La Voz de Almeria

Opinión

A propósito de Gabo

“No sabemos dónde se origina la creación, pero a veces basta mirar bien lo que tienes alrededor”

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He leído casi todos los periódicos españoles que estos días fúnebres hablan de Gabriel García Márquez. No tiene sentido que yo haga comentarios sobre los comentarios. Me limitaré tan solo a pequeñas reflexiones de carácter colateral. La primera de todas la coincidencia del fallecimiento del autor de “Cien años de soledad” con la fiesta del libro. Escritor excelso, en el poder de la palabra se cifra su influencia universal. Alguien ha dicho que hoy la Tierra es un satélite de Macondo. Recuerden que el nombre de este espacio literario, como la Comala de Juan Rulfo y otros de su especie, se debe a una finca bananera que el escritor debió conocer de niño.


No sabemos los profundos y misteriosos hontanares en donde se origina la creación literaria pero a veces basta mirar bien lo que tienes alrededor para descubrir un planeta nuevo. Los mejores libros de Gabo se nuclean en torno a unas cuantas anécdotas que le contaron sus abuelos, el coronel Ricardo Márquez y Tranquilina Iguarán Cotes. Guerra de los Mil Días, explotaciones americanas del banano, historias de procesiones, difuntos y almas en pena de la cultura popular servirán de líquido amniótico para mantenimiento del engendro literario.La de veces que habremos leído esa frase genial que decora el frontis “Cien años de soledad”. Según se ha explicado estos días, cuando Gabo tenía 5 años llegó a casa pasmado de ver un pargo congelado. Su abuelo Nicolás le explicó que el pez aparecía así por estar metido en hielo. ¿Qué es el hielo? preguntó. Frente al pelotón de fusilamiento, años después, el coronel Aureliano recordaría aquel día en que fue a conocer el hielo.


Otra historia que no deja de emocionarme (los que hemos publicado a trancas y barrancas y sin editor lo sabemos bien) es aquella en que Gabo termina su libro más famoso y lo envía a una editorial de Buenos Aires En la oficina de correos le dicen que aquel paquete cuesta unos 82 pesos. Como no tiene dinero suficiente decide enviar solo la mitad de su e scrito. El resto lo enviará después cuando empeñe hasta la secadora de su mujer. Meses después “Cien años de soledad” era un éxito universal. Se habían vendido los primeros 8.000 ejemplares de una suma que superaría los 8O millones.


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