La Voz de Almeria

Almería

Vida y milagros del Parador de Mojácar

Están a punto de cumplirse 60 años de la construcción de un establecimiento que fue un reclamo turístico de primer orden para un pueblo lacerado por la emigración

Tajo de albañiles de la comarca que con sus manos levantaron a partir de 1964 el Parador de Turismo de Mojácar.

Tajo de albañiles de la comarca que con sus manos levantaron a partir de 1964 el Parador de Turismo de Mojácar.

Manuel León
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Están ahí todos esos obreros almerienses contratados por la empresa madrileña de Albert Vanderberghe, a las órdenes del capataz Felipe Romero, una mañana de junio de 1964, cuando el Parador de Turismo de Mojácar iba germinando gracias a sus manos proletarias; están ahí todos esos albañiles y técnicos mirando, en ese paraje de tierra estéril frente a la playa, con los ojos achinados por el sol de cara. Trabajaban siguiendo los planes de un ilustre arquitecto, Julián Luis Manzano, un estratega de los Paradores españoles. Ya había diseñado media docena por toda España para el Ministerio de Información y Turismo y con el de Mojácar alcanzaba el número 50; está ahí esa cuadrilla de operarios del cemento y el ladrillo, esperando la visita a las obra del todos poderoso ministro Manuel Fraga Iribarne, que llegó de un tour por la provincia en ese instante preciso en el que nuevas urbanizaciones, residenciales y hoteles florecían a levante y poniente de la provincia.

Un año antes, Mojácar había conseguido ganar la partida del Parador, cuando el ministro gallego le comunicó a Rafael Martínez de los Reyes, delegado provincial de Información y Turismo que el Gobierno había decidido comprar unos terrenos en la zona de la Piedra Villazar para construir un Parador que se llamaría de los Reyes Católicos. Se acallaba así la rumorología sobre los distintos destinos en la provincia de un Parador Nacional. Hubo postores y oferentes en diferentes puntos: Guardias Viejas, en Roquetas, Aguadulce, la propia capital, a través de Emilio Pérez Manzuco con proyectos en la calle Arapiles, la Alcazaba y la Venta Eritaña, e incluso el mismo Castillo de Vélez Blanco. Sin embargo, fue Mojácar la que consiguió ese establecimiento señero que está a punto de cumplir 60 años. Mucha culpa de que ese reclamo de primer orden llegara a la costa del Levante almeriense, convirtiéndose entonces en emblema del turismo de calidad, la tuvo empeño terco su alcalde, Jacinto Alarcón, que cobró miedo por algunas maledicencias que se oían de que Mojácar iba a ser anexionada por la vecina villa de Turre. El pueblo serrano, con la playa aún virgen y solitaria, era una zona empobrecida hasta los años 60 por una emigración galopante a Cataluña que había transformado el pueblo en un desierto de casas que iban perdiendo el blanco de la cal.

Fue esa tenacidad de Jacinto el molinero por salvar a su pueblo, por atraer turistas como bálsamo de fierabrás lo que hizo, en gran medida, que en el Consejo de Ministros se aprobara ese Decreto 3.524, de 12 de diciembre de 1963 firmado por Francisco Franco consignando partida presupuestaria para el Parador mojaquero. Cuentan que meses antes, Jacinto se subió a su Renault Gordini y se encaminó a Madrid plantándose en el vestíbulo del Ministerio y afirmando que de allí no se movería hasta que Fraga no considerase la opción de Mojácar para el futuro Parador almeriense. Nunca se supo cuántos horas o días estuvo allí esperando el edil mojaquero y él mismo, en vida, nunca lo quiso desvelar. Con la decisión tomada el emplazamiento elegido frente al mar fue el de una antigua finca de Juan López, de la saga de Los Loperos, donde se hacía la antigua subasta del pescado de las jábegas en la playa de Mojácar. Un abogado inversor, llamado Fernando Montaño, había comprado esos terrenos pocos años antes a 50 céntimos el metro a esa familia y después lo vendió al Ministerio de Hacienda a 50 pesetas el metro para construir el futuro para Parador sobre una superficie de 30.000 metros. Las obras del Parador salieron a subasta por 25 millones de pesetas, aunque finalmente costaron al erario público 30 millones, con sus iniciales 24 habitaciones dobles, piscina y un gran jardín delantero, con una construcción que asemeja como dos brazos abiertos al mar. Contaba, además, con el aliado del aeropuerto que se inauguraría en 1968. El Parador se inauguró una mañana de marzo de 1966 y fue un revulsivo para que Mojácar empezara a pitar con más fuerza, después de que el hercúleo Jacinto hubiera empezado a poner anuncios en el Abc regalando solares, después de que embajadores y diplomáticos como Mario Fumasoli, Sergio Sepúlveda, Orlando Pedregosa, Rafael Lorente o el Barón de Boisseson, hubieran empezado a sentar sus reales en ese palomar encalado.

Día de la inauguración del Parador, el 8 de marzo de 1966. En la foto se ve a Juana Flores, Isabelita Alarcón, una maestra del Sopalmo, Elena la Marrulla y Antonia Ruiz, ataviadas con el traje típico de mojaqueras.

Inauguración del Parador, el 8 de marzo de 1966. Se ve a Juana Flores, Isabelita Alarcón, una maestra del Sopalmo, Elena la Marrulla y Antonia Ruiz, de mojaqueras,Gentileza de María Luisa Martínez Ruiz.

Después de las palabras grandilocuentes de Fraga ante el lujoso establecimiento que acababa de ser bautizado por el hisopo del vicario Andrés Pérez Molina, después de la exhibición de coros y danzas del Colegio El Milagro de Almería dirigidos por el Maestro Richoly, después de que el enjambre de autoridades se aflojasen el nudo de la corbata, llegó la hora del banquete pantagruélico, a base de gambas y cigalas de Garrucha, para honrar al ministro.

Vista del Parador recién inaugurado con el caserío blanco de Mojácar al fondo y en primer plano la piscina.

Vista del Parador recién inaugurado con el caserío blanco de Mojácar al fondo y en primer plano la piscina.

Se han esfumado seis décadas desde entonces, desde que se abriera esa parada y fonda de lujo en una tierra que hasta entonces solo había conocido el entrañable hospedaje del Hotel Indalo del Harico, en ese patio de monipodio que era la Plaza Nueva mojaquera, o la pensión de la tía Justa.

Perdura el Parador mojaquero 60 años después de la época del esplendor en la hierba, como un hito en la historia de ese pueblo de hechiceras y agua cristalina de la fuente. Guardando entre sus paredes los sueños de toda esa gente que se reinventó Mojácar cuando estaba a punto de perder su municipalidad.

El Parador a los pocos meses de su inauguración, frente a la playa de la Piedra Villazar.

El Parador a los pocos meses de su inauguración, frente a la playa de la Piedra Villazar.

Desde Antonio Bienvenida a David Lean, desde Miguel Ríos al hoy emérito Juan Carlos, el Parador ha sido la gran hospedería del Levante almeriense, sin réplica en la provincia, donde han estabulado viajeros de los cinco continentes. En su pasado legendario, en sus salones se cocieron los primeros negocios inmobiliarios de la zona, se fumaron muchos habanos y se trasegó mucho whisky acompañado del sonido de las chicharras.

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