Ahora que se apagan los ecos festivos de las navidades y hemos comenzado a subir con la carga adicional de las lorzas y la incertidumbre esta empinada cuesta de enero, empezamos a descubrir el color cárdeno del horizonte socioeconómico que se avizora a la vuelta de la esquina. Qué les voy a contar ustedes que no sepan o no se imaginen. En ese entorno, descubrir que desde las administraciones se tira el dinero a espuertas empleándolo en ocurrencias a mitad de camino entre lo innecesario y lo imbécil, enoja considerablemente. Les digo esto porque en el BOE acaba de aparecer el rastro de la última tanda de decisiones del Departamento de Exteriores y Cooperación, dirigido por la socialista doña Trinidad Jiménez, que esperó astutamente al día siguiente de las últimas elecciones generales para repartir más de 63 millones de euros entre ONGS y otros organismos, en plan “ahí queda eso”. Piense ahora en lo que le cuesta usted en llegar a final de mes y pásmese ante la pintoresca generosidad de doña Trinidad, que otorgó casi 300.000 euros a “la mejora de la producción agrícola de las regiones de Cacheu, Bissora y Carantab, mediante resolución de conflictos con los hipopótamos, en Guinea-Bissau.”(sic.) No es broma. Y claro, de estos polvos y chapoteos vienen los lodos del déficit que arrastramos. Lo leo de nuevo y me acuerdo de Pepe Pótamo, ese personaje de los dibujos animados de mi infancia que cada vez que se enojaba lanzaba un hipo-grito huracanado que descuajeringaba todo lo que se ponía por delante. En fin. Los humanos no somos hipopótamos ni personajes de dibujos animados. Pero podemos votar y acabar con todas estas historietas.