Lección lenta y tardía
Lección lenta y tardía
A estas alturas cualquiera sabe ya que la crisis es un relato netamente financiero. Todas las añagazas de los partidos por echarse las culpas del desastre suenan a guerras de despiste. Mientras íbamos viendo que caían los gobiernos socialdemócratas, la derecha europea no lo dudaba: son esos ganapanes, decían, que gastan por encima de sus posibilidades, malditas autonomías, no saben lo que es austeridad. Pero cuando la marea hace perder las elecciones a Sarkozy, el que dijo proféticamente que había que refundar el capitalismo, entonces el PP comienza a ponerse algo serio. De buenas a primeras todos hablan ahora de crecimiento, palabra que estaba hace unos días como aparcada. Cuán estúpidas resultan las acusaciones basadas en la herencia recibida, signo claro de que los se que postulaban como solución redentora tampoco saben adónde vamos. La única verdad estaba en el principio y como esencial que era para entender la crisis, fue ocultada también. Entre tanto nosotros nos acusábamos unos a otros para obtener el codiciado escaño. Bien, ahora ¿qué pasa? ¿Serán los socialistas franceses quienes nos devuelvan a la política salvándonos de salvar tanto banco y tanta caja de ahorros? Nadie lo hubiera dicho hace un mes. Aquella oscura gente que no movía un dedo si era por menos de cien mil millones cada tacada, está ahí todavía. Va ser muy difícil detener el poderío electrónico y casi instantáneo de los mercados. Son derecha y son izquierda, o las dos cosas a la vez. Y la peor consecuencia es que ponen en ridículo la democracia al tiempo que fomentan los movimientos radicales, como ha pasado en Grecia. Uno se consuela al menos con la lección. Nuestros políticos han perdido el tiempo peleándose tontamente por un plato de lentejas.