La historia de Alberto, el niño que pidió unas porterías en Carboneras para hacer de su verano el más feliz
Alberto, madrileño pero almeriense de corazón, fue recibido por Juana García, edil de Deportes y Juventud en el consistorio del municipio

Las nuevas porterías en la playa de El Ancón y niños jugando en ellas
Uno nunca sabe dónde encontrará su lugar feliz. A veces, no es en el que naces, sino en el que puedes ser tú, sin prejuicios. Donde vuelves cada verano y cada verano se siente como el primero. Donde no necesitas grandes cosas. En ocasiones, este sitio puede ser una casa, un parque, una playa o, incluso, algo tan simple como unas porterías en las que jugar a tu deporte favorito con tus amigos del verano. Esos que ves unas cuantas semanas al año, pero que te hacen, de un modo u otro, la vida más feliz. Aunque solo sea por unos instantes.
Alberto tiene 13 años y vive en Madrid, pero, desde que tenía cinco meses, su temporada estival tiene nombre: Carboneras. Desde entonces, no ha querido otro horizonte. En este pueblo almeriense se halla su espacio preferido: la playa El Ancón. “Cuando llegó este año me dijo que ya estaba donde tenía que estar”, cuenta su madre, Pilar, a LA VOZ. Y su felicidad se debía a una cosa muy simple: pensar que las porterías que había el año anterior estuvieran también este agosto. Porque en ellas es donde encuentra el verdadero sentido a pasar una tarde en la playa, golpeando el balón, sin pensar en nada más que en disfrutar.
Unas porterías en la playa El Ancón
Y, por eso, no lo dudó. En mayo, escribió al Ayuntamiento con educación impecable. Su petición era tan sencilla como bonita: que volvieran a ponerlas para que pudieran jugar al fútbol como siempre. “Quería darle las gracias por las porterías que fueron colocadas el año pasado y les escribo para solicitarles que se vuelvan a colocar para que podamos seguir disfrutando del deporte al aire libre”, pedía Alberto en un correo.
Y las cosas pasaron de una forma algo diferente, casi por casualidad, dos meses después. Pilar se cruzó con Juana García, concejal de Deportes, Juventud y Turismo, la semana pasada. “Nos pusimos a hablar y le conté la historia. Me escuchó de verdad”, explica Pilar. “Y entonces, ha pasado algo precioso: ella movió cielo y tierra para que mi hijo tuviera lo que tanto esperaba”. La edil afirma para LA VOZ que tenía que ponerle, como fuese, las porterías a Alberto: “Me lo contó y supe que tenía que encontrar una solución. Me dijo que era su lugar, que era lo que más le hacía ilusión y entendí que no podía quedarme de brazos cruzados”.

Playa del Ancón en Carboneras
Las antiguas estaban en mal estado, pero García tiró de recursos y memoria: en el cuartel de la Guardia Civil del municipio había dos porterías que pertenecían al Ayuntamiento. Pidió permiso, llamó a los operarios y las rescató. Ayer, martes 5 de agosto, ya estaban otra vez en la playa de El Ancón. Este mismo día, ella recibió a Alberto en el consistorio y le comunicó la noticia. “Sus ojos se abrieron y me miró”, cuenta con la voz repleta de emoción. Porque esa mirada no se le va a olvidar nunca.
Una terapia con balón y amigos
Y aunque a simple vista puedan parecer solo unas porterías sobre la arena, para Alberto son un mundo. Como señala su madre, “es un niño con autismo” —según la asociación ALTEA (Almería Trastorno del Espectro Autista), es un trastorno neurológico que afecta a la forma en que una persona se comunica, interactúa con otros y se comporta, siendo una condición del desarrollo que se manifiesta en la infancia—. Es una manera de mirar la vida desde otra perspectiva, diferente a la del resto. Así, estas porterías son más que eso. Son vínculo. Son su espacio.
Y para un niño con autismo, no es fácil encontrar su sitio, sentirse aceptado, relacionarse con otros sin miedo, sin barreras. Al contrario, es complejo. Debido a ello, ambas estructuras ancladas en la arena conforman un punto de encuentro, un lugar en el que Alberto sí puede sentirse seguro y ser él mismo.
Por esta razón, como subraya Pilar: “Son una terapia para él. Se relaciona con otros niños y evoluciona como persona”. Porque la felicidad de su hijo es también la suya. Y la de muchos niños que, gracias a ese gesto, ahora pueden jugar, correr y crear recuerdos en la arena. Y su madre no tiene palabras para agradecer: “Hacen falta más políticos como Juana”.

Otra perspectiva de las porterías en la Playa El Ancón
Pequeños gestos que marcan la diferencia
Pero la historia no termina ahí. Como asegura García, “la playa es un espacio ideal para que los niños creen lazos de unión”. Por este motivo, desde el Ayuntamiento y su concejalía han ido más allá, ya que han impulsado actividades deportivas para todas las edades. Además, cada miércoles de agosto se celebrarán en la playa de Alberto, El Ancón, talleres artísticos y juegos al aire libre. “El deporte puede ser una herramienta para conectar a los pequeños y para impulsar el desarrollo del municipio”. Y añade que si algo pueden fomentar, lo harán.
Y, quizá, ahí esté la clave. En lo sencillo. En lo que parece pequeño y no lo es. En unas porterías, sí. Pero también en una mirada que escucha. En un gesto que responde. En una historia que deja huella. Porque este verano, en El Ancón, cuando el balón ruede por la arena y las risas llenen la tarde, no será solo un partido de fútbol lo que esté ocurriendo. Será algo más. Un niño jugando donde se siente en casa. Y un pueblo que supo responder con cariño.