El carrito
El carrito
Entre la ternura y el sarcasmo, alguien ha llamado a la silla de ruedas el carrito. No se trata del carro de la compra ni de la maleta con ruedas de los que viajan, sino del potro de tortura de los dependientes.
No hace falta demasiada imaginación para reproducir el lamentable cuadro del viejo impedido que desde la cama al cuarto de baño, desde la cocina a la luz del cuarto, no puede valerse sin ayuda de otra persona.
Asearse, vestirse, tomar la medicina, recordar algo -si se tratara de alhzeimer-, bajar la escalera, salir a la calle, empujar el carrito,... No son deportes precisamente preolímpicos, como alguien puede pensar en este momento de gran agitación deportiva, sino el nuevo empleo de los familiares que tienen un enfermo en casa.
Entre los ajustes de este Gobierno,el más humanamente cruel, el más despiadado es el hachazo contra la dependencia.
He aquí el punto matemático que, aunque parece abstracto y se presenta como inocuo e incruento, comienza a sudar sangre. Que no digan: oiga, lo que hacemos, a nosotros tampoco nos gusta. Es duro pero este es el camino -Hay que joderse-.
Hay que hacerse un nudo en la mentalidad de derechas para admitir que no hay otro lugar para sacar dinero que de la parva ayuda que damos a las personas dependientes.
Si dijéramos que todo el cariño se lo guardan para tratar a los defraudadores quizá estaríamos exagerando, pero a veces la derecha tiene unas cosas que la retrotraen al Parque Jurásico.