La Voz de Almeria

Opinión

Palabras con doble acentuación (y II)

Palabras con doble acentuación (y II)

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En la Edad Media, cuando un señor quería adoptar a una persona como hijo, se celebraba una ceremonia en la que aquel introducía al adoptado por la manga, muy ancha, de una camisa y lo sacaba por el cuello. Hecho lo cual, le daba un beso en la frente. A veces, estos amparos no terminaban bien; podía ocurrir que el frustrado adoptado tuviera una nueva oportunidad, para otro nuevo acogimiento, por parte de otro ‘futuro’ padre. En esos casos, antes de exponerse a tal ceremonia, se le solía advertir de que otra vez

no se metiera en camisas de once varas.

De aquí viene la frase que aplicamos a quienes queremos aconsejar que no se metan en aquello que no les importa o que está fuera de su incumbencia o de su necesidad o capacidad. Y en este dicho pensé hace quince días, cuando leí la primera columna que sobre esta cuestión publicamos. ¿No hubiera sido pertinente otro tema menos complejo?


En efecto, hablamos allí de las palabras con doble acento: desde

acedia/acedía

hasta

zodiaco/zodíaco,

pasando por otras como

aerobic/aeróbic, afrodisiaco/afrodisíaco, alveolo/alvéolo,

etc. También dimos algunas indicaciones acerca de su posible origen. Distinguimos entre palabras patrimoniales y cultismos y dejamos claro que la inmensa mayoría de vocablos con doble acento pertenecen al segundo grupo.


Entre los motivos que originaban esta doble acentuación, por ejemplo, estaba la circunstancia de que el mismo vocablo nos llegara procedente del griego (donde tenía un acento) y procedente del latín (donde el acento era otro). Es lo que ocurrió con

metopa/métopa,

que en griego tenía un acento llano, o sea la primera pronunciación aceptada, en tanto que en latín tenía una pronunciación esdrújula,

métopa,

con lo cual se adoptaron las dos. Pero este hecho, como se señala en nuestra reciente Ortografía (2010), no solo ocurría en palabras concretas, sino también en ciertos elementos componentes de palabras como

-plejia/-plejía

(hemiplejia/hemiplejía; paraplejia/paraplejía) o

–scopia/-scopía

(artroscopia/artroscopía; microscopia/microscopía); en todos ellos, la terminación

-ía

refleja la pronunciación griega, en tanto que

–ia,

la latina. Como señalan las Academias, en el primer caso,

-plejia/-plejía

hay una tendencia generalizada en el mundo hispánico por la primera prosodia, en tanto que en el segundo,

–scopia/-scopía,

las preferencias vienen condicionadas por los vocablos y por los lugares en que se hable el español.


Los préstamos también pueden venir de lenguas modernas. Y el problema puede ser el mismo: unos dicen

Mali

(forma llana debida al influjo del inglés) y otros dicen

Malí

(con la pronunciación aguda, propia del francés). Asimismo, en otros casos, se crean dos pronunciaciones diferentes de un mismo término, que se dan a la vez, aunque en países diferentes. Por ejemplo,

video,

forma mayoritaria en Hispanoamérica y cuya pronunciación llana es más adecuada al español, y

vídeo,

voz de uso general en España e influida por la acentuación esdrújula del étimo inglés. Finalmente, nos ocuparemos de un caso muy reciente de doble acentuación: son los verbos terminados en

–uar.

Hasta hace muy poco tiempo tenían una sola acentuación, pero el uso ha llevado a los académicos a aceptar otra más. Ha ocurrido con verbos como

adecuar, evacuar,

etc., que antes se pronunciaban como

averiguar.

De esta manera, si no se podía decir

averigúa,

tampoco se permitía

adecúa

o

evacúa.

Y así lo hemos dicho siempre en nuestras clases. Sin embargo, el uso no iba con la gramática, y estas formas denostadas eran las que más empleaban los hablantes hasta el punto de que las Academias hayan terminado considerándolas válidas

adecua/adecúa

o

evacua/evacúa.


Se dice que en la Universidad de Salamanca existía la costumbre de que los alumnos pobres iban una hora antes a clase para calentar los asientos de otros alumnos nobles, de los que dependían. Cuando empezaba la clase, los prim

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