Bares vacíos y comercios cerrados en el gran apagón: “Tenemos que pasar esto como podamos”
El fallo eléctrico masivo altera la rutina de la ciudad y causa más preocupación que incidentes

Casa Sevilla, cerrado este mediodía.
Lunes, 28 de abril de 2025. 12:30 horas. La ciudad se mueve al ritmo de un día cualquiera que está a punto de dejar de serlo. En un par de minutos, gestos cotidianos como pasar por el supermercado, telefonear a tu pareja o echar gasolina van a quedar suspendidos. Un fallo eléctrico en toda la Península hará saltar por los aires la bendita rutina.
Una hora después del apagón, las calles dejan imágenes que recuerdan a los tiempos de la pandemia: comercios bajando la persiana antes de hora y bares vacíos cuando deberían estar recibiendo a los parroquianos.
Al menos en los primeros instantes, la jornada deja más preocupación que incidentes de importancia. Las voces de la chavalería que sale antes de lo previsto de los centros educativos se mezclan con las sirenas de los bomberos y sanitarios.
Desde la calle Eguilior, un bombero avisa a otro compañero que está en Javier Sanz: intentan auxiliar a una mujer que podría haberse desmayado en el interior de un ascensor.
“Estamos atendiendo a mucha gente atrapada. Lo peor no es que no haya corriente, sino que al quedarse encerrados hay quien sufre episodios de pánico y ansiedad”, señala a LA VOZ el segundo.
Algunos supermercados, como el DIA de Oliveros, han cerrado; otros, como el Consum junto al Ego Sport Center y los Mercadona y ALDI de Sierra Alhamilla, resisten gracias a sus grupos electrógenos. Un cartel en la puerta del centro deportivo advierte de que estarán cerrados “hasta nuevo aviso”.
“No cerramos a mediodía, pero nos hemos quedado solo con un ordenador y los frigoríficos para los medicamentos. Cuando se fue internet, perdimos la conexión a la receta electrónica y los TPV dejaron de funcionar, así que hemos tenido que bajar la persiana. Eso sí, nos han recomendado que no dejemos el local”, relata Isa, empleada de la Farmacia Pasarela.
Fiando a la clientela
“Al principio pensábamos que solo había afectado a esta zona o a nuestro negocio. Pero conforme ha ido pasando el tiempo hemos visto que era algo nacional. Lo estamos viviendo con la preocupación propia de estos tiempos que corren y de momento no sabemos el alcance”, cuenta Manuel Bautista, propietario de Casa Sevilla.
Al igual que la cervecería Mini Bar, al otro lado de la calle Rueda López, el restaurante ha cesado su actividad y el personal aguarda en una de las terrazas del exterior, atentos a la evolución de este histórico lunes. “No podemos funcionar porque todo depende de la luz. Y sin luz no funciona la campana extractora, no podemos tener fuegos...”, explica.
La Cuchara, el local de comidas para llevar que regentan enfrente con el mismo éxito que el restaurante matriz, permanece abierto. “Los platos estaban listos antes del apagón. No podemos cobrar con tarjeta: solo en metálico o fiamos a los clientes. La cuestión es pasar esto como podamos: esperemos que dure poco”, añade.
Pérdidas
En la mayoría de los establecimientos que trabajan con productos del día, la “crisis de electricidad”, como la ha calificado el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, acarreará pérdidas que se evaluarán cuando todo vuelva a la normalidad.
“Hemos tenido que meter todos los pasteles en los congeladores”, cuenta Mario Gómez, gerente de Ysla Piononos. La falta de suministro le impide bajar la persiana eléctrica, por lo que espera, paciente, sentado en el exterior con parte de su equipo.
En esa misma acerca, tanto Burger King como Carrefour Express han cerrado sus puertas. Y al otro lado de la Rambla, la carnicería Divina Pastora también da por finiquitada la jornada y la pizzería Gamberro Napolitano mantiene apagados sus hornos.
Enfrente, tres empleadas de la heladería Fantasía Italiana, uno de los clásicos de la zona, ya han recogido todas las vitrinas y hacen cuentas: entre lo expuesto y lo que guardaban en las neveras se habrán perdido unos 300 litros de helado.
“Me ha dejado fatal: sin pan, sin caja, sin TPV... Además, como no funciona el teléfono no puedo hablar con mi jefe para preguntarle si cierro o no. Y perdona que no te pueda atender mejor, me pillas en un momento complicado”, se disculpa un dependiente de Pkö Dulce y Salaö, el 24 horas de la Avenida Federico García Lorca número 19.
Es uno de los pocos establecimientos de ese tramo de la Rambla que permanece abierto. El público se va asomando tímidamente buscando, básicamente, agua y pan. “No podéis pagar con tarjeta, tiene que ser en efectivo, a ser posible con el dinero justo, y de todo aquello que me sepa los precios. Es por haceros un favor”, avisa.
“Si es el fin del mundo, cuidado. Esto son cinco pavos”, espeta un eléctrico cliente mientras suelta un billete sobre el mostrador y se lleva con prisas un par de Coronitas.
Acto seguido, unas chicas jóvenes se asoman y preguntan si aún queda helado. Quizás aún no sepan que las neveras no funcionan porque España se ha quedado congelada.