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Entrevistas

Pepe Ibarra: "La única cosa que te hace feliz es dar cariño"

Entrevisa al filósofo autodidacta José Mariano Ibarra Martí

El filósofo autodidacta Pepe Ibarra junto a Antonio Hermosa.

El filósofo autodidacta Pepe Ibarra junto a Antonio Hermosa.Lola Aguilar

Antonio Hermosa
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Hoy, el filósofo autodidacta José Mariano Ibarra Martín, Pepe Ibarra, cumple 77 años. 

Nació en la calle Alcalde Muñoz, muy cerca de lo que era la Casa de Socorro.

Allí me llevaban cuando me hacía una matadura. Mi primera caída fue con el taca-taca. Vi la puerta abierta y dije, qué interesante, y me caí un piso entero. Mi padre cogió el taca-taca y le hizo astillas. 

Ahí quedó patente que iba a ser una persona muy inquieto. Sus padres lo matricularon primero en el colegio de Las Jesuitinas. Después, nueve años en La Salle. El instituto lo hizo en Los Escolapios de Granada y comenzó su experiencia universitaria en Valencia. 

Me matriculé de arquitectura en Valencia. En el primer examen, el profesor dijo: os podéis traer los libros que queráis al examen. Pensé, si te deja todos los libros que quieras, te lo tienes que saber muy bien. De manera que solo aguanté un año. 

Se fue a Málaga a estudiar Ingeniería Técnica Mecánica

Me dije, me van a poner un mono, me voy a meter en una especie de taller a hacer mis inventos. Pero las prácticas era quedarse en clase haciendo ejercicios. Me dio una depresión tan grande que solo estuve 3 días en aquella escuela. 

“Mi función en el mundo es echar manitas, colaborar para que la gente sea más alegre"

Se volvió a Almería y se matriculó en la recién creada Escuela de Turismo, donde permaneció tres años. Con 24 años comenzó a trabajar en el aeropuerto que se había construido en el año 1968. 

Una amiga de mi hermana me dijo que en Iberia hacía falta un auxiliar administrativo que hablara idiomas. 

Hablaba inglés, francés y alemán. 

Me contrataban seis meses al año, porque en invierno las pistas solo la pisaban las gaviotas. Hacia billetes, llevaba los papeles al avión, trasladaba a los turistas hasta la terminal. En aquella época, al aeropuerto solo venían vuelos charter con extranjeros. Estuve 7 años. Mi relación con Iberia se acabó cuando se empeñaron en que me cortara la melena.

Con 31 años Pepe Ibarra decidió cambiar su vida. 

Fue como consecuencia de que un perrillo de una amiga mía fue envenenado en Castellar de la Frontera, en la provincia de Cádiz. Quise que reviviera poniéndole las manos en el pechito. Empecé a notar que las manos me palpitaban como si el animal estuviera respirando. A raíz de esa experiencia me pregunté: ¿tú tienes algo para dar? ¿Qué función tienes en la vida?.

Fue el deseo de un hombre de dar sin esperar nada a cambio. 

Me fui a una playa, a una cueva, a meditar. Me quedé en la orilla hasta que se me hizo de noche. Levanto la vista hacia un punto concreto del cielo, en ese exacto momento hay una estrella fugaz. Poco después, otra y, más tarde, una tercera. Tuve claro que el cielo me estaba escuchando. De la emoción, me empezaron a salir lágrimas como puños de felicidad. El pecho me crecía, y yo decía, pero bueno, si no he hecho nada en absoluto ¿cómo me regaláis tanta felicidad que no me merezco? Aquel fue el momento más importante en mi vida, porque realmente nací al conocimiento, tuve una conciencia de que había más. Que el universo no se paraba solo en la orilla, sino que seguía para delante y que había una conexión que era total.

“Aquí venimos a aprender, cuanto más aprende más libre te encuentras”

Desde entonces está dedicado a ayudar a los demás. 

Nunca fui malo. Lo que pasa es que entonces lo tuve claro. Mi función en el mundo era echar manitas. Colaborar para que la gente sea más alegre, más feliz, más sanita. En fin, que tenga una vida más agradable y que haga más agradable la vida de los demás.

En aquella época le conocían como “Pepe el cueros”. 

Quise sentir el aire, sentir el sol, ser un animalito más. Y me dejé unos pantaloncillos chiquititillos que me había hecho yo con bambulas rizadas.

Para él, lo más importante en la vida es dar cariño. 

La única cosa que realmente te hace feliz es ser cariñoso. Dar cariño a todo el mundo, porque has entendido que todo el universo es uno, que todo lo que hago por cualquiera lo estoy haciendo por mí mismo. La recompensa la recibo de vuelta desde el mismo instante que doy cariño. Las personas que dicen: a mí nadie me quiere, van hipotecándose, invirtiendo. Hay que dar sin esperar nada a cambio. Como esperes, vas a salir deficitario. 

