La Voz de Almeria

Níjar

De la moda de los 80 a estar condenado a la extinción: el oficio que desafía el siglo XXI

La última almeriense dedicada a un oficio que antes fue el alma de su pueblo natal: "Está en extinción"

Isabel Soler con una de sus creaciones de tejido tradicional árabe, tintada a mano.

Isabel Soler con una de sus creaciones de tejido tradicional árabe, tintada a mano.Elena Ortuño

Elena Ortuño
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Escondida entre hogares encalados y salpicados por el color intenso de la buganvilla se encuentra, en pleno barrio de los artesanos -corazón latente de Níjar-, un pequeño local en cuya entrada se puede leer una sincera invitación: "Ven a ver las cosas bonitas", recomienda una escultura de un leopardo salpicado por flores naranjas en lugar de lunares. 

Lo que el mamífero señala con sus patas es el interior de La Tienda de los Milagros, el negocio de artesanías de Isabel Soler y Matthew Weir; un verdadero templo de la cerámica y del textil reflejo del verdadero alma nijareña.

Un oficio de mujeres y poco reconocido

Isabel Soler se presenta a sí misma como hija y nieta de tejedoras. Natural del barrio nijareño de San Antón, la almeriense se crio en una casa antigua "llena de telares", heredada por línea materna. No recuerda un momento en el que tejer no formase parte del día a día de su hogar. Por las historias transmitidas de generación en generación, la mujer sabe que el arte de los textiles se encuentra en el ADN de su árbol genealógico al menos desde su bisabuela, María Aguirre.

Destaca ese "al menos" porque no he podido rastrear más por falta de registros oficiales femeninos: "El oficio se pasaba de mujer a mujer y en aquellos tiempos los trabajos femeninos no eran reconocidos, por lo que no he podido remontarme a una fecha anterior que la de la memoria de mis familiares", lamenta, para después añadir que dentro de su núcleo familiar hubo una notable excepción a la regla matrilineal: su padre, Ramón Soler, también fue tejedor.

La entrada de La Tienda de los Milagros, en Níjar.

La entrada de La Tienda de los Milagros, en Níjar.Elena Ortuño

Además de por ser "cosa de mujeres", el suyo es un oficio denostado por los tiempos del siglo XXI. En peligro de extinción, el tejido tradicional -que es lo que ella practica-, es "demasiado lento, caro y poco rentable" para los posibles compradores. Con la nostalgia de una tradición arraigada en la esencia de su familia y de su pueblo, Isabel cuenta que ella es la última mujer de la zona que lo trabaja; la última "Aguirrica", como llamaban a las mujeres que cultivaban esta sapiencia.

Un pueblo de sangre artesana

Cuando era pequeña, todo Níjar se volcaba en al arte del textil: "Era una actividad colectiva del pueblo. Las mujeres recopilaban la ropa vieja y los harapos -de ahí viene la palabra jarapa- y la cortaban en tiras. Era una manera de reciclar y de ganar dinero, porque se les pagaba por kilo", recuerda, para después sentenciar: "Eso ya se ha perdido".

Durante su infancia, allá por los años 60, solo había dos familias tejedoras en Níjar; una realidad que cambió con el boom turístico de los 80, cuando se popularizó la jarapa y los nuevos telares mecánicos sustituyeron al trabajo manual. Muchas casas almerienses se hicieron con una de estas máquinas mecanizadas y el tejido tradicional quedó relegado a un segundo plano.

Como todas las modas, la de las jarapas fue pasajera. Los vestigios de un pasado esplendoroso quedan hoy entre las cuatro paredes de La Tienda de los Milagros, aunque Isabel, a diferencia de su padre, ya no hace jarapas: "Yo me dedico a tejer textiles de enhebrado alpujarreño y andalusí, que se utilizaban como mantas de lana para cama, caballos y cuna; así como parte del ajuar de las mujeres antes del matrimonio: "La jarapa no era decorativa, sino funcional: se utilizaba para proteger los colchones, conservar el pan o para tapar la artesa. Lo que yo hago es algo más elaborado".

Los diferentes tejidos tradicionales que elabora Isabel, colgados en su tienda.

Los diferentes tejidos tradicionales que elabora Isabel, colgados en su tienda.Elena Ortuño

La Tienda de los Milagros

La primera tienda que uno se encuentra al entrar al pueblo por la calle de Las Eras y girar en la primera calle a la izquierda es la de Isabel y Matthew, su marido. El suyo es un negocio fruto del amor: el amor a una profesión, al arte, a Níjar y a su relación, que comenzó cuando una Isabel más joven pasaba frente al hogar del británico todas las mañanas, de camino al taller de artesanías.

"Él era un artista que recayó en la villa durante unas vacaciones. Se enamoró tanto de su espíritu creador, que nunca se fue", rememora la artesana con una sonrisa enamoradiza. Si las manos de Isabel son las que dan forma a los 'milagrosos' tejidos expuestos, las de él eran -antes de su jubilación- las culpables de que el local esté lleno de pequeños cuencos, vasos, platos y múltiples objetos cerámicos con dibujos únicos: un arcoíris de vivos colores que ya en pocas zonas se puede encontrar.

La fachada de la Tienda de los Milagros, en Níjar.

La fachada de la Tienda de los Milagros, en Níjar.Elena Ortuño

El porqué del nombre que bautiza su refugio artístico, Isabel lo explica haciendo referencia a su marido: "Surge por un libro de Jorge Amado: 'La tienda de los milagros'. Matthew se identificó tanto con el personaje del impresor que representaba milagros que prometió que si alguna vez abría un negocio, lo llamaría así", sonríe.

Entre las creaciones del que ya prácticamente es 'hijo adoptivo' de Níjar, se encuentran también las de Isabel, quien se implicó en la tienda desde el matrimonio. Ambos siguen un estilo propio. Mientras que el británico trabajó con Baldomero García, ceramista tradicional con horno árabe, Isabel reivindica la historia textil andalusí en cada uno de sus enhebrados. "La seda de Almería en época medieval, el alumbre de Rodalquilar, y las "lamas" y "tiraz", los tejidos de las clases altas y del pueblo, respectivamente, se entrelazan en cada uno de sus bastidores. ¿El resultado? Puro arte histórico.

¿Un negocio con futuro?

En el hogar de estos dos almerienses, el olor del pasado y el presente perfuma cada uno de sus artículos en venta. El ceramista ya está jubilado y a Isabel solo le quedan cinco años. Sus hijos no seguirán el oficio y apenas hay jóvenes en la villa que estén dispuestos a hacerlo. "La obra de Matthew va a dejar de existir. Nos hacemos mayores y la vida no es eterna", lamenta la nijareña. Sin embargo, mientras lo dice, una joven aprendiz pasa a su lado y se dirige al taller; dedicando una sonrisa que captura toda la esperanza de que, pronto, la tienda también desprenda ecos de futuro.

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