La Voz de Almeria

La Foodineta

Cómo nació y sobrevivió el bar que empezó a servir "la tapa grande"

La Virgen Chica lleva más de 30 años cocinando desayunos, comidas y cenas con el mismo mimo que el primer día que abrió sus puertas

Silvia Galindo Asensio, una de las dueñas de La Virgen Chica, junto a Antonio Jesús Gutiérrez, su fiel empleado.

Silvia Galindo Asensio, una de las dueñas de La Virgen Chica, junto a Antonio Jesús Gutiérrez, su fiel empleado.Elena Ortuño

Elena Ortuño
Publicado por

Creado:

Actualizado:

Cuando, en 1994, Mari Carmen se pidió una "suela de zapato" en el local de reciente apertura de su barrio, en pleno Zapillo, estalló en una sonora carcajada por la ironía del asunto: un humeante filete empanado con patatas fritas, lechuga y alioli le esperaba servido en un gran plato, desafiando con su jugosidad el nombre que lo había bautizado. 

Que aquello fuera una tapa era ya, valga la redundancia, el colmo del tapeo: 'la tapa grande' se había abierto paso para instalarse en la oferta de La Virgen Chica. Treinta años después, allí continúa. Inamovible, como las costumbres y tradiciones de este pequeño y familiar hogar; hoy regentado por Silvia Galindo y Carmen Sánchez, dignas sucesoras de su primer socio, José (hoy jubilado).

Un comienzo a contracorriente

Los 90 fueron una década complicada para la hostelería. En contra de lo que parecía indicar el sentido común, José, Silvia y Carmen decidieron apostar por un local de tapas y cañas que enfrentase y resistiese la crisis que en aquellos años azotaba a Almería. 

Ninguno tenía experiencia previa en sacar adelante un bar. Sin raíces familiares tras los fogones ni ninguna formación, los tres almerienses llegaron con más ilusión que probabilidad de éxito... hasta que llegó la gran idea que marcó la historia del bar: la tapa grande.

"José fue el que la introdujo. Hasta entonces, las tapas típicas eran las clásicas de Almería: pinchos, lomo, carne con tomate o bravas", enumera Silvia. La "suela de zapato" y la "Virgen Chica" (un combinado con un filete a la plancha, huevo, patatas y pisto) se convirtieron al poco en su seña de identidad y en los platos preferidos de los estudiantes que tanto frecuentaban aquellas cuatro paredes.

Grabados en madera de la nueva gama de tapas de La Virgen Chica.

Grabados en madera de la nueva gama de tapas de La Virgen Chica.Elena Ortuño

Repleto de banderas, camisetas y objetos verdiblancos y con un letrero que rezaba 'La Virgen Chica', aquel que traspasaba el umbral del establecimiento no podía evitar preguntarse si entre los tres fundadores habría algún sevillano: "Ninguno viene de Sevilla. José era un gran seguidor del Real Betis Balompié y del Rocío, y así ambientó el negocio. No hay más explicación", sonríe con honestidad al tiempo que se encoge de hombros. 

Tras la jubilación del bético, hace doce años, el género femenino tomó el mando del bar. Al asumir en solitario la gerencia, hubo quien les aconsejó cambiar el nombre por viejas críticas. Pero ambas lo tenían claro: "No hemos querido renegociarlo nunca". ¿La razón? Que el letrero de La Virgen Chica actúe como el faro de Alejandría para los viejos clientes de antaño: "Aún hoy, treinta años después, viene gente que pregunta si seguimos abiertos. A mí me encanta decir: sí, y somos los mismos", explica con orgullo.

Levantado como un referente para generaciones de estudiantes de los noventa, hoy es frecuentado, sobre todo, por vecinos del barrio, familias y por el regreso de antiguos clientes: "Te sientes orgullosa cuando ves que tienes un local desde hace un montón de tiempo, donde la gente sigue viniendo y se va contenta".

La Virgen Chiva, vigilante de todo lo que ocurre en el bar.

La Virgen Chiva, vigilante de todo lo que ocurre en el bar.Elena Ortuño

Una fidelidad con marcas de historia

Tras tres décadas de vida, el bar ha sido testigo de muchas historia personales. Desde estudiantes que se enamoraron entre tapas hasta alumnos que pasaban allí sus borracheras antes de entrar a clase, el paso del tiempo encuentra su máximo exponente en La Virgen Chica: "Hay quien me dice: 'Aquí le pedí la mano a mi mujer y hoy he vuelto con nuestros hijos'. Eso no tiene precio", asegura.

La hostelera almeriense también destaca la confianza plena de los clientes, quienes, al igual que la felicitan en sus aciertos, tampoco dudan en opinar cuando algo no va bien: "El público para mí es el que manda, no hay que dormirse nunca", afirma, para después añadir: "No porque una cosa vaya bien tienes el trabajo ya hecho. Siempre tienes que seguir mejorando. Por eso agradezco las críticas".

A pesar del paso de las páginas en el calendario, año tras año, Silvia y su socia defienden la cocina de siempre, la tradicional. Así, mantienen su carta original desde hace 30 años, aunque con algunos añadidos y novedades. Sencillez, autenticidad y sabor son las claves que marcan su sello; una personalidad hostelera que ha atraído a nombres propios como al actor Juanito Navarro o al empresario Ruiz de Lopera -un habitual cuando el local llenaba sus mesas con béticos-.

Sobre el futuro

Desde que la pandemia llamase a la puerta, una idea ronda por la cabeza de Silvia Galindo. La moda de las comidas para llevar podría inaugurarse también en su negocio. ¿El objetivo? Aprovechar la demanda y reducir el horario de apertura: "Abrimos desde las seis de la mañana, y ya no somos tan jóvenes como cuando empezamos". 

Podría sonar a final anunciado, pero en La Virgen Chica nada muere del todo. Quizá algún día se apaguen los fogones y el toldo se enrolle para siempre, sin relevo que herede las llaves. Pero mientras tanto, y eso es lo que importa, Silvia sigue sirviendo platos con la misma fe de quien sabe que el valor de un bar no está en sus metros cuadrados, sino en las vidas que se cruzaron en su barra.

Treinta años después, aquel rincón de El Zapillo resiste como un pedazo de memoria colectiva, donde aún hay quien pide una "suela de zapato" para comprobar que, al menos allí, el tiempo no ha podido cambiar el sabor de las cosas bien hechas.

tracking