También defiende que hay que vivir el aquí y el ahora.

Conciencia de la respiración. Cómo de largos doy los pasos. Conciencia de nuestra penetración en el espacio al desplazarnos. Eso nos permite, no solo disfrutar de la vida en cada momento, sino también, corregirnos constantemente para mejorar. 

Y nos recomienda que nos miremos a nosotros mismos. 

Si crees que puedes ser mejor, compárate solo contigo. No te fijes en los demás. Cada uno es único y necesitamos nuestro propio y único sistema para mejorar. Si a todo lo que haces le pones cariño y ganas de ayudar, podrás hacer siempre lo que te dé la gana. La vida hay que disfrutarla.

También se asocia a Pepe Ibarra con el mundo del cine. 

Empecé con 15 años. Mi inocencia juvenil me llevó a decirle a Juan el Gitano y a Luis Bustos, que eran los que nos llevaban a todos: me he enterado de que la productora os da por nosotros tanto dinero y vosotros nos pagáis tanto. Es decir, que nos estéis robando. Desde entonces, no pude trabajar más de tres días seguidos en una misma película. Tuve que ir a la productora para que me contrataran directamente, no a través de ellos, porque me la tenían jurada.

Ha participado en superproducciones tan importantes como Exodus.

Sí, pero donde más tiempo estuve trabajando fue con Steven Spielberg en “Indiana John Tres” que me metí de electricista de iluminación y me lo pasé estupendamente. Estuve enchufado tres meses y medio. Todas las escenas las veía codo con codo con Spielberg. Nunca he puesto interés en qué película era, ni quién era el protagonista. Nunca me hice fotos. Bueno, tengo una foto con Willie Nelson, un súper del country mundial. 

Y en el último Festival Internacional de Cine de Almería ha recibido una estrella. 

Por haber trabajado en una película cutre: “El exterminador de la carretera”. Hice un planillo con mi moto. En el festival hay un festival de las películas guays, y otro de películas cutre, y por eso me dieron una estrella.

Otro momento importante en su vida fue cuando trajo a vela un catamarán de nueve metros de eslora desde Cabo Verde. 

Una pareja francesa, que venían con un bebé, paró en el Puerto de San José. Me acerqué a ver el barco. Nos hicimos amigos. Después siguieron su viaje y, al final, me llamaron, y me dijeron que el barco lo tenían en Cabo Verde y, si lo quería.

Pepe es experto en surf, vela ligera, y tiene titulación para navegar, pero esta era la primera travesía que hacía en mar abierto. 

Todos los barcos de velas son iguales. Funcionan exactamente igual. Fue en el año 92 y a América del Norte llegó un huracán llamado Andrew. Fuerza 5 sobre 5, es decir, una burrada. No estaba en el huracán, pero sí en el anticiclón que le daba de comer al huracán y tenía una mar montañosa todo el tiempo. Desde que salgo de Paia, en Cabo Verde, me enfrento a auténticas montañas de agua. Una cosa terrible, absolutamente impresionante. Estaba acostumbrado a ir con un catamarán chiquitillo en Cabo Gata.

Con él vinieron dos caboverdianos que dijeron que eran hermanos pescadores. 

No salieron jamás del interior del barco. Les dije: vosotros estáis cagados porque no creéis en el más allá. Yo estoy seguro de que la vida sigue y, si me caigo, saldré volando del agua, mientras que vosotros creéis que os vais a quedar ahí para siempre. Puedo salir tranquilamente ahí fuera con esta bronca terrible. La tensión en el palo era brutal. Vibraba todo el rato. Las velas se iban descosiendo. Continuamente oía el chillerío de la jarcia. Fue una experiencia muy interesante. 

Tardó tres meses en llegar a Aguadulce. 

La ida, desde Lisboa a Cabo Verde, fueron tres horas de avión y, la vuelta, tres meses de navegación. Claro, que también me paré subiendo en las Canarias para realizar arreglos y mejoras. Me anclé en el medio del puerto de Las Palmas. Cogí la sierra, corté un cajón e hice una proa para que, cuando diera la ola, el agua pasara por los lados.

José Mariano Ibarra dice que la vida hay que disfrutarla. 

Aquí venimos a aprender. Cuanto más aprendes, más libre te encuentras. Menos miedos tienes. Cuanto más sabes, más seguro te sientes, eres más feliz. El miedo es lo único que detiene a la vida. Si no tengo miedo, disfruto de todo, incluso de lo que no sé qué va a pasar. Porque ahí está la chispa de la vida, en la sorpresa.

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