La Voz de Almeria

Opinión

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Hubo un tiempo, sobre todo en la Edad Media, el Renacimiento, e incluso después de inventarse la imprenta, en que era común el oficio de escribir a mano al dictado de otro, copiando o pasando a limpio escritos ajenos; éste, el amanuense, cumplía una gran labor cultural ayudando a transmitir conocimiento. Generalmente fue desempeñado por siervos en la Grecia antigua, continuándose más tarde en Roma, pero proliferaron en monasterios, aislados en celdas o en un lugar común que llamaban scriptorium.
No son precisamente Cicerón, Aristóteles ni Filodemo de Gadara quienes, entre sus equipos de trabajo compuestos por secretarios, calígrafos y amanuenses, han utilizado al alcalde de la capital para transcribir sus pensamientos. Cuando le escucho, tengo la sensación de que da el parte de aquello que le dicen, quizás por eso nos lo colocaron ahí, para desgobernar al dictado de otros.
Quiere quedar bien con los suyos y, como buen amanuense, pasar a limpio el discurso de Ciudadanos para repetirlo después. Y así, ha presentado unos presupuestos para 2018 sin credibilidad, porque ha dejado 24 millones de euros en inversiones sin gastar del año pasado y 70 de las 89 medidas pactadas con Ciudadanos sin realizar, alejados de lo que la ciudad necesita, sin tener en cuenta la participación ciudadana, que no responde a un proyecto de ciudad que integre a los barrios, sino al parcheo constante y grandilocuente que tapa la cruda realidad, y que, sobre todo, no buscan crear empleo en la ciudad ni la mejora laboral de sectores como el de las trabajadoras de ayuda a domicilio que cobran unos escasos 600 € y cuyo aumento gradual hasta los 1000 € podría asumirlo el ayuntamiento.
Ya lo dijo Ramón y Cajal, “Evita los amigos y protectores ricos y necios. A poco que los trates, te verás convertido en su amanuense o en su lacayo”; pero no desesperemos, el año próximo podemos evitar a un amanuense para tener un alcalde.


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