El cisne negro y el gran apagón: “Es algo que jamás puedes imaginar que llegue a pasar”
El ingeniero almeriense David López, Manager Ciberseguridad en una compañía internacional, analiza la respuesta a la crisis de la electricidad

Almería, durante la noche del histórico apagón.
“Puedes tener un plan de continuidad para tu negocio y un plan de contingencia en el caso de que fallen ciertas cosas, pero no puedes prever que todo falle a la vez. Esto es lo que en seguridad se conoce como un cisne negro”. David López Gutiérrez (Almería, 1977), ingeniero en telecomunicaciones e ingeniero técnico industrial, analiza para LA VOZ la respuesta a la crisis de la electricidad que sumió a toda la Península en el caos el pasado lunes.
La teoría del cisne negro, acuñada por el filósofo Nassim Nicholas Taleb para referirse a aquellos sucesos inesperados e impredecibles que generan un enorme impacto, se ajusta a la situación vivida en el ya histórico 28 de abril de 2025. “Es algo que no te puedes imaginar jamás que llegue a pasar. Ya no solo porque no haya sucedido antes, sino porque no te lo planteas siquiera como un escenario posible”, explica.
“Existen, claro, planes de contingencia como respuesta a situaciones críticas. Por ejemplo, como ha pasado otras veces, que una o varias ciudades se queden sin electricidad. Pero no esperas que la electricidad se vaya a cero, en cinco segundos y en todo el país. Eso es un cisne negro, algo que no puedes prever”, añade López, centrado desde 2012 en la seguridad de la información, tanto seguridad física como ciberseguridad.
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¿Y cómo responder ante una situación así, más allá de su magnitud? El ciclo pasa por tres fases: prevención, contención y resolución.
Prevención
Ante un episodio tan sumamente excepcional como el del lunes, lo primero es la prevención. Para ello, la ley de 2011 establece medidas para la protección de las infraestructuras críticas. “Existen servicios esenciales donde puede haber un plan B si fallan. Y luego infraestructuras claves para el funcionamiento global de un país a las que llamamos infraestructuras críticas porque si caen no existe plan B. Hablamos desde la administración hasta el espacio exterior, pasando por la industria química y nuclear, agua, transportes, alimentación, sistema financiero... Y ahí aparece la energía eléctrica: si no hay luz, no funciona nada de lo otro. Justo eso lo que pasó”, dice David López, en la actualidad Manager Ciberseguridad en una compañía internacional.
El gran apagón eléctrico generó un efecto dominó que paralizó la sociedad de la comunicación en la que nos movemos hoy: nos quedamos sin poder telefonear o wasapearnos con la familia, sin informarnos por internet de lo que estaba sucediendo (de ahí la reivindicación de los transistores a pilas), sin posibilidad de comprar (ahora que casi no usamos dinero en efectivo). Un fastidio, obvio, pero por suerte la vida siguió igual en espacios tan fundamentales como los hospitales.
Contención
Después de la prevención, en caso de no haberse podido evitar una situación crítica llega el proceso de contención. “Lo primero es proteger a las personas y después las infraestructuras críticas y los servicios”.
La citada ley, expone el ingeniero almeriense, nombra a operadores críticos dentro de cada sector. “Existen medidas de seguridad física para la protección, medidas de ciberseguridad para la protección de la infraestructura y de la información. Medidas de seguridad brutales que tienen que cumplir. Al final, si no hay luz, tienes que tener un sistema que genere electricidad por una vía alternativa a la red habitual. Los hospitales pudieron seguir funcionando porque tienen sus sistemas alternativos de generación de energía. Se pueden poner en riesgo, por ejemplo, los datos sanitarios, pero lo importante es que un hospital pueda seguir funcionando. Son entidades que tienen que tener unas medidas de contingencia más estrictas que el resto de empresas”.
Esa generación alternativa de electricidad requiere de combustible, por lo que, en casos como el de los hospitales, el Gobierno tuvo que facilitarlo para que esas fuentes pudieran estar funcionando todo el tiempo posible, ya que no sé podía precisar cuánto iba a durar la situación. “No hay grupos electrógenos para infraestructuras, digamos, pequeñas, como los semáforos: si se va a la luz, adiós, no hay más historia. Esas fuentes de alimentación secundarias son muy caras y al final se deciden de forma estratégica según su nivel de criticidad”.
De ahí que tampoco pudiéramos usar el móvil o pagar a través de datáfonos. “La telefonía va por radiofrecuencia hasta la antena, pero estas funcionan con electricidad. Los generadores pueden alimentarla unas horas, pero cuando llega la autonomía cero de estos sistemas alternativos se va la cobertura totalmente, que es lo que acabó sucediendo”.
Resolución
El episodio del gran apagón, de la caída total de la electricidad durante unos segundos en todo un país, ha sido algo tan excepcional como fue para los europeos descubrir en el siglo XVII que en Australia vivían cisnes negros. De ahí que esta situación, hasta ahora propia de las narrativas distópicas, se ajuste a esta teoría.
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Una vez solucionado el problema, con la vuelta a la normalidad, los especialistas en seguridad deben analizar “qué ha pasado”, estudiar las causas que han provocado la crisis y promover “una serie de mejoras” para que eso no vuelva a suceder en el futuro, destaca David López.