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Cómo nació y sobrevivió la cafetería-churrería más céntrica de Almería

El local lleva 62 años sirviendo a los almerienses cafés, churros y chocolate, entre otros platos

Ingrid Chacón Gómez y Fernando Chacón Campos, padre e hija, dueños del Bar Habibi.

Ingrid Chacón Gómez y Fernando Chacón Campos, padre e hija, dueños del Bar Habibi.Elena Ortuño

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Hay lugares en los que cuando uno se sienta en sus terrazas o traspasa sus vetustos umbrales logran arrancar interrogantes que a veces solo se pueden contestar con una buena conversación con aquellos que los vieron mutar. Es el caso de una de las cafeterías más míticas del centro de la capital almeriense, el Bar Habibi.

Situado en una de las esquinas del Mercado Central, su exótico nombre despierta tanta curiosidad en los transeúntes como su aroma a churros aviva el apetito. Después de décadas de supervivencia y adaptación, se ha labrado una numerosa y fiel clientela a golpe de cálidas sonrisas, madrugadas y tapas que hacen salivar.

"Significa amigo, amor, cariño..."

Desde 1963 lleva el Habibi en pie, año en el que el almeriense Fernando Chacón Campos decidió con tan solo 19 años y junto a su madre abrir un local que respondiese a las necesidades de la gente trabajadora del centro de Almería. 

Para diferenciarse del resto, el gusto de la familia por la cultura árabe fue fundamental desde sus inicios: "Al estar en el mercado, queríamos llamarlo Zoco, derivado del árabe "sūq", que significa mercado", reconoce el anciano con cierta nostalgia de aquellos años marcados por la energía y la ilusión de la juventud.

Si bien su idea original no terminó por cuajar, sí quedó impregnada en el nombre final que bautizó aquella esquina de la circunvalación Ulpiano Díaz. "Soto el decorador ambientó el negocio con tintes árabes y como aquí en Almería no había ni azulejos ni lámparas del estilo, nos fuimos de viaje a Córdoba". 

Fue en la ciudad califal donde, callejeando, ambos almerienses se encontraron un letrero que llamó su atención: "Leí: 'habibi'. Y pregunté por su significado. Cuando supe que ponía amistad, amor, cariño y cosa bonita en marroquí, no pude aguantarme: lo adopté para el bar", relata risueño, como si no hubiese tenido opción.

Desde entonces, sus días comenzaban por la noche. "A las 2.00 horas de la madrugada poníamos el despertador para levantar la persiana a las 3.00", recuerda Chacón, quien reconoce que la idea era coincidir con la apertura de la alhóndiga, donde se descargaba la mercancía que los vegueros traían para vender.

"En vez de una cerveza o un cubata, tomaban ponches y carajillos"Fernando Chacón Campos

Eran, de hecho, esos trabajadores del campo, junto a los empleados tras la caja registradora de las tiendas de barrio, los que se convirtieron en su clientela fija: "Venían en sus carros y se tomaban lo que en aquel entonces se conocía como 'ponches': era café muy flojo, aguado, mezclado con coñac. De un café se sacaban tres", cuenta el almeriense, quien afirma con seguridad que aquella era, sin duda, la bebida autóctona de la gente de La Vega: "En vez de una cerveza o un cubata, tomaban ponches y carajillos".

Un Habibi renovado con su tercera generación

El tiempo pasa por todos y todo, y así como un árbol va mudando sus hojas, el paisaje y los rostros del Habibi también han ido cambiando. Como testigo de la transformación, un marco con tres fotografías de la misma fachada en diferentes épocas, colgado en el interior del local: "Falta la primera de todas, aquella que muestra cómo era el bar en su fundación, pero no la encuentro", explica Chacón con un encogimiento de hombros. 

Diferentes fachadas de un mismo bar en diferentes épocas.

Diferentes fachadas de un mismo bar en diferentes épocas.Elena Ortuño

Cuando el mercado dejó de ser el punto neurálgico de la alhóndiga, los vegueros dejaron de acudir. Fue entonces cuando Ingrid Chacón, hija de Fernando y tercera generación del histórico negocio, decidió cambiar la hora de apertura: "Comenzamos a abrir a las 5.00 de la madrugada, e incluso a esa hora ya se pasaba poquita gente", relata. 

Si bien el local del Mercado Central es el que todos los almerienses recuerdan, no fue el único que tuvieron los Chacón. La matriarca de la familia y abuela de Ingrid fundó antes otro negocio gastronómico, así como una heladería. Por su parte, Fernando intentó abrir un segundo establecimiento en la nueva ubicación de la alhóndiga, allá junto a la Goleta, que terminó por cerrar por pasarse demasiado tiempo alejado de su familia.

Un plato estrella que nadie se espera

Si bien el Habibi siempre ha sido una de las opciones favoritas de los almerienses para desayunarse un humeante chocolate con churros antes de comenzar el día, Ingrid reconoce que no es la masa frita su mejor plato: "Si tuviese que elegir una comida que sobresalga sobre el resto, diría sin duda la carne con tomate. Está deliciosa. Nuestra carne en salsa también está en sabrosa, la hemos incluido en la ruta de la tapa", cuenta.

"Algunas madrugadas nos llegaban borrachos que se hacían los graciosos y preguntaban a mi padre: '¿Tiene una jaula?', y mi padre contestaba: '¿Para qué?', 'Para que meta el loro que le voy a dejar', le respondían", recuerda Ingrid con una sutil sonrisa como ejemplo de una de las tantas anécdotas que le ha brindado el pequeño bar de sus antecesores.

Tras muchos recuerdos, tapas, desayunos y momentos compartidos, el futuro del Habibi es incierto: "Yo les deseo a mis sobrinas algo mejor y menos inestable que la hostelería. El bar no tendrá cuarta generación, imagino que lo traspasaré", se atreve a aventurar su actual dueña. Lo que también reconoce es que antes de que aquello ocurra aún quedan muchos cafés por servir y muchos churros que freir. 

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