La Voz de Almeria

Almería

El general que vivía en un Maricielo almeriense

Rafael Cavanillas era un militar de alta graduación e inmensa fortuna que había combatido en la guerra y tras invertir en Marbella iba buscando nuevos lugares de costa donde construir hoteles y residenciales

Imagen de los años 60 de la playa de Vera cuando comenzó el Maricielo. Retrato del general Rafael Cavanillas.

Imagen de los años 60 de la playa de Vera cuando comenzó el Maricielo. Retrato del general Rafael Cavanillas.

Manuel León
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Hasta que él llegó a esa playa entre Vera y Garrucha buscando dónde invertir su acrisolada fortuna, ese litoral había sido un solitario escorial de arena trufado por restos de mineral, donde aún aparecían erguidas algunas chimeneas de las antiguas fundiciones de hierro y plomo. Rafael Cavanillas Prosper era uno de los militares de más alto rango del Régimen entonces vigente, además de un aristócrata de alta cuna. Había vivido ya mucho, había corrido ya mucho mundo, venía buscando un sitio tranquilo donde emplear algo de su cuantioso caudal, como había hecho antes en Marbella. Alguien le había mentado Mojácar, Vera y Garrucha y hasta allí llegó desde Madrid, en su coche oficial, a inspeccionar la zona, como en una avanzadilla militar. Le gustó, se enamoró de ese rincón levantino de Almeria, tanto, que no solo invirtió en un hotel y un restaurante, sino que se compró también una casita con jardín donde terminó viviendo los últimos veinte años de su vida, antes de volver a Madrid cuando ya había perdido casi todas sus facultades. Cavanillas nació noble, en el palacete del Marqués de Dos Aguas en Valencia, y participó con el bando sublevado en la Guerra Civil, tras refugiarse en la embajada francesa de Madrid cuando ya era Capitán y jefe del Servicio de Ferrocarril, pasando a la zona franquista en 1937. Participó en las batallas de Teruel, Aragón, Levante y el Ebro y fue un estrecho colaborador del general Camilio Alonso Vega.

Tras la contienda, ocupó cargos de máxima relevancia como coronel jefe de la Comandancia General de la Guardia Civil, capitán general de Baleares, jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra y presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar. Debido a la amistad de su familia con el rey Alfonso XIII sirvió de enlace con don Juan de Borbón durante su exilio en Estoril, propiciando también una buena amistad con el entonces príncipe Juan Carlos. Desde su puesto como jefe del Estado Mayor, respaldó al general Juan Domingo Perón en su intento de regresar a Argentina desde España. A partir de 1964, cuando Cavanillas ya había construido un hotel y tenía una casa en la playa de Vera, hizo venir de incógnito a su amigo Perón -hay testigos presenciales que lo vieron- a pasar unos días en el Levante almeriense.

Antes de descubrir esta provincia, Cavanillas, además de sus funciones militares, ya se dedicaba al mundo de los negocios amasando una inmesa fortuna gracias a la exportación de ébano desde Guinea, a las inversiones en Bolsa y a su actividad inmobiliaria en Marbella con la empresa Sofico, de la que era vicepresidente. Estuvo implicado en la quiebra de esta sociedad pero no llegó a ser procesado. Se había casado con Victorina Ysasi, noble jerezana y nieta del fundador de la bodega González Byass. Después matrimonió con Lola Cisneros, con la que compartió sus años almerienses. Cavanillas llegó a la playa de Vera cuando todo estaba empezando, cuando el promotor Amando Roca estaba levantando los primeros chalecitos de los que el general se quedó con uno en primera línea. Otros fueron adquiridos y promocionados en lotes por empresarios como Carlos Ibarra, Juan Hernández y por Carmen Llauradó Martí conocida por ‘La Catalana’, que promovió otros 13 apartamentos. Se acababa de construir el edificio Aldanondo, donde estaba de encargado Jesús el Gallito y bullían ya decenas de nuevos proyectos inmobiliarios en unos años de boom. Fue cuando Cavanillas hizo, con su sociedad Vegasa (Vera Garrucha S.A.) el mítico complejo Maricielo, compuesto por el Hostal Las Pitas, un restaurante, piscina, bolera, pista de patinaje, que fue inaugurado por el ministro Fraga en 1966 cuando vino a bañarse en Palomares, junto a otros centros sociales como El Gallo y El Burrito de Oro. Un año después, en 1967, el empresario hotelero José María Rossell consiguió fletar el primer vuelo chárter de alemanes a Garrucha, desde el aeropuerto militar de San Javier, con la ayuda crucial de Cavanillas, quien hospedó también en Maricielo, gerenciado por su hermano Javier, a una parte de esos primeros turistas teutones. Allí trabajaban jóvenes militares que trajo de Madrid como Ramón Túñez y también jóvenes de Garrucha como Lupe, Gabriel Flores, como cocinero y Agapito como contable.

Una vez retirado del Ejército, Cavanillas se refugió en el chalet de Maricielo, al que rotuló -un hombre de guerra como él- con el nombre de La Paz. Allí vivió más de dos décadas con gran hermetismo, paseando bajo los pinos, leyendo el Abc, recibiendo a amigos como el arquitecto José Luis Gallego, yendo a tomar vino al bar de Pedro Visiedo y a oír misa a la Iglesia de Cuevas del Almanzora. Uno de los últimos actos sociales que protagonizó fue cuando la inauguración del pub Ninfas y Faunos en Mojácar, de Ricado y Victoria.

Aún se le recuerda en la zona como un dandy, un militar que no parecía militar, un bon vivant con mucho don de gentes, con mucha seda y lino en su vestuario, que cuando vio que envejecía más de la cuenta volvió a Madrid para morir en 1998 con casi cien años, tras haber sido, casi desde el anonimato, uno de los adelantados del turismo en el Levante almeriense con su célebre Maricielo. 

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