Creo que abordar el tema de la Federación de Peñas Flamencas de Almería bien merecería varios artículos o un monográfico, porque protagoniza una especie de telenovela que evoluciona en el borde de la tragicomedia desde hace mucho tiempo. Y si bien yo no he seguido de cerca los entresijos de la institución, se sabe que las discrepancias han sido y siguen siendo muchas, y no parece que haya ninguna evidencia de cambio. A saber…

Hay que empezar diciendo que el bastión de la presidencia de la Federación ha sido rehusado desde el principio de los tiempos, porque genera bastante trabajo y ninguna compensación. Y cuando ha sido reclamado por alguien, ha sido más por la necesidad personal de posicionamiento social que por la intención de desarrollar proyectos desde la institución. Hemos tenido algún presidente de la federación que no era presidente de ninguna peña, circunstancia que siendo posible no es nada habitual en el resto de federaciones de Andalucía.

Con la anterior directiva, fueron tantas las desavenencias con alguna peña en concreto que terminó siendo disuelta por un tribunal, aunque la anterior presidenta sigue reclamando su cargo como si dicha sentencia no existiera. Y ahora tenemos otra junta directiva que reclama su naturaleza transparente y constructiva con respecto a la anterior, pero que en cambio cuando necesitan una empresa legal para gestionar la subvención concedida por la Junta para dinamizar el tejido asociativo hacen malabares para no contar con ninguna de las dos empresas legales realmente dedicadas al flamenco en la provincia. Una que al denunciar este gesto se convierte en una apestada y con la otra no quieren cuentas, no se sabe ni por qué… y en cambio, se recurre a una empresa que no es de Almería, o que siendo de Almería, nada tiene que ver con el flamenco… ha sido fácil seguir todos estos dimes y diretes que han saltado de las redes sociales hasta las advertencias telefónicas…

En definitiva, una Federación debería tener como objetivo principal la gestión con otras instituciones, la gestión de los recursos comunes, la equidad, el fomento de las relaciones de hermandad entre peñas y aficionados, y cómo no, el desarrollo del flamenco en la provincia.

Por el contrario, parece que la Federación no está en línea con el tejido empresarial ni con el desarrollo local del flamenco, por lo que debería reconsiderar su naturaleza y mucho más, sus procedimientos y sus criterios de transparencia. Disolver la anterior directiva para caer de lleno y de forma inmediata en el oscurantismo no ayuda a nadie, pero sobre todo, perjudica al flamenco local.