La pregunta
La pregunta
El Rajoy tímido y asustadizo se da cuenta de que un presidente del Gobierno debe inocular optimismo pese a lo mal que van las cosas de la economía, y por eso recurre a una especie de futurología inversa, es decir, el futuro se prolonga hasta donde haga falta (“en el 2014 tendremos crecimiento”), y a la vez, el pasado, cuyos males aumentan en el presente, es objeto de preguntas banales e inútiles como esta: “¿Qué pasaría si no hubiéramos hecho las reformas?” Frases de este estilo podrían repetirse hasta el infinito. Por ejemplo: Qué pasaría si Aznar en vez de nombrar a dedo a un suplente gregario, hubiese convocado un congreso democrático con libertad de presentación de candidaturas? Miren, no le demos más vueltas. De nada vale ahora preguntarse en qué nota sonará la trompeta en el día del juicio. Da lo mismo si es fa o sí bemol mayor. Lo convincente son los datos. Con Rajoy crece el paro. La prima de riesgo también. La inflación no le va en zaga. Y si le preguntamos a la gente que todos los días sale en manifestación a la calle hay peligro de que nos corran a gorrazos. Entonces, ¿cuál sería la postura más noble y humana? Para mí la humildad: reconocer que ni saben ni pueden, que han hecho todo lo recomendado desde fuera y tampoco da resultado. Cada día nuestra situación se parece más a la de Grecia y Portugal. A mediados del siglo XX se puso de moda la futurología que nada tiene que ver con la echadora de cartas. Con unos supuestos racionales se puede adivinar lo que ocurrirá en un tiempo dado. Ahora bien la futurología del pasado se parece no poco a la carabina de Ambrosio. La pregunta de Rajoy pertenece a ese estilo adivinatorio.