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Más oscuros que claros al despejar la incógnita de Thievy

Nadar y guardar la ropa

Thievy.

Thievy.

Miguel del Pino
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Para hacer frente a la Real Sociedad Juan Ignacio Martínez recuperaba a su goleador por excelencia, Hemed, que no había podido participar en el triunfo de su equipo en Córdoba por estar sancionado. Thievy había demostrado en el Nuevo Arcángel que ha llegado de la Copa de África con las pilas cargadas. Era evidente que ambos delanteros rojiblancos iban a ser de la partida ante el cuadro vasco. La incógnita era saber quién iba a ser el futbolista sacrificado.


Los candidatos tres: Edgar, Soriano y Wellington. En principio todas las opciones eran válidas, pues los tres jugadores antes mencionados están siendo muy importantes para el equipo. Pero en casi todas las combinaciones, por lo menos en la mía, entraba que el sacrificado iba a ser Soriano, por mantener el plus de la velocidad frente al cuadro donostiarra. Finalmente Juan Ignacio Martínez despejó la incógnita dejando en el banquillo a Edgar y colocando a Thievy en la posición de exterior izquierdo. No hubo sorpresa desagradable, sino todo lo contrario, con la presencia del congoleño en el equipo. Fue una pesadilla para la defensa rival, sobre todo para el buen lateral diestro Zaldúa, y participó activamente en la consecución de los dos tantos.


En el primero provocó el penalti que Verza transformó, en el segundo realizó una jugada de crack para servir en bandeja a Hemed. Esta elección proyectó algunos oscuros sobre el juego del equipo. Moyes, técnico realista apostó por tres centrocampista rápidos para anular a la medular almeriense y, sobre todo, a Soriano en su habitual contribución al juego de ataque del equipo. El maño no tuvo su tarde, su par se le adelantó casi siempre, no se produjeron esas asistencias de lujo que partido tras partido ofrece, aguantó el balón menos que en otros partidos y su recepción con la testa perdió efectividad.
No tuvo el maño, uno de los pilares en el que se sustenta el equipo tanto dentro como fuera del campo, su tarde y el equipo lo acusó perdiendo la posesión en beneficio de su rival que tuvo el balón en 50 de los 90 minutos. La gran virtud del Almería ante la Real fue seguir nadando para alcanzar el triunfo, y guardar la ropa para conservar el punto que tenía. La meta se pudo alcanzar en los últimos compases, el no llegar a ella nos dejó un mal sabor de boca.


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