las Azores empujándonos a todos a la guerra de Irak. Se repitió con Zapatero imposibilitado en sus últimos días de ver la crisis y sus orígenes que no eran precisamente socialistas. Y ahora los síntomas de la “monclovitis” enfermedad característica del juicio disparatado, ataca a Rajoy.


A primera vista este hombre da la impresión de no saber si  sube o baja la escalera, hombre de sentido común contra las quimeras de todos los demás. De ahí su rocoso propósito de no querer pactar con nadie. La verdad es gallega y solo la tiene Rajoy, un tipo al que las encuestas solo le conceden un 2´3  de credibilidad, es decir el suspenso consolidado. En sus intervenciones de ayer en el Parlamento repitió l6 veces que no piensa mover una coma de su política económica, el  nuevo milagro español con más de  seis millones de parados. Pierden el tiempo todos los demás partidos aconsejándole que se ajuste un poco más a la realidad   chillona de la calle. Pero, ¿adónde vais hambrientos de capaza y pedo? Hemos salido de la crisis, lo peor ya ha pasado. Palabra de Mariano.


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