Guatepeor
Guatepeor
Espero que las desagradables imágenes del linchamiento del dictador libio Gadafi hayan permitido, por lo menos, cobrar conciencia del nivel y las bases del nuevo régimen que todos los países occidentales, entre ellos España, han contribuido a asentar sin escatimar esfuerzos económicos, medias verdades y despliegues militares. Admitiendo que el desequilibrado y excéntrico sátrapa era una figura escasamente recomendable, habrá que asumir que los nuevos gobernantes instalados por la comunidad democrática y humanística tienen muy poco de lo primero y, por lo visto en esas imágenes, nada de lo segundo. He aquí un interesante punto de reflexión para los jardineros editoriales de esa llamada y pretendida "primavera árabe", para que nos expliquen la fertilidad de este, en apariencia, torcido fruto. Y es que por si no había suficiente con el espanto de la secuencia grabada por los propios ejecutores del coronel de opereta desértica, se añaden ahora relatos pormenorizados que detallan el ensañamiento y humillación infligidos al prisionero en sus instantes finales. La duda es saber si la Libia de hoy es mejor o más prometedora que la de ayer, porque la turba que ha derrocado (con nuestra ayuda, no lo olvidemos) a Gadafi ya ha proclamado su aprecio por el islamismo, que no sé yo si eso será mejor que lo que tenían los libios antes. Y ése, y no otro, era el fin oficial de la intervención aliada. Entiendo que la inmensa alfombra de petróleo que se extiende bajo las arenas libias justifique el interés de Occidente, pero lo que no se entiende es que, puestos a salir de Guatemala, hayamos acabado en Guatepeor.