La Voz de Almeria

Obituarios

Adiós a doña Rosa, maestra querida de Los Llanos de La Cañada

Rosa María Ortiz Pérez

Doña Rosa.

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Mi madre, Rosa María Pérez Muñoz, nació en Lubrin el 22 de julio de 1952, donde se crio. Fue una hija muy buscada y nació tras muchos años de matrimonio de Juan “El Suico” y Joaquina y muchos intentos “de la época” por ser padres. Tras el cierre de la fábrica de piensos de Lubrin, mi abuelo tuvo que emigrar a Francia. Mi abuela, que regentaba una tienda de ultramarinos y a quien ayudaba mi madre los días de mercado en la plaza del pueblo, también tuvo que emigrar a Francia cuando mi madre cumplió 10 años para pagarle unos estudios porque era una alumna brillante.

Estuvo primero en El Milagro, de donde la recogía su tía, ‘Benita la del Imperial” para pasar los fines de semana y luego fue a las Jesuitinas. Estudio Magisterio, siendo la número 1 en su oposición y estuvo durante más de 40 años como maestra en los Llanos de la Cañada (actualmente Ferrer Guardia). Podría haber elegido un centro en la ciudad pero ella siempre optó por quedarse con “su gente”, gente trabajadora y de recursos limitados a los que llenaba de cariño y alegría.

Doña Rosa fue un referente para sus alumnos, muchos la recuerdan por ser la “Seño” que se los llevaba a su casa en el centro, les daba de comer y los llevaba al cine, en unos tiempos en los que para ellos eso era impensable. Vivió para darse a los demás, a sus padres, a sus hijos, a sus parejas, a sus alumnos, a sus amigos, a los necesitados, y a todo aquel que se le acercara.

Ella siempre fue dejando partes de su corazoncito donde iba. Era una persona sumamente activa, siempre se la veía caminando de un lado a otro por Almería. Hasta que su corazón y un desgraciado ictus la hicieron parar, pero no pararon su fuerza y sus ganas de vivir.

Le gustaba pintar, escribir y sobre todo hacer voluntariado. Estuvo en Proyecto Hombre, Cruz Roja, pero donde de verdad se sintió realizada fue haciendo voluntariado en el módulo de respeto de la prisión, donde cada martes se reunía con “sus niños” para enseñarles a cocinar, coser, hacer teatro, escribir…allí quedará siempre su legado y un patio con su nombre “el patio de doña rosa”.

Rosa fue una de esas personas que pasan por el mundo para hacer felices a los demás, una vida de entrega que trasciende de la suya propia por todo el amor y generosidad que dejó a todo aquel que la conoció

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