La Voz de Almeria

Opinión

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La prensa trae el eco incierto de esa pavana para una infanta difunta que va a interpretarse dentro de unos días en la rampa de unos juzgados sobre la que se desliza, sin frenos, la Corona. Sobre el paralelo 38 vuela en silencio la sombra del espanto y en el centro de la vieja Roma, un argentino bonachón besa los pies de las nuevas Marías Magdalenas. A veces es mejor no abrir los periódicos. Así nos evitaríamos, además de todo estos sustos, el bochorno de ver al presidente de la Junta de Andalucía haciendo malabares con las culpas y la memoria de las golfadas cometidas a su vera, siempre a la verita suya. Dice el señor Griñán, que lo de los ERE ha sido culpa de “unos desaprensivos”. Pues claro hombre. Eso de robar el dinero de los parados para enchufárselo a familiares, amigos y compañeros del partido no es acción propia de buenas personas, sino de golfos con todas las letras. Así que la tan traída comparecencia de este señor no ha servido más que para reeditar la pedorreta que ya dedicó a todos los andaluces esa comisión de presunta investigación confitada en el Parlamento Andaluz con azúcar glas y cemento armado. Entre la acción y la omisión, Griñán trata el caso ERE con la borrosa precisión de la miopía interesada, pues fue incapaz de ver que a su alrededor había una cuadrilla de tipos robando. Quien en la época del saqueo era el responsable de la caja, nunca supo que había consejeros, sindicalistas y otros cargos perfectamente sincronizados para su desvalijamiento sistemático. Pues si no fue impulsor y partícipe, ya está tardando en presentar la dimisión por alicorto y menguado. Y si no, hay más juzgados y más rampas.


